[MINISTERIO MUJER] Diferencias entre Hombres y Mujeres

DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES

Por: CARLOS MIRANDA

Hablando de las diferencias entre hombres y mujeres, un humorista dijo:«Hombre y mujer, un mismo planeta, mundos diferentes.» El escritor John Gray al hablar de estas diferencias título a su libro “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”.

Es cierto que hoy en día las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a su desempeño en la sociedad son mínimas. Pero es por esta misma razón que el entender las diferencias propias entre los sexos es tan importante. Si pretendemos que nuestra pareja responda a ciertas situaciones de la manera que nosotros responderíamos, nuestra relación estará caracterizada por la frustración, durante el poco tiempo que dure.

No necesita uno ser más que un observador casual para darse cuenta de que existen diferencias entre hombres y mujeres. Estas se externan en la manera en que socializamos, cuidamos nuestra apariencia, perseguimos nuestros intereses, cuidamos nuestras relaciones, etc. Y aunque uno pueda argumentar que estas diferencias se dan por el condicionamiento social, eso no niega el que existan.

Por muy interesante que sea una disertación sobre las posibles causas sociales, psicológicas, históricas, etc. de estas diferencias, para nosotros tendría muy poca aplicación práctica. Creo que lo que más te beneficiaría en este momento es conocer un poco sobre cuáles son estas diferencias, y cómo afectan tu relación con personas del sexo opuesto. Mi intención es que al entender esto, sepas aprovecharlas para disfrutar más estas relaciones.

En este artículo estaremos hablando de dos grandes grupos de personas. Entiendo que dentro de estos grupos existe una gran variedad de personalidades. Es por ello que cabe la posibilidad de que al leer acerca de las características del sexo opuesto, te sientas más identificada o identificado con estas que con las de tu sexo. Esto no es indicio de que tengas que ir al psicólogo. Las características que estaré mencionando se refieren, por así decirlo, al estereotipo de hombre y al estereotipo de mujer. No pretendo que todos los hombres exhiban todas las características que mencionaré de los hombres, ni que todas las mujeres exhiban las que mencionaré de las mujeres. El punto principal es entender que existen diferencias entre hombres y mujeres, y que podemos aprender a estar más que a gusto con estas diferencias, y no esperar que nuestra pareja siempre responda como nosotros lo haríamos.

Primeramente, debemos entender que el hombre y la mujer tienen intereses distintos.

Lo que es importante para cada uno como persona tiene una base diferente. El hombre (recuerda, por lo general) está orientado y motivado hacia la consecución de logros, hacia conquistas. La mujer está más interesada en el proceso, hacia los logros, y sobre todo en las relaciones personales involucradas en este proceso.

Durante un tiempo trabajé en una zapatería. No me llevó mucho notar que la experiencia de atender a un hombre que entra a una zapatería es muy diferente que la de atender a una mujer. Por lo general, cuando el hombre entra a una zapatería, es porque necesita zapatos. Esta necesidad es porque los que usa ya no le sirven más, o porque existe una situación que le requiere adquirir un par diferente a los que ya tiene. No era raro que el cliente se llevara sus zapatos nuevos puestos, y dejara los viejos. Así mismo, era raro que el hombre quisiera ver infinidad de modelos (después de todo, ¿qué tanta variedad hay en zapatos de hombre?) o que regateara mucho el precio. La necesidad existía, el camino a resolverla estaba bien delineado, tomaba la acción apropiada, y lograba su objetivo.

Para una mujer, comprar zapatos va más allá del satisfacer una necesidad práctica. Es todo un evento. Primeramente, era raro que una mujer llegara a comprar zapatos sola. Casi siempre iba acompañada de una amiga. La necesidad en este caso es poder compartir con alguien la experiencia. No es una necesidad práctica de zapatos la que lleva a una mujer a la zapatería. La necesidad es relacional, ya sea por la situación inmediata de compartir una experiencia con otra persona, o futura de ser aceptada en el evento social que amerita los zapatos en cuestión. Comprar zapatos le lleva mucho más tiempo a una mujer que a un hombre, y no necesariamente por contar con mayor variedad, sino porque para la mujer el proceso de comprar los zapatos y el compartir el proceso con alguien más (aunque fuera conmigo, el dependiente) es tan o más importante que la adquisición misma del producto.

