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El Nuevo Diario / Nicaragua
Domingo 16 octubre 2005
Alertas Google

EL IMPERIO NUNCA SERÁ DIOS

Isaías 45,1,4-6:
No hay otro Dios más que Yahvé

Salmo 95,1.3-5.7-10:
Aclamad la gloria y el poder del Señor.
1 Tesalonicenses 1,1-5b:
Dios nos ha elegido

Mateo 22,15-21:
A Dios lo que es de Dios

Isaías, profeta de esperanza

Nos encontramos con un texto que se encuentra ubicado en lo que se
llama el «Segundo Isaías» o «libro de la consolación» del pueblo de
Israel. Este dato, aparentemente simple, nos permite entrar al texto
desde una clave de interpretación especial.

Isaías, el profeta del juicio y el castigo, siempre tiene al final una
palabra de ánimo, de esperanza, de consolación, sobre todo en estos
tiempos cuando las propuestas alternativas son buscadas por el sistema
globalizante para eliminarlas. Yahvé habla a Ciro -persona que no
conoce a Dios, insiste el texto- y le habla para encomendarle una
misión.

Es decir: no conocer a Dios no es una limitación para ser llamados a
anunciar sus palabras de consuelo. El monopolio de la elección de Dios
por parte de sólo un pueblo entre todos los pueblos de la humanidad, se
desdibuja ante este relato del profeta. Constatamos que un «no judío»
puede servir también de mediación adecuada para la actuación de Dios.

En Pablo, la realidad que Isaías presenta como alianza es elección en
comunidad (tenemos presente la obra de su fe, los trabajos y, sobre
todo, la tenacidad de su esperanza). Son las palabras de Pablo y
compañía a la comunidad que se reúne en Tesalónica, que vive bajo la
acción del Espíritu Santo..

No endiosar a nadie

El evangelio de Mateo -el más comentado en la historia de la iglesia y
a la vez el evangelio del cual se ha hecho la interpretación más
dogmática y espiritualista- es el marco de un texto polémico en un
contexto social donde se divinizaba al emperador.

El evangelio de Mateo es la primera síntesis de la tradición judía y
cristiana después de la destrucción del templo de Jerusalén en la
guerra de los años 66-74 d.C. El texto que hoy leemos forma parte de
una serie de controversias entre Jesús y los fariseos (y otros grupos)
sobre temas como el tributo, la resurrección de los muertos, el
mandamiento principal, el hijo de David… Todas estas controversias
tienen como telón de fondo la confrontación de Jesús con la ley romana.

Bajo el tema del tributo, una realidad que sufrían las comunidades
cristianas (en las que se escribió el evangelio) bajo el dominio del
imperio romano, el pueblo de Israel -que siglos antes había soñado una
sociedad como confederación de tribus donde el único Señor fuese Dios,
el Dios de la liberación- vive ahora las consecuencias de una monarquía
que exprime al pobre para sostener su estructura.

Los más pobres son los más afectados por la política fiscal, pues la
tasación recaía más directamente sobre los que trabajaban la tierra,
campesinos o inquilinos. Pero yendo un poco más allá del tributo,
fijémonos en la figura del emperador. Roma cargaba sobre sí la
influencia del mundo religioso de Egipto y Grecia. La relación de los
romanos con estos dioses forma parte de la estructura ordinaria y
cotidiana de la vida social: se entendía al emperador como un dios,
Roma era una teocracia.

El imperio nunca será Dios

Las comunidades cristianas que habían optado por otra forma de entender
la relación con Dios, con el Dios de Jesús, con el Abba, no podían
entender cómo el emperador se presentaba como Dios, y se enfrentan a la
religión oficial optando por lo alternativo, que en este caso es la
propuesta de vida en pequeñas comunidades de hermanos y hermanas.

Ante esta realidad, la comunidad cristiana busca en la experiencia
vivida con el Maestro y nos trae al escenario esta frase que ha
conseguido ser aceptada como adagio popular: «al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios». Por tanto, ya en los albores de la
reflexión de la comunidad está la conciencia de que el emperador no es
Dios y nunca lo será, porque Dios es amor, justicia, amor, igualdad…
valores ausentes en cualquier imperio, de cualquier época. Con el
correr del tiempo lo que es alternativo se transforma en oficial, y se
hace necesario reemprender el camino de la creatividad, de la
renovación, de lo alternativo.

En la actualidad no hay emperadores que se presenten como Dios, pero sí
nos encontramos con ciertas estructuras religiosas monárquicas e
imperiales que, lejos de reflejar la vivencia de la comunión entre los
hermanos y hermanos, pretenden imponer la explotación de los pobres al
mejor estilo del imperio. Por eso, al leer este texto desde el hoy,
tenemos que decir con voz profética: «a la estructura oficial religiosa
lo que es de ella» y «a Dios lo que es de Dios», o sea, «a Dios Padre y
a su Reino toda nuestra entrega y fidelidad».

El evangelio de Mateo, con su fuerza eclesiológica renovadora, nos
impulsa a trabajar incansablemente por una iglesia más cercana a la
propuesta de Jesús, más centrada en las personas, en las relaciones
entre los hermanos, y menos pendiente de la norma y estructura, cuya
atención no puede ponerse por encima de la justicia y de la defensa de
los pequeños, los predilectos de Dios.

Tomado de: servicios.koinonia.com


TITO PÉREZ
Director
www.prensaprotestante.com

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