Evang?licos y pol?tica

ECUPRES, especial para ARGENPRESS
Octubre 21 de 2005

EVANGÉLICOS EN POLÍTICA

Por Domingo Riorda

Por distintos caminos, incluidos los de comunicación masiva, se informa
como gran novedad la participación de pastores y laicos y laicas, del
espectro evangélico, en la política activa.

Resulta llamativo que se introduzca el tema como si fuese la primera
vez que líderes evangélicos participan activamente en cuestiones de la
vida del país. Se ignora a quienes a fines de 1800 y en las primeras
cinco décadas de 1900, fueron partícipes de gestas como la abolición de
la categoría de los cementerios para católicos y disidentes, la defensa
de la Escuela Pública, el respeto a las minorías religiosas, la lucha a
favor de la paz en movimientos como los de la ‘No violencia’ y una
serie de jalones que enorgullecen el historial evangélico, incluida la
defensa de los Derechos Humanos en el último tercio del siglo pasado.

Esta injusta borratina del pasado es utilizada para resaltar la
atención hacia quienes, en el presente, decidieron actuar en la
política activa. Provenientes desde el confuso sector de ‘evangelistas’
y del de ‘evangélicos’ que intentan, consciente o inconscientemente,
apropiarse del término, tienen en común que siempre se opusieron a la
posibilidad de que los o las ‘creyentes’ tuvieran participación directa
en política.

No es necesario rastrear en lejano pasado para encontrar datos sobre
ese particular. En la década del 70 e inicio de la del 80, en la oscura
noche de Argentina, desde los mencionados sectores, los evangélicos
involucrados en la defensa de los Derechos Humanos eran denostados
catalogándolos de ‘izquierdistas’, ‘izquierdosos’ o ‘comunistas’.

Posteriormente, en la década del 90, hubo algunos atisbos de pálido
reconocimiento por esas gestiones en las que estuvieron activas
iglesias con nombre y apellido, pero rápidamente pasaron al olvido.

Un nuevo capítulo comenzaba en el historial de los evangélicos en
Argentina. Aparecen quienes, sin confesar errores, injusticias y lejos
del reconocimiento meramente humano, descubrieron, como Colón, la
América de la participación en la política activa como si fuese el
último electrodoméstico incorporado al mercado.

Al examinar la tendencia política del promocionado sector, se
encuentran pistas interesantes. Para utilizar categorías aún vigentes,
asequibles al lenguaje diario, los mencionados religiosos están desde
el centro derecha a la derecha política.

Esa ubicación ideológica alumbra el porque cierto periodismo le dio
espacio a los nuevos actores políticos, en oportunos momentos de
incorporación de votos hacia esos sectores, y que filtran
sistemáticamente la información referida a otros actores políticos
religiosos, como es el caso de los de la Iglesia Católica Romana que no
responden a las directivas oficiales.

No se trata de negar la libertad de decidir en qué lado se ubica cada
cual, sino de clarificar el espacio donde se encuentran las personas,
más allá de los lemas seudocristianos que se utilicen. Es decir, que la
decisión de activar en una ideología determinada no debe disfrazare con
pasajes bíblicos ni con la soberbia de que ahora tenemos la justa.

En este aspecto es oportuno recordar que personas y grupos de
orientación religiosa similar, apoyaron a Fujimori en Perú y en
Guatemala llevaron al poder a un innombrable que fue uno de los más
penosos dictadores latinoamericanos. En ambas circunstancias, los
evangélicos/evangelistas actuaron con el apoyo económico y estratégico
desde el exterior, tanto en los medios de comunicación como en el
protagonismo directo.

Esa situación, que ocurre hoy en casi todos los países
latinoamericanos, abre un abanico de luces amarillas en el análisis
nacional e internacional.

Los referidos sectores, de tendencia evangélica, tienen iguales
posturas a la Iglesia Católica Romana en asuntos de índole personal,
como sobre el sexo, la familia, separación de buenos y malos. También
en cuestiones estructurales, de fondo, peligrosas, como la de relación
Iglesia/Estado que, al estar en minoría abogan por la independencia de
la Iglesia desde el Estado, pero si tendrían mayoría instalarían una
concreta teofanía, como ocurre actualmente en Estados Unidos, más allá
de que institucionalmente aparezcan separadas. Puede cambiar la marca
religiosa, pero se mantiene la misma situación de reparto del poder y
la riqueza.

Este punto puede ser un útil vector para trasladarse el referido olvido
del pasado. En la activa participación social de evangélicos de fines
del XIX y mitad del XX, había una impronta común, el cambio estructural
de la sociedad.

Los temas de los cementerios, defensa de la Escuela Pública, libertad
de expresión, separación Iglesia-Estado, apuntaban hacia ese objetivo.
Aún la polémica con la Iglesia Católica Romana tenía tal atisbo, ya que
en la especificación de los errores doctrinales los evangélicos
apuntaban claramente a que esa prédica del catolicismo romano fabricaba
una sociedad sumisa y corrupta mientras que la meta era un ciudadano y
ciudadana honesta y con ejercicio pleno de la libertad.

Así que, la borratina del pasado, que acompaña la promoción de los
nuevos descubridores de lo que ya existía, es una manera de evitar el
contagio con aquellas historias de hombres y mujeres que, enrolados en
la centralidad de la fe en Jesucristo, abogaban por una nueva sociedad.


TITO PÉREZ
Director
www.prensaprotestante.com

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