En la relación de pareja, el hombre tiene ciertas metas u objetivos que le motivan a desarrollar la relación. La mujer es motivada por la relación en sí, y aunque también tenga ciertos deseos de hacia dónde quiere que progrese la relación, el proceso de desarrollo es más significativo para ella.

Otra área de gran diferencia entre hombres y mujeres es la manera de comunicarse.

Esto es algo que se presenta desde muy pequeños, según se puede ver al observar cómo juegan niños y niñas en el parque o el kinder. ¿A qué juegan las niñas? A la casita, la comidita, las compras… juegos que requieren interacción con otras personas, ya sean otras niñas o sus muñecas, y que giran totalmente en rededor de conversaciones. ¿A qué juegan los niños? A los camiones, las luchas, la guerra, el fútbol… juegos con una meta generalmente bien definida y que sólo requieren de expresiones monosilábicas en el mejor de los casos, y guturales en la mayoría. Rara vez, si es que se da el caso, veremos a dos niños jugar a la guerra sentándose a tomar té y compartir el uno con el otro qué acciones les gustaría tomar en esta guerra, y cómo se sienten al respecto.

Para el hombre, la comunicación tiene el propósito de dejar en claro, con el mínimo de palabras necesario, cuál es la situación presente. Para la mujer, la comunicación tiene el fin de permitirle compartir sus sentimientos respecto a la situación presente, situaciones similares en el pasado o posibles en el futuro, y personas involucradas en ellas. Desde tantas perspectivas como sea posible.

Es por esto que el hombre no ve la necesidad de continuamente declarar sus sentimientos hacia su pareja. Si le ha dicho que la quiere, y el sentimiento no ha cambiado, no hay razón de repetir la información. En ocasiones también se da el caso de que el hombre no está consciente, o seguro, de lo que siente. Como no puede establecer definidamente estos sentimientos, prefiere no decir nada al respecto. Por su parte, la mujer necesita continuamente escuchar cuál es el estado de la relación, principalmente en cuanto a sentimientos. Aun si el hombre no está seguro de qué es lo que siente, la mujer quiere saberlo. Es válido para el hombre decirle a la mujer que no está seguro de lo que siente, si es sincero y lo comunica apropiadamente.

Es necesario saber que, para la mujer, el cómo se comunican las cosas es tan importante como lo que se comunica. Para un hombre es suficiente que alguien le diga la información necesaria, basada en hechos tanto como sea posible. La mujer prefiere que el mensaje sea comunicado de tantas maneras creativas como sea posible. Por eso existen las florerías y negocios de tarjetas. Y es relevante no limitarse a estas opciones. Muchos hombres se asombrarían al saber el efecto que tiene en la mujer una notita con las palabras «Te Quiero», colocada en un lugar estratégico de tal manera que la sorprenda. Tip fundamental: estas notitas deben ser escritas en papel especial (o sea, no uno recién arrancado de la libreta) y con tinta que no sea negra ni azul. Aunque nunca lo admita ante sus amigos, un hombre realizará una gran inversión al comprar papel con diseños florales (o corazones, ositos, etc.) y un bolígrafo con tinta color lavanda.

La comunicación también se refleja en una tercera área de diferencia entre hombres y mujeres: la resolución de problemas.

De hecho, la diferencia comienza desde el punto de que, para el hombre, si existe un problema hay que resolverlo, de preferencia por uno mismo. Para la mujer, lo importante es hablar de la situación, e involucrar a otros en hablar de ella. Esto lo podemos ver en nuestras preferencias en cuanto a programas de televisión. Un hombre prefiere un encuentro deportivo, un problema que llegará a una resolución definitiva, aun si no es como él preferiría, y en el que no está involucrado emocionalmente; aunque es cierto que hay excepciones a esto último. La mujer prefiere las telenovelas, problemas basados en relaciones que se desarrollarán por meses, y de los cuales puede platicar extensamente con sus amigas.

