La Misericordia del Señor

La Misericordia de Dios

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo? El Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temeré Solo una cosa he pedido al Señor, solo una cosa deseo: estar en el templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarlo en su templo y contemplar su hermosura (Salmo 27,1.4).

 

Jesús relató parábolas para enseñar que Dios quiere que todos nos arrepintamos; trata de explicarnos que no hay pecado que sea tan grande como para impedirnos la entrada al reino del cielo. Pero a veces limitamos a Dios; creemos que él perdona ciertos pecados, pero que hay otros que son demasiado graves, terribles o vergonzosos como para ser perdonados. Suponemos que las personas que han cometido faltas como maltrato a la esposa, abuso de niños, adulterio, aborto, etc. no pueden ya recibir la misericordia de Dios. La verdad es que no hay ningún pecado por espantoso que sea que no pueda ser perdonado por Dios. En nuestra propia vida puede haber pecados que nos causan enorme vergüenza y remordimiento, y que nos hacen dudar de si Dios realmente querrá aceptarnos de nuevo. Jesús enseña que Dios ama al pecador; él busca al que parece estar alejado. No hay ningún pecado que pueda separarnos del amor de Dios cuando nos arrepentimos con humildad y sinceridad Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú Señor, te harás cargo de mí (Salmo 27,10). Pablo nos recuerda las enseñanzas de Jesús (Mateo 7,1) de no juzgar por nosotros mismos, sino dejarlo todo a la bondad del Padre (Romanos 14,1 – 14).

Las parábolas que se relatan en Lucas 15,1 – 10 nos reflejan el enorme gozo de encontrar lo que se había perdido. Jesús nos dice: Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte. La predicación del Señor atraía por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor. Él no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, y por eso fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor Yo estoy convencido de que llegaré a ver la bondad del Señor a lo largo de esta vida(Salmo 27,13). Los fariseos le tenían envidia porque la gente se iba tras Él, y esta actitud farisaica puede repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que los pecadores puedan convertirse y ser santos; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que hacen los demás y alegrarse de ello. Estas parábolas también demuestran que el gozo de nuestra fe es algo que debe compartirse con los demás. La vida cristiana no debe vivirse aisladamente; por el contrario, compartiendo la fe podemos experimentar mejor lo que significa ser hijo o hija de Dios¡Ten confianza en el Señor! ¡Ten valor, no te desanimes! ¡Sí, ten confianza en el Señor!(Salmo 27,14).

¡¡¡Padre celestial, ayúdanos a creer que tú nos quieres tuyos y que no hay pecado tan grande que tú no puedas perdonar. Danos el deseo de buscar tu perdón; no dejes que nada nos impida volver a tu lado!!!


Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
 
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí