Humildad.

Porque el que a sí mismo se engrandece ser? humillado, y el que se humilla ser? engrandecido (Lucas 14,11).

Ser humilde es declararse vac?o y sin categor?a, es admitir ante Dios que no tenemos poder, derechos ni privilegios. Dios posee todo el poder y la grandeza; y nosotros, criaturas suyas, sÉlo tenemos los dones que Él nos ha dado, dones que dependen de Él. Por tanto nos sometemos a Dios, nuestro Señor y Creador Oh Señor, feliz aquel a quien corriges y le das tus enseñanzas para que tenga tranquilidad cuando lleguen los días malos (Salmo 94,12 – 13). Sin humildad ninguna virtud es verdadera. La humildad es la llave que abre la puerta de Dios, pues sÉlo el reconocimiento cabal de nuestra nada puede hacernos preciosos a los ojos del Creador.

La humildad es una virtud no practicada ni buscada en el mundo moderno; tanto hombres como mujeres luchan constantemente por progresar y verse bien; generalmente tratamos de ensalzarnos y no de humillarnos. Vemos en la vida de los hombres, la misma actitud: ¡cu?nto esfuerzo para ser consid erados y admirados, y qué poco para estar cerca de Dios! La falsedad de esta miop?a espiritual queda en claro cuando empezamos a entender qué es lo que Dios realmente valora. Dios nos ha dado el ejemplo supremo de humildad. Su ?nico Hijo Jesís, perfecto en todo sentido, se hizo d?bil y mortal para llevar a cabo nuestra salvaci?n. San Pablo escribi?: Quien siendo por naturaleza Dios, no consider? la igualdad con Dios como cosa a qué aferrarse, sino que renunci? a lo que era suyo. Tomando la misma naturaleza de un siervo, siendo hecho a semejanza humana y present?ndose como un hombre cualquiera, se humill? a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que ante ese nombre concedido a Jesís, doble n todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Filipenses 2,6 – 11).

Dios quiere que imitemos a Jesís. Para hacerlo, debemos abandonarnos a la gracia de Dios porque por nosotros mismos somos incapaces de ser humildes. La humildad es obra del Espíritu en nosotros, que crece cuando caminamos fielmente con Jesís, y si queremos mantener ese caminar es preciso dedicar un momento diario a la oraci?n privada, alabanza y adoración a Dios; examinarse la conciencia diariamente, arrepinti?ndose de todos sus peca dos y pidi?ndole al Espíritu Santo que nos transforme el corazón y la mente. Cada día leer la Escritura pidi?ndole al Espíritu Santo que nos ilumine la mente para entenderla y para facilitar el crecimiento espiritual.

¡¡¡Padre eterno, T? nos has prometido que si nos humillamos seremos engrandecidos, es decir que adquiriremos el conocimiento del amor y la gracia del reino de los cielos. ¡Qu? mejor exaltaci?n que admirar la faz de nuestro Padre!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per?

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