Cuando el hombre enfrenta un problema, se retrae. John Gray habla de cómo el hombre se retira a «su cueva» cuando hay un problema. Esta cueva puede ser un lugar físico o una actividad en la cual el hombre pueda estar solo con sus pensamientos, ya sea para planear la solución al problema o para relajarse lo necesario para enfrentarlo. Lo último que busca el hombre es otra persona con quién hablar de su problema, a menos que haya determinado que necesita la ayuda de un experto, y entonces habla con este.

Cuando una mujer enfrenta un problema, lo primero que busca es alguien con quien platicarlo. De hecho, para la mujer no es tan importante encontrar la solución al problema como el que alguien la escuche y empatice con ella. Y podemos ver cómo surge conflicto en la relación. Gray señala que, para el hombre, la mujer le quita el tiempo al hablar demasiado, mientras que la mujer se siente ignorada porque el hombre no quiere escucharla.

Cuando la mujer le relata un problema al hombre, el hombre interpreta esto como que ella quiere que él lo solucione, y en cierto sentido le hace responsable de la solución. Es por eso que, al escuchar el problema que enfrenta la mujer, el hombre decide que es preciso hacer algo, «dame solo los detalles necesarios y yo me encargaré del resto». Pero la mujer no ha terminado de compartir sus sentimientos respecto al problema, y al notar que el hombre se impacienta con ella (porque quiere ir a resolver el problema), siente que a él no le importa cómo se siente ella, y que esto significa que ella no es importante para él.

De las cosas más valiosas que he aprendido desde que me casé, es que cuando mi esposa me cuenta algo que le sucede, no lo hace necesariamente porque quiere que yo le dé solución, sino porque quiere compartir sus sentimientos conmigo. Y es así que en ocasiones, cuando ella me está contando alguna situación y noto que empiezo a ponerme nervioso e impaciente, tomo un «tiempo fuera» y le pregunto: «¿Me estás contando esto porque quieres que lo resuelva o porque quieres que te escuche?» Dicho de la manera correcta (no como reproche, sino con interés genuino) ayuda grandemente a nuestra relación. La mayoría de las veces ella solo quiere compartir sus sentimientos conmigo, y entonces yo puedo relajarme y escucharle, afirmando de vez en cuando que la entiendo sin tratar de ofrecer una solución práctica y rápida. Así mismo, ella ha aprendido que en ocasiones es mejor que me deje solo un rato antes de preguntarme qué es lo que me preocupa.

El entender los diferentes acercamientos a la resolución de problemas nos ayuda en la cuarta área de diferencia entre hombres y mujeres: las necesidades que tenemos como personas.

En general, el hombre necesita ser necesitado y admirado, mientras que la mujer necesita sentirse amada y cuidada. Este es uno de los puntos en que se ve que la perspectiva de la pareja debe ser una de complementarse, no de ser dos personalidades iguales. También existe aquí una fuerte relación entre estas necesidades y los papeles tradicionales del hombre y la mujer, ya sean causa o resultado de estas.

Estas necesidades deben considerarse durante el desarrollo de la relación, especialmente en momentos de definición como la decisión de casarse. Un amigo mío se divorció y dejó a su esposa con dos niños pequeños. Al preguntarle el porqué, él me daba como la razón de fondo (por lo general sólo se dan muchas justificaciones superficiales) que él nunca estuvo seguro de quererse casar con ella. Por la forma en que se desarrolló la relación, en la cual por lo general ella decidía qué nivel de compromiso existía entre ellos, él nunca tuvo la libertad de “cazarla”. Asimismo, ella nunca tuvo la libertad de sentirse “perseguida”.

Para el hombre es importante cortejar y “atrapar” a la mujer, esto satisface su necesidad de ser admirado; para la mujer es importante sentirse lo suficientemente valiosa para merecer el esfuerzo de ser “acechada”, esto satisface su necesidad de ser amada. Por otra parte, al dejar que el hombre tome la iniciativa en la relación, se satisface su necesidad de ser necesitado, y el de la mujer de sentirse protegida. Esto no quiere decir que la mujer se vuelve pasiva. Como decía mi papá, «La ratonera no persigue al ratón, pero lo atrapa». La satisfacción de estas necesidades se puede dar en otras áreas de la relación, por ejemplo, cuando él le ayuda a reparar su auto, pero es en las decisiones importantes en cuanto al desarrollo de la relación cuando es más crucial tomarlas en cuenta.

