¿Ayúdame que yo te ayudaré?

    ¿Ayúdame que yo te ayudaré?

El labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa sólo por un momento. Proverbios 12:19

POR JOCABED CRUZ

¡Se convirtieron a Cristo unas cincuenta personas! ¡Fue todo un éxito, asistieron más de dos mil personas, no cabían más, había gente de pie hasta en la calle! ¡Sí, Dios sanó a muchos enfermos: cojos, ciegos, paralíticos, sordos, mudos y otros que no supe cuál era su enfermedad! ¡Todos lloraban, había gente tirada, conmovidos, quebrantados, hasta los niños! ¡Oh, claro, también oramos cerca de cinco horas, por poco y me salen cayos en las rodillas!

¿Cuántas veces escuchamos comentarios similaresí Ciertamente ocurrieron los hechos, pero no en esa proporción; se convirtieron tan sólo diez personas, el lugar difícilmente se llenó y uno que otro fue sano y por si fuera poco, algunos estaban dormidos a causa del largo tiempo que habían estado sentados.

No es que dudemos del poder de Dios para hacer milagros; lo que sucede es que en muchas congregaciones existen una, dos o más personas que exageran tanto las cosas, que hasta ellas mismas las terminan creyendo. Tal vez no lo hacen con mala intención, pero lo que dicen está multiplicado por la exageración, es decir, todo lo ven con una lupa. ¿Conoce usted a alguien así?

A pesar de saber que Dios opera cuando quiere y como a Él le place, y no tiene necesidad de que sus criaturas le echen una manita para hacer más notable el resultado; estas personas creen ayudar exagerando sus comentarios para persuadir a la gente de que Dios es realmente poderoso y capaz de hacer cosas sobrenaturales.

Conozco personas así, me imagino que usted también. Hay gente que miente consciente e inconscientemente con mucha facilidad, a pesar de saber que todo lo oculto al tiempo de Dios sale a la luz.

Abraham Lincoln solía decir que «es posible engañar a todos durante un tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no es posible engañar a todos todo el tiempo. La muerte ha de revelar el engaño si éste no ha sido descubierto antes; y la pobre víctima se ha de encontrar desnuda en la presencia de un Dios que no puede ser burlado.» Es cierto, la verdad no espera, llega en cualquier momento y cuando esto sucede, no sólo la persona queda avergonzada sino que en muchas ocasiones el nombre de Dios es vituperado a causa de un comentario falso, porque quienes saben la verdad, llegan a creer que el mover de Dios es un teatro y que las personas que son realmente sanados son paleros.

Sabemos que a Dios no le agrada la lengua mentirosa, y si no lo sabía ahora ya tiene conocimiento. Tome nota, cuando exageramos, estamos mintiendo, pues no estamos hablando lo que realmente es.

Aunque lo querramos justificar o disfrazar, exagerar es mentir.

El siguiente ejemplo muestra claramente cómo en ocasiones la persona acostumbrada a exagerar se ciega y cree estar haciedo un favor a la obra de Dios a fin de que Su nombre sea glorificado.

Cierto día, una hermana le confesó a su pastor con mucha preocupación lo siguiente:

– Me he acostumbrado a exagerar tanto las cosas, que no se qué hacer. ¿Puede usted ayudarme?
Él le contestó:

– La próxima vez que usted mienta de esa manera, vaya inmediatamente después a la persona a la cual ha mentido, y confiésele su pecado. Esto es lo que tiene que hacer.

– No creo que puedar hacer eso y, ¡la verdad no me gusta que usted le llame mentira a mi exageración!

¡Ah, cómo duele que nuestra falta sea confrontada como pecado! Una persona exagerada dice lo que le gustaría ver, se le hace fácil mentir y aumentar las cosas; algo pequeño lo hace gigante, y curiosamente en muchas ocasiones, lo que realmente es grande e importante no le da valor. ¡Cuidado!

Esto no significa que esté haciendo lo correcto o que Dios se agrade de su supuesta ayuda y las consecuencias pueden ser desastrozas.

Con esto no quiero decir que cierre su boca para no testificar de las maravillas de Dios; si lo hace, entonces las piedras tendrán que hablar por usted. Esto va más allá, testifiquemos, pero hablemos con la verdad. Cuando Dios sanó al endemoniado gadareno, le dijo que volviera a su casa y contará cuán grandes cosas había hecho Dios con él. El gadareno se fue por toda la ciudad contando lo que Jesús había hecho en su vida, no lo que él hubiera querido que hiciera, no le puso de su cosecha para que la gente creyera, simplemente dijo la verdad, y eso bastó para que muchas personas abandonaran sus malos caminos.

Eso es lo que Dios quiere que hagamos, que desechemos la mentira y hablemos la verdad. Ninguna mentira procede de la verdad, y creo que usted y yo sabemos quién es el padre de toda mentira, y si no lo sabe le recomiendo que lea Juan 8:44.

Pida a Dios que cambie su hablar, de manera que solamente hable conforme a la verdad. Entonces en todo será Dios realmente glorificado.

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