el amor es el mayor de todos…

El amor es el mayor de todos
  ? por Alice Gray,  
 
 
 

Mi día comenzó con un tono decididamente amargo al ver a mi hijo de seis años luchando con una rama de azalea. Cuando salí ya la había roto.

– ¿Puedo llevar esto hoy a la escuela? ? preguntó.
Con una seña de mi mano, le dije que se marchara. Me di vuelta para que no viera mis ojos llenos de lágrimas. Amaba a esa azalea. Toqué la rama rota y murmuré: lo siento.
Deseé habérselo dicho a mi marido cuando se fue temprano, pero estaba enojada. La lavadora tenía una pérdida de agua sobre mi piso nuevo de linóleo, ¿por qué no dedicó tiempo para arreglarlo anoche en vez de jugar al ajedrez con Jonathan? ?me pregunté.
Aun estaba limpiando el piso cuando Jonathan entró en la cocina.
– ¿Qué hay para desayunar, mamá? ? dijo.
Abrí el refrigerador
– No hay cereal ? dije, mientras observaba cómo los lados de su boca se arqueaban.
– ¿Quieres tostadas con mermelada?
Unté la tostada con mermelada y se la coloqué delante. ¿Por qué estaba tan enojada? Arrojé los platos de mi marido dentro del agua enjabonada.

Días como éstos me hacían desear abandonar todo. Sólo anhelaba manejar mi auto a las montañas, esconderme en una cueva y no bajar nunca.
De alguna manera me las arreglé para arrastrar las ropas mojadas a la lavandería. Pasé la mayor parte del día lavando, secando ropa y pensando cómo el amor había desaparecido de mi vida. Al mirar las paredes garabateadas, me sentía tan retorcida como la ropa que se deja en el lavarropas.
Terminé de colgar la última camisa de mi marido y miré el reloj en la pared, indicaba las 2.30 de la tarde. Me había retrasado. La clase de Jonathan terminaba a las 2.15 de la tarde. Tiré mi ropa en el asiento trasero y apresurada manejé a la escuela.

Estaba sin aliento cuando toqué la puerta de la maestra. A través del vidrio fijé la mirada en el interior. Con un dedo, me indicó que esperara. Le dijo algo a Jonathan y entregó crayones y una hoja de papel a él y a otros dos niños.
¿Y ahora qué? Pensé, mientras ella salía enérgicamente por la puerta y me llevó a un costado.
– Quiero hablarle sobre Jonathan ? dijo la maestra.
Me preparé para lo peor. Nada me hubiera sorprendido. Había tenido una pelea con mi esposo y no nos hablábamos; mi hijo Jonathan había roto una rama de mi planta favorita y ahora esto.
– ¿Sabe usted que su hijo trajo flores a la escuela hoy? ?preguntó.
Asentí, intentando que el dolor no se reflejara en mis ojos. Divisé a mi hijo que pintaba atareado su dibujo. Su cabello ondulado estaba demasiado largo y flotaba por debajo de su frente. Lo peinó hacia atrás con su mano. Sus ojos rebozaron de azul mientras admiraba su manualidad.
– Le contaré lo que ocurrió ayer ? insistió la maestra-, ¿Ve aquella niña?
Miré a la pequeña de mejillas rosadas que reía y señalaba un colorido dibujo colgado en la pared. Asentí.
– Bueno, ayer ella estaba histérica. Sus padres están atravesando un divorcio desagradable. Tish dijo que no quería vivir, que deseaba morir. Observé que la niña se cubría la cara con sus manos y decía en voz alta para que la clase la escuchara: ?Nadie me ama?. Hice todo lo posible para consolarla, pero solo empeoré las cosas ?dijo la maestra.
– Pensé que me quería hablar de Jonathan ? dije.
– Así es ?dijo tocando la manga de mi camisa-. Esta mañana su hijo se encaminó directo a Tish. Observé que le entregaba las flores y le susurraba: ?Te amo Tish?.
Sentí que mi corazón se hinchaba de orgullo por lo que había hecho mi hijo. Le sonreí a la maestra.
– Gracias ? dije mientras tomaba la mano de Jonathan-. Salvaste mi día.

Esa tarde comencé a remover las malezas que estaban alrededor de mi tumbada azalea. Mientras mi mente recordaba el amor que Jonathan le demostró a la niña, un versículo de la Biblia vino a mi memoria: ?Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor es el amor?. 1 Corintios 13-13. Mi hijo sabía cómo demostrar amor, durante todo el día yo había demostrado ira. Incliné mi cabeza y dije: ?Perdóname Señor.
Escuché el chillido familiar de los frenos de la camioneta de mi marido mientras estacionaba. Arranqué una pequeña rama que estallaba en azaleas rosadas. Percibí la semilla del amor que comenzaba a crecer de nuevo en mí.
Los ojos de mi marido se agrandaron ante la sorpresa, mientras le entregaba las flores. ?Te amo ?susurré.

¿En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino mas bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición? 1Pedro 3:8-9.

?El perdón es como la violeta que esparce su pura fragancia sobre el tacón de la bota de aquel que la ha aplastado?.

Y nosotros hemos conocido y creido el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. I Juan 4:16

Dios te bendiga…
Hmna. Marlenys Meza

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