Mientras conducía su rebaño de ovejas de un valle a otro, un pastor de 66 años de edad se ahogó accidentalmente. Se metió en el río para rescatar una oveja extraviada y fue llevado por las aguas. Su cuerpo sin vida fue hallado después de varias horas de búsqueda. Todo permite pensar que pastor y oveja se ahogaron juntos.
Este relato, ¿no nos recuerda el sacrificio del Señor Jesús, quien dio su vida por cada uno de nosotrosí Él declara: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28).
Cuando observamos un rebaño de ovejas, tenemos la impresión de que todos los animales son iguales y hacen lo mismo. Pero el pastor de ellas le dirá que conoce a cada animal individualmente y que cada uno tiene su carácter. Y sabe dar cuidados personalizados. Asimismo, nuestro Señor Jesucristo amó a todo hombre pecador, al punto de morir por él en la cruz. La parábola de la oveja perdida nos muestra con qué abnegación el buen pastor se pone a buscarla y, gozoso, la trae de vuelta al redil (Lucas 15).¿Puede usted reconocerse, primero como la oveja perdida y hallada, y luego como el objeto de los atentos cuidados de Jesús, el Buen Pastor?