[devocional-sabado] 20 de agosto de 2005 – Reflexiones junto a un Hormiguero.

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. A Dios nadie le vio jamás;
el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Juan 1:1, 14 y 18.

Reflexiones junto a un Hormiguero

       Un científico naturalista fácilmente reconocía la firma del Creador en todo lo que su microscopio le hacía descubrir. Pero no conseguía comprender ni aceptar que el Dios que había creado las maravillas del universo pudiera darse a conocer a la humanidad.

       Cierto día, cuando paseaba en el campo, se detuvo delante de un hormiguero; éste estaba cubierto con una gran cantidad de hormigas que se mostraban muy agitadas tan pronto como su sombra las cubría. ?¡Ojalá estas hormigas supieran cómo me intereso por ellas ?pensó él-, así no se molestarían por mi presencia!?.

       Luego, siguiendo el curso de sus pensamientos, se preguntó si alguna vez el hombre podría comunicar sus sentimientos a las hormigas. No ?se dijo-, porque para poder hacerlo sería necesario que el hombre se convirtiera en hormiga. Entonces, como un relámpago, una idea atravesó su mente: ?Es lo que ocurrió con nosotros ?reflexionó. El Dios que creó este mundo tuvo que hacerse hombre para que su criatura pudiera conocerle, y compartir sus sentimientos y sus pensamientosí.

       Dios se hizo hombre. Su Hijo, Jesucristo, tomó nuestra naturaleza para traducir a nuestro lenguaje lo que de otra manera seguía siendo incomunicable. ?El que me ha visto a mí, ha visto al Padre?, dijo él (Juan 14:9). Su palabras y Su conducta revelaron a Dios a la humanidad de una manera perfecta.

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