Dicha eterna junto alSeñor.

¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección! Yo te he dicho: Tú eres mi Señor, mi bien; nada es comparable a ti. Los dioses del país son poderosos, según dicen los que en ellos se complacen, los que aumentan el número de sus ídolos y los siguen con gran devoción. ¡Jamás tomaré parte en sus sangrientos sacrificios! ¡Jamás pronunciaré sus nombres con mis labios! Tú, Señor, eres mi todo; tú me colmas de bendiciones; mi vida está en tus manos (Salmo 16, 1 – 5).

Repito estas palabras, te digo a ti y a todo el mundo, y a mí mismo que soy de veras feliz en tu servicio, que me dan pena los que siguen a otros dioses, los que hacen del dinero, del poder, del placer, de la fama, del éxito, las metas de sus vidas; los que se afanan sólo por los bienes de este mundo, y sólo piensan en disfrutar de de gozos terrenos y ganancias perecederas. Yo no he de adorar a sus dioses, aunque caigo en la cuenta que también los adoro en secreto y me postro ante sus altares; también yo busco el placer, las alabanzas y el éxito, y aún llego a envidiar a aquellos que disfrutan los bienes de este mundo. Sigo buscando la felicidad fuera de ti, a pesar de saber perfectamente que sólo se encuentra en ti. Por eso mis palabras no son jactancia, sino plegaria, no son constancia de victoria, sino petición de ayuda; hazme encontrar la verdadera felicidad en ti: Primoroso lugar me ha tocado en suerte; ¡hermosa es la herencia que me ha correspondido! (Salmo 16,6).      

 

Señor, me adviertes del peligro de guiar a los demás sin antes cuidar mi vida interior (Lucas 6,39 – 42). El primer apostolado es luchar personalmente por ser santo, por ver con claridad el camino, por quitar esos defectos que me apartan de Ti. No me dices que no ayude a los demás, sino que primero empiece por luchar yo mismo. Enséñame a apreciar la propiedad que me has asignado en tu Reino, a disfrutar de veras con tu herencia, a deleitarme en tu palabra y descansar en tu amor.   

Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad, para que la misericordia, y no el rencor; preceda a aquella corrección.

Señor, quieres apartarme del peligro de juzgar a los demás, de señalar sus defectos y limitaciones, sin darme cuenta de que yo tengo también los míos, a veces incluso mayores que los de los demás. ¿Cómo voy a guiar a los demás si yo mismo voy a tientasí ¿No caeremos los dos en el hoyo? Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti (Salmo 16,11).

Así como el tomarse la vida cristiana en serio lleva a hacer apostolado, también es verdad que el tomarse el apostolado en serio lleva a mejorar en la vida interior. Porque el cristiano ha de ser ejemplo para los demás: ha de ser como el mismo Cristo; debe actuar con compasión y personar. Hemos sido perdonados por la muerte de Jesús en la cruz, entonces debemos perdonar y no condenar. Aunque hayamos sido ofendidos o heridos, aunque la verdad nos de la razón para juzgar, si no actuamos con amor seguimos siendo nada (1 Corintios 13,2). Pero ¿cómo puedo parecerme más a Ti?  Todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro. Para empezar, me pides que me tome en serio mi formación espiritual: El propósito de esa orden es que nos amemos unos a otros con el amor que proviene de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera. Algunos se han desviado de esto y se han perdido en inútiles discusiones. Quieren ser maestros de la ley de Dios, cuando no entienden lo que ellos mismos dicen ni lo que enseñan con tanta seguridad. Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella conforme al propósito que tiene. Hay que recordar que ninguna ley se da para quienes hacen lo bueno. La ley tiene en cuenta a los rebeldes y desobedientes, a los malvados y pecadores, a los que no respetan a Dios, a los que matan a su padre o a su madre, a todos los asesinos, a los que cometen inmoralidades sexuales, a los homosexuales, a los traficantes de esclavos, a los mentirosos y a los que juran en falso; es decir, a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza. Y esto es lo que enseña el glorioso evangelio que el Dios bienaventurado me ha encargado (1 Timoteo 1,5 – 11).

 

Examinemos nuestra propia conducta en la oración, pidiéndole al Espíritu Santo que nos haga ver los hábitos y actitudes que debemos cambiar; para ser capaces de actuar con amor y compasión en lugar de juzgar y criticar.

 

Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio, a pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía. Y nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que podemos tener gracias a Cristo Jesús (1 Timoteo 1,12 – 14).

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
 
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú

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