[CE-Peru]El que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío

La fidelidad de Dios es eterna y ha mantenido su promesa y su alianza de generación en generación, independientemente de las infidelidades, rebeldías, traiciones e idolatrías de su pueblo. Cuarenta años estuvo Moisés al frente de su pueblo, que muchas veces se mostró rebelde e inconformista en el desierto; pareciese que tras tanto tiempo de acumular enojos y frustraciones le hicieron actuar de alguna manera indigna de Dios ante los ojos de la gente (Números 20,12). Exactamente, lo que Moisés hizo o no hizo no está del todo claro, pero de alguna manera le falló la fe y la confianza plena en el Señor (Deuteronomio 32,51) y no pudo seguir liderando a Israel para entrar a la tierra prometida.  

La historia del pueblo de Israel es este concatenarse de la fidelidad de Dios y de la infidelidad de su pueblo. La alianza encuentra su pleno cumplimiento en Cristo y en la fundación de su Iglesia. Cristo sella el inicio de la nueva alianza al fundar su Iglesia sobre los Apóstoles, con Pedro como fundamento visible en la tierra: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? (Mateo 16,13) pregunta Jesús a sus discípulos. Después de escuchar varias opiniones, pregunta de nuevo: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro contesta: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (Mateo 16,16). Es una afirmación categórica de su divinidad. La pregunta de Jesús es también para nosotros, y hemos de contestarle con la misma seguridad de Pedro, con la firmeza sobrenatural de la fe: Tú eres mi Señor, mi Dios y mi Rey, perfecto Dios y Hombre perfecto, centro del cosmos y de la historia, centro de mi vida y razón de ser de todas mis obras.

 

Este riquísimo pasaje, que tiene muchos elementos para nuestra reflexión (el primado de Pedro, el reconocer a Jesús como Mesías personal, la respuesta de Jesús a Pedro, etc.), también nos hace meditar en un elemento que a veces pasa desapercibido y es la relación que hay entre la misión de Cristo y la cruz. Mateo nos dice que después de que Jesús se les descubre ya abiertamente como el Mesías, el hijo de Dios, comenzó a anunciar que tenía que sufrir mucho y morir (Mateo 16,21). De acuerdo a la mayoría de los exégetas, Jesús buscaba con esto quitar de la mente de sus discípulos la idea triunfalista que el judaísmo esperaba en relación al Mesías. El Mesías no sería un rey que gobierna desde un palacio, sino un Rey que reina desde una Cruz, y sus discípulos, si querían pertenecer al reinado de este rey debería aceptarlo como tal. Jesús exige a sus discípulos una fe inquebrantable en su Persona, hasta tomar la cruz sobre sus espaldas: el que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío (Mateo 10,38; 16,24) Nosotros queremos seguirle muy de cerca y le decimos: Señor, Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Y tendremos la valentía de dar a conocer en cualquier ambiente, nuestra fe y nuestro amor a Cristo vivo.

La reacción de Pedro (Mateo 16,22) manifiesta no solo el amor por el Maestro, sino la actitud errónea de los cristianos de buscar un paraíso sin cruz, un Mesías sin pasión. Por ello Jesús lo invita a reflexionar y a no pensar como los demás, sino a entrar en su corazón y aceptar el misterio de la Cruz. Es muy importante que nosotros, en medio de este mundo que nos invita al confort y a evitar a toda costa el sufrimiento, aceptemos que el seguimiento de Jesús forzosamente pasa por la Cruz. Los falsos paraísos propuestos por el mundo terminan siempre en desilusión; el camino de la resurrección pasa siempre por el dolor, por el dolor redentor.

Después de muchos siglos, Jesús sigue siendo para muchos, una figura desdibujada, inconcreta. Verdaderamente, siguen siendo actuales las palabras del Bautista: Entre ustedes hay uno a quien no conocen (Juan 1, 26). Nosotros creemos por la fe que Jesucristo es perfecto Dios y Perfecto Hombre, dos naturalezas distintas, una divina y una humana, distintas e inseparables, y una única persona increada y eterna, que se encarnó por obra del Espíritu Santo (Mateo 1,18; Lucas 1,31.35). Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13,8). Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos con ojos cansados o turbios. Sin Cristo nuestra vida es una gran mentira. Cristo es nuestra Vida, porque nos mereció la gracia, vida sobrenatural del alma; porque esa vida brota de Él y porque nos la comunica a nosotros. Cuando el Señor nos pregunte en la intimidad de nuestro corazón: y tú, ¿quién dices que soy Yo?, sepamos responderle con la fe de Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Camino, la Verdad y la Vida; Aquel sin el cual mi vida está completamente perdida.

 

No tengamos miedo de caminar detrás de Jesús, su amor nos sostendrá a cada paso. Aunque nos quedemos en el desierto esperando se cumplan sus promesas, afirmémonos en nuestra fe pues el Señor nunca nos abandonará. Pase lo que pase, aunque la situación sea desesperada reafirmemos con toda seguridad: Vengan, cantemos al Señor con alegría; cantemos a nuestro protector y Salvador. Entremos a su presencia con gratitud, y cantemos himnos en su honor. Porque el Señor es Dios grande, el gran Rey de todos los dioses. Vengan, adoremos de rodillas; arrodillémonos delante del Señor, pues él nos hizo. Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo; somos ovejas de sus prados (Salmo 95,1 – 3.6 – 7).

————————————————————

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.               

Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú
                               
 
 
 
 


Correo Yahoo!
¿Cansado de tanto SPAMí Nosotros te protegemos mejor
http://correo.yahoo.es


Enlaces de Devocionales Cristianos


DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí