¿Cómo no deber nada para poder disfrutar de todo?
Ser discípulo de Cristo me quitó todos mis derechos, y una persona sin derechos es un esclavo.
Señor, una vez por todas quiero ponerme de acuerdo contigo en cuanto a mis derechos y responsabilidades. Aceptar a Cristo como mi Salvador significa que renuncio a todo derecho de tratar de justificar mis pecados ante ti. Jesús ya lo hizo por mí en la cruz. Pero aceptar a Cristo como Salvador incluye mucho más; debo renunciar también a todo derecho sobre mí mismo: o sea, sobre mi tiempo, mis talentos, mi futuro, mi todo.
Y allí radica el problema ?renunciar a mí mismo. Entregar los derechos personales significa renunciar a mis derechos sobre mi reputación. Él me dio el ejemplo cuando «se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo» (Filipenses 2.7). Significa también rendir mis derechos en cuanto a escoger mi lugar de servicio, por ejemplo, él «afirmó su rostro para ir a Jerusalén» (Lucas 9.51). Además incluye entregar mis derechos de adueñarme de mis posesiones: él no tuvo «dónde recostar la cabeza» (Lucas 9.58). También el derecho de hacer exigencias: él «no vino para ser servido, sino para servir» (Mateo 20.28). Hasta incluye renunciar al derecho de sustraerme del mundo y refugiarme en la vida privada. Más bien debo echarme las cargas de los demás. Él dijo: «No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer» (Mateo 14.16).
Cuando comencé a experimentar lo que es ser hijo de Dios, pensé dentro de mí, ¡Qué bueno estar libre de la carga y la culpa del pecado! Pero cuando comencé a entender lo que significa ser discípulo de Cristo, él me dio otra carga; la carga de los demás. Esta segunda responsabilidad me quitó todos mis derechos y una persona sin derechos es un esclavo: él tomó «forma de siervo» (Filipenses 2.7).
La mayoría de las veces cuando me siento fastidiado, cuando me dejo molestar por cualquier asunto, cuando me irrito o me enojo fácilmente (salvo que se trate de una afección física que no pueda controlar), pienso que se debe a que he querido tomar de nuevo para mí aquello que pensé haber rendido a Jesucristo. Estos sentimientos son casi siempre los de alguien que se siente amenazado en cuanto a sus derechos. ¿Qué me toca hacer? Volver a colocar en el Señor todos mis derechos y posesiones lo más pronto posible. Me regocijo de que haya sido hecho totalmente de «nuevo» porque soy una «nueva criatura» en Cristo (2 Corintios 5.17).
Calla delante del Señor y espera en él. No te alteres con motivo de los que prosperan en su camino, por el hombre que hace maldades. Salmo 37.7 rva
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