Vasos de barro y de madera

ALIMENTO DIARIO

Lectura con Reflexión: Génesis 4:26; Colosenses 1:24; Efesios 1:22-23; Juan 1:12

«En una gran casa no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Unos son para usos honrosos y otros para usos viles» (2 Timoteo 2:20).

VASOS DE BARRO Y MADERA

En 2 Timoteo 2:20, el apóstol Pablo nos comparte una perspicaz lección: «En una gran casa no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Unos son para usos honrosos y otros para usos viles». ¿Qué representa esta «gran casa»? Se refiere al conjunto de creyentes, es decir, la cristiandad en su totalidad. Cuando creemos en el Señor, invocamos Su nombre y somos bautizados, ingresamos en un solo Cuerpo (1 Corintios 12:13), que es el Cuerpo de Cristo. Tanto Colosenses 1:24 como Efesios 1:22-23 nos enseñan que la iglesia es el Cuerpo de Cristo; estos términos son intercambiables. Estar en el Cuerpo de Cristo es estar en la iglesia. A los ojos de Dios, todos los bautizados son incorporados en un solo Cuerpo, lo que significa que son miembros del Cuerpo de Cristo y, por ende, forman parte de la iglesia. Todos aquellos que han nacido de Dios son, a la vez, hijos de Dios (Juan 1:12) y miembros del Cuerpo de Cristo, y, por tanto, son parte de la iglesia.

Nosotros, los creyentes, somos la iglesia y conformamos el Cuerpo de Cristo. Esto nos motiva a compartir el evangelio con todos, ya que todos formamos parte de esta gran casa. Cuando compartimos el evangelio con los gentiles, les predicamos la gracia, les anunciamos que el Señor Jesús murió por sus pecados, fue crucificado y derramó Su sangre por ellos. Les explicamos que, sin resolver el problema del pecado, no pueden acercarse a Dios y que, de no hacerlo, perecerán, ya que el salario del pecado es la muerte. Este es el evangelio de la gracia que Pablo predicó. En 2 Timoteo 2:20, Pablo menciona vasos de barro, madera, plata y oro. Permítanme hacer una aplicación basada en nuestra experiencia: en la Biblia, el ser humano se asemeja a un vaso. Romanos 9 nos dice que el alfarero tiene la autoridad de modelar vasos de barro, algunos para honra y otros para deshonra. Los vasos de barro son frágiles y pueden romperse. Antes de ser salvos, todos éramos vasos de barro. Adán fue creado a partir de barro, por lo que todos nosotros también somos vasos de barro. Un vaso de barro es extremadamente frágil y se quiebra con facilidad bajo presión. Todos éramos así antes de nuestra conversión.

En nuestra vida anterior, éramos orgullosos y nos considerábamos superiores a lo que realmente éramos. Cuando alguien nos criticaba o hablaba mal de nosotros, reaccionábamos instantáneamente, lo cual es un claro signo de orgullo. No podíamos tolerar ninguna forma de crítica o adversidad. Cualquier cosa que nos afectara nos hacía quebrarnos. Por eso, cuando los descendientes de Adán se dieron cuenta de su debilidad, fragilidad y mortalidad, comenzaron a invocar el nombre del Señor. En Génesis 4:26, «Enós» significa mortal, y esta generación reconoció: «Somos vasos de barro frágiles. Oh Señor, te necesitamos».

Cuando invocamos el nombre del Señor, estamos expresando nuestra confianza en Él. Sin el Señor, carecemos de alegría, seguridad y paz. La falta de alegría nos lleva a buscar placeres temporales y pecaminosos para intentar llenar ese vacío. Sin embargo, esta alegría es efímera y desaparece rápidamente. Necesitamos confiar en el Señor, exaltar Su nombre y, a cambio, Él nos brinda alegría. Únicamente la alegría que proviene de Dios puede satisfacernos, ya que Él mismo es nuestra fuente de alegría y seguridad. Sin Dios, no conocemos la paz ni la seguridad. Al invocar el nombre del Señor, encontramos paz, alegría y seguridad.

La madera simboliza la naturaleza humana. En el segundo período de dos mil años en la historia de la humanidad, durante la era de la ley, el pueblo de Israel creía que podía cumplir todas las leyes del Señor (Éxodo 19:8) sin reconocer la debilidad de su propia naturaleza humana. Hoy, podemos aplicar esto a los creyentes salvos y bautizados, ya que, al ser hijos de Dios, aún enfrentamos la realidad de una naturaleza humana caída que requiere transformación.

Dong Yu Lan

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