En la Biblia la palabra meditar tiene el sentido de reflexionar en una enseñanza dada por Dios, para aplicarla a nuestra vida. Apunta, pues, a traducir en hechos las verdades bíblicas. Nos lleva a considerar nuestra vida para ver lo que es y lo que no es conforme a la voluntad de Dios.
Evidentemente la meditación supone que estamos decididos a buscar lo que el texto bíblico dice y a dejarnos juzgar por él sin cambiarlo por nuestras propias opiniones. Debemos abordar su lectura con humildad porque nuestro Creador es el que habla. En este estado, cuanto más la leemos, más descubrimos en ella la sabiduría y la bondad de Dios.
Al leer la Escritura, pidámosle a Dios que nos enseñe. Por medio de ella él fortalece nuestra fe. A veces nos humilla al mostrarnos nuestras faltas. También renueva nuestras reflexiones, liberándonos de nuestros propios pensamientos y dándonos convicciones fundadas en las suyas. Al impregnarnos de su Palabra seremos transformados por el Espíritu Santo.
La meditación es una disciplina; forma al discípulo. Ejercitémonos en ella en vez de leer la Biblia por costumbre o por deber. Sin embargo, no olvidemos que esta disciplina no nos da mérito alguno y que sólo haremos progresos en el conocimiento de la Escritura a medida que pongamos en práctica las enseñanzas que nos da.
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