Otra área donde es importante considerar estas necesidades es en la demostración física de afecto. Ya mencioné la importancia para la mujer en cuanto a la manera de comunicar las cosas. En la pareja, ambos quieren expresar su afecto por el otro físicamente, pero es bueno saber que las mismas expresiones no tienen el mismo significado para ambos. En una encuesta informal realizada en Estados Unidos se preguntó a hombres y mujeres cómo preferían que su pareja les demostrara afecto, con un beso apasionado o con un abrazo tierno. La mayoría de los hombres respondió que con el beso, la mayoría de las mujeres prefirió que su pareja las tomara en sus brazos. Y algunos escogieron ambas opciones.

Esta área de diferencia causa muchos de los problemas en la relación sexual de la pareja. El hombre responde con más facilidad a estímulos físicos. No solo es su respuesta más hormonal (por así llamarla), sino que es también más enfocada. Cuando el hombre recibe un estímulo, su cuerpo inicia una respuesta más que nada fisiológica y sin tomar en cuenta mucho más. En cierto sentido, se presenta una meta que alcanzar, y mientras más rápido se alcance mejor.

La mujer responde a estímulos emocionales. Su respuesta se da más en el área de los sentimientos, y toma en cuenta todo el contexto en que se da este estímulo. La mujer no reacciona con la facilidad y prontitud con las que lo hace el hombre, le lleva más tiempo y preparación. Una vez que comienza a responder, no le importa tanto una resolución física (orgasmo), sino el compartir la experiencia con su pareja.

Se da entonces la situación en que el hombre se enfoca en alcanzar la meta, y la mujer se siente usada. El hombre se sentirá satisfecho, ya que su necesidad es principalmente física, pero la mujer no se sentirá amada. Esto causará que la siguiente vez le sea aún más difícil responder a sus afectos, por temor de sentirse usada. Él lo interpreta como que no está haciendo lo correcto, que su desempeño no es suficiente, y lo hará con más esfuerzo y enfoque. Pero esto solo empeorará la situación. Al final, el hombre siente que «no es lo suficiente hombre”, y no satisface sus necesidades de sentirse necesitado y admirado. La mujer siente que fue utilizada, que cualquier otra mujer hubiera bastado, y no satisface sus necesidades de sentirse amada y protegida (ya que él no cuidó de sus sentimientos). Esta es una de varias razones por las que estoy convencido de que la relación sexual, para darse plenamente, debe reservarse para el matrimonio.

Tanto el hombre como la mujer deben estar conscientes, y ser cuidadosos, de que sus demostraciones de afecto, sobre todo las físicas, sean interpretadas correctamente por la otra persona.

En general, es bueno entender que en una relación entre personas de sexos opuestos, -ya sea amistad, noviazgo, o matrimonio-, ambos se acercan a ella con ciertas necesidades y perspectivas diferentes. Cuando buscamos que la otra persona no solo entienda estas necesidades, sino también que las satisfaga como lo esperamos, debemos prepararnos para una desilusión. Es muy difícil que nuestra pareja pueda satisfacer todas nuestras necesidades relacionales y personales, y el poner sobre ella esta carga es demasiado. Es aquí donde he visto que mi relación con Dios me ayuda de una manera muy real y práctica.

Paréntesis: Por lo general, en mi experiencia, cuando menciono a Dios, la respuesta tiende a ser que Él no tiene nada que ver con estas cosas. Que está bien que hablemos de El cuándo el tema sea religión, pero que no le traiga a colación en este tipo de temas. Sin embargo, en mi vida y la de muchos otros, he visto cómo un entendimiento correcto de quién es Dios, y Su relevancia práctica a nuestra vida diaria, ayuda a disfrutar nuestras relaciones más plenamente. Fin del paréntesis.

Es normal que, como personas, tengamos ciertas necesidades relacionales. Así fuimos creados. De hecho, nuestra razón de ser tiene que ver con las relaciones que tenemos con Dios mismo y con los demás. Los problemas surgen porque no somos seres perfectos, y de una manera u otra lastimamos a aquellos con quienes nos relacionamos. De hecho, son aquellos más cercanos a nosotros, a quienes más queremos, que podemos lastimar más. En este punto la relación sufre, y no se restaura hasta que la persona hiriente pide perdón y la persona herida perdona. Una vez que hay perdón, las personas vuelven a disfrutar su cariño y la relación puede continuar desarrollándose.

