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Este es el sentido de la palabra conversión. Para resolver los problemas del hombre y del mundo se habla de obras de caridad, de reforma social, de solidaridad y ayuda humanitaria, pero se ignora la única verdad capaz de solucionarlos: la transformación interior del corazón de cada persona, es decir, la conversión. El problema del ser humano es en primer lugar espiritual y luego social. El cambio interior condiciona la actitud exterior. ¡Primero lo de adentro, luego lo de afuera!
Dios habla de esa necesidad en Ezequiel 36:26-27: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. La obra de Cristo en la cruz es lo único que hace posible ese cambio. “En ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12).
El hijo perdido de Lucas 15, al darse cuenta de su miseria moral ante Dios, declaró: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado” (v. 18). Entonces se levantó; es la media vuelta, la conversión. Después, en los brazos paternales, confesó su pecado, y conoció el perdón y la paz (v. 20).
Sí, en esto reside todo el problema. Mientras nos hagamos ilusiones respecto a nuestro propio corazón, creyendo hallar en él el bien y cerrando los ojos al mal que también se encuentra allí, no estaremos dispuestos a dar la media vuelta que implica el arrepentimiento y la fe en Jesucristo para salvación.
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