[devocional-viernes] 15 de julio de 2005 – Un billete de cien años.

Un billete de cien años

Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel,sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Mateo 25:20-21.

El 14 de enero de 1997, en una aldea francesa, se festejaron los cien años de un ex combatiente de la guerra de 1914-1918, que aún estaba vigoroso e ingenioso. Pero ante todo era un cristiano convencido, conocido como tal y respetado en su comunidad. Ese día, con el Concejo municipal a la cabeza, todos quisieron manifestarle su afecto. Exactamente un mes después, los habitantes de la aldea estaban reunidos nuevamente, pero esta vez alrededor de su ataúd. Se abrió la Biblia y se anunció el Evangelio.

Conforme al deseo del difunto, no se le rindió homenaje a él sino a Jesús, su Salvador, quien fue su razón de vivir a lo largo de su existencia.

En esa oportunidad, uno de sus hermanos en la fe recordó que a todo ser humano le corresponde un determinado número de años y que, a semejanza de los talentos de la parábola, cada uno es responsable de hacer fructificar ese capital, único en su género. El orador sugirió que su amigo había recibido «un billete de cien años» y el Señor sería quien apreciaría el rendimiento que produjo.

El Evangelio predicado ante la tumba había sido precedido por el testimonio que el difunto dio durante tantos años en su aldea.

La Escritura nos invita a admirar los pies (o sea el andar, la conducta) más que los discursos de quienes anuncian la buena nueva de la salvación (Romanos 10:15; Isaías 52:7).

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