Nuestra relación con Dios es similar. De una manera u otra, ya sea activamente negándonos a aceptar sus deseos para nosotros, o ignorándole, hemos “lastimado” a Dios. Todos lo hemos hecho, de una medida u otra, en alguna ocasión. Esto ha causado que no podamos disfrutar de la relación con Él para la que fuimos creados. Y no podremos experimentarla hasta recibir el perdón que Él quiere darnos en cuanto se lo pidamos.

Una vez que disfrutamos esta relación en que Dios es nuestro Padre y nosotros verdaderamente somos sus hijos, muchas de las necesidades que tenemos como personas serán satisfechas por Él. Al no demandar la satisfacción de estas necesidades por parte de aquellos con quienes nos relacionamos, somos libres de poder disfrutar más a la otra persona.

En mi vida esto fue muy significativo en cuanto a mi necesidad de ser aceptado. Por mucho tiempo yo sentí que, principalmente debido a mi apariencia física, ninguna mujer podría llegar a amarme. Esto me hacía sentirme rechazado y a tener una autoimagen muy baja. El pensar que yo no valía mucho se reflejaba en mis acciones, y naturalmente alejaba a las personas. Cuando conocía a una mujer, estaba tan ansioso de ser amado y aceptado que inmediatamente tenía expectativas muy altas de ella, en cuanto a que me entusiasmaba la posibilidad de que esta chica sería quién me hiciera feliz. De alguna manera ella se daba cuenta de mi ansiedad y expectativas, por mucho que quisiera ocultarlas, se sentía incómoda conmigo, y prefería tratarme a distancia.

Cuando entendí que Dios no solo me ama y acepta tal como soy, sino que está dispuesto a hacer lo que sea para que yo pueda disfrutar de una relación personal e íntima con Él (como lo demostró al hacerse hombre y morir en la cruz), mi apreciación de mí mismo creció enormemente. Si Dios, quien todo lo sabe, piensa que yo soy digno de ser su hijo, que soy una persona con quien Él quiere relacionarse, yo debo ser alguien especial. Al verme de esta manera, dejé de tener la expectativa de que otros me hicieran sentir amado y aceptado, porque sabía que Dios ya lo hacía. Al liberar a mis conocidos, y conocidas, de esta responsabilidad tan grande pudimos disfrutar más nuestra amistad. Y en estas amistades se reafirmó que soy amado y aceptado. Eventualmente, cierta señorita empezó a amarme y aceptarme más que los demás. Hoy llevamos ocho años y medio de casados…

Hay dos cosas muy importantes que quisiera enfatizar al considerar nuestras relaciones. La primera es que debemos estar conscientes, y ser cuidadosos, de las expectativas que tenemos acerca de las personas con las que nos relacionamos. Por muy naturales que sean nuestras necesidades como personas, no debemos esperar que una sola persona las satisfaga. He encontrado que, más bien, cuando alcanzamos la relación con Dios para la cual Él nos creó, muchas de estas necesidades son satisfechas y somos libres de disfrutar más nuestras relaciones.

La segunda es que los hombres y las mujeres son diferentes. Entender esto nos ayuda a no esperar que nuestra pareja, o amistad del sexo opuesto, responda a nosotros o a las situaciones que vivimos como nosotros lo haríamos. Al comprender y aceptar estas diferencias, la otra persona se sentirá verdaderamente amada y valorada como persona. Asimismo, podemos apreciar y aprovechar estas diferencias para complementarnos. Si, como hombre, me cuesta trabajo, tomar en cuenta a las personas al resolver un problema, mi pareja puede ayudarme a no ser insensible hacia quienes trabajan conmigo, por ejemplo.

Te animo a que te vuelvas un estudiante del sexo opuesto. Que aprendas cómo son diferentes los hombres y las mujeres. Y que al conocer más sobre estas diferencias, sepas llevar mejor estas relaciones. Como resultado, mi deseo es que llegues a disfrutar al máximo de tus relaciones, con tus amistades, personas del sexo opuesto, tu pareja, y con Dios.

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