[GRUPOMINISTERIOMUJER]¿No toquen a mi hijo!

Familia
Noviembre 2005
La crianza de hijos en tiempos difíciles
¡No toquen a mi hijo!
Los padres sabios saben lo que significa ayudar a sus hijos estar en el mundo, pero a no ser del mundo, permitiéndoles correr riesgos, fracasar, sufrir pérdida y dolor, pero solo por un tiempo.
 
No conozco un dolor mayor que ver sufrir a nuestros hijos. Los momentos en que he visto a otro niño empujar a uno de mis hijos en el patio, o cuando un joven le ha roto el corazón a mi hija, me han asustado con la furia que se levanta por dentro.
Soy padre y mi tendencia es proteger del mal a mis hijos. Puedo soportar el empujón infantil en el patio de juegos con relativo dominio de mí mismo, pero las heridas más profundas v las injusticias de la vida sacan a la superficie una demanda que dice: ¡Puedes herirme a mí, pero no toques a mi hijo!

Creo hasta lo más recóndito de mi ser, que debemos sufrir si vamos a madurar; y esa es una de las maneras en que nos hace madurar el ser padres. Es verdad para los padres y las madres, y me duele que también sea verdad para los hijos.

A mis hijos no siempre los elegirán para participar en las obras de teatro de la escuela, ni alguien les pedirá que vayan a la fiesta de fin de año con ellos, pero cuando los desprecian y yo veo las nubes de dolor que se ciernen sobre ellos o el rostro marcado por las lágrimas, quiero hacer lo que sea necesario para aliviar su dolor.
 
Un padre que no siente estas sobrecogedoras sensaciones está apartado en lo emocional, o aun peor, es hostil de forma abierta. Si no estamos dispuestos a que nos maten por nuestros hijos, no hemos aliado nuestras almas con su bienestar.
Por otro lado, sucumbir al impulso de proteger sin dominio de uno mismo y sabiduría, es ahogar y envolver a nuestro hijo en el insufrible enredo de nuestra propia alma. El padre que protege demasiado no solo ahoga a un hijo, sino que crea una relación siamesa que conforma al hijo a la tendencia de su padre, en lugar de permitir que el hijo se desarrolle siguiendo el camino que escogió Dios.

El llamado de un padre es a modelar cómo deben sufrir. Los hijos comprenderán el valor del poder redentor del sufrimiento, solo si lo ven en las vidas de sus padres. Los hijos deben llegar a ver que la calamidad nos revela nuestros límites, nuestra necesidad y nuestras debilidades. El dolor nos recuerda la desesperada necesidad que tenemos de nuestro Padre.
Si Jesús aprendió la obediencia por el sufrimiento, del mismo modo deben aprender nuestros hijos. Entonces, ¿cuanto tiempo es suficiente? ¿Cuándo sabiduría y no protección que busca intervenir para aliviar el sufrimiento? ¿Cuándo es permitir que un hijo soporte el sufrimiento un frente falso para el abuso emocional?

La sabiduría no ofrece respuestas en forma de fórmulas, ni tampoco quita el riesgo de que podamos fracasar aun cuando nuestras intenciones sean buenas.
 
Las voces de nuestro pasado

Una pista para conocer la respuesta adecuada a ?¿Cuánto tiempo?? es escuchar las voces de nuestro pasado. Cuando teníamos la edad de nuestros hijos, ¿dónde fracasamos, sufrimos y hubiéramos querido que nuestros padres nos rescataran?
La respuesta puede decirnos si somos demasiado raudos en intervenir en forma prematura y proteger a nuestros hijos. ¿O en qué ocasiones nuestros padres hicieron más de lo debido para impedirnos que sufriéramosí Ese quizá sea el lugar en el que seamos muy dados a guiar a nuestros hijos a que sufran por mucho tiempo.
Nuestros hábitos para criar a nuestros hijos a menudo son una reacción de lo que quisimos y no recibimos de nuestros propios padres.
Otra pista viene de escuchar la tendencia de nuestro hijo. Un niño puede estremecerse a la primera insinuación de una circunstancia que le produce miedo y otro se puede lanzar a enfrentar un desastre inminente. La clave de ambas tendencias es el equilibrio entre estar ¿en y no ser? del mundo. Estar en el mundo significa que sabemos calcular, a la luz de nuestras habilidades y deseos, los riesgos y las recompensas de cualquier peligro.
Tal vez no sea conveniente continuar con un programa de baloncesto, si su hijo es el más bajo de la clase a menos que a él en realidad le guste el deporte y tenga otras marcas de fortaleza como una gran velocidad y agilidad.
 
¿Qué demanda la sabiduría? ¿Dejamos que nuestros hijos calienten la banca en el baloncesto cuando podrían ser fantásticos corredores de distancias largasí ¿Dejamos que nuestro hijo juegue con muchachos mayores en el vecindario, aun cuando a menudo es el lastimado o al que dejan de lado? La manera adecuada de determinar el momento de la intervención es mediante la conversación con nuestro hijo. La mejor intervención no es en forma unilateral, sino de diálogo.
El verdadero diálogo requiere conocimiento de la tendencia de nuestro hijo. ¿Es hablador o solitario? ¿Soporta mucho o poco el dolor? ¿Permite que las palabras y las opiniones de sus compañeros por lo regular ejerzan influencia en sus eleccionesí
Si sabemos cómo piensa un niño, al menos en parte, nos permite formularle preguntas difíciles: ¿Cómo vas a hablarle a tu entrenador que te maltrata con palabrasí ¿Qué vas a hacer cuando los niños mayores se burlen de ti?.

El diálogo invita al niño a nombrar lo que quiere de usted cuándo está dispuesto a su intervención. Esto es parte de escuchar a su hijo a fin de que logre obtener sabiduría.
 
Cómo vivir la paradoja de la vida
Si el sufrimiento es el suelo donde crece la madurez, la redención es el contexto para llegar a ser niño otra vez. Es en el rostro de la inesperada y penetrante amabilidad de un extraño, de un enemigo o de Dios, que nos encontramos riendo con deleite y confusión.
¿Cómo puedo ser a la vez fuerte y débil, necesitado y confiado, egoísta y amoroso, ciego y capaz de ver? Todo esto es una enorme, gloriosa y terrible paradoja.
Los padres sabios conocen la tendencia de sus hijos y también la de sus propias almas. Saben lo que significa ayudar a sus hijos estar en el mundo, pero a no ser del mundo, aunque permitiéndoles a sus hijos correr riesgos, fracasar, sufrir pérdida y dolor, pero solo por un tiempo.
Cómo los hijos crían a los padres Y Dios usa todo esto para impartir sabiduría a medida que participan en un diálogo continuo con sus hijos. También tiene la intención de guiar tanto al padre como al hijo a comprender y a dejarse llevar por la poesía de la paradoja.
Estar ¿en y no ser de? después de todo, es una paradoja de la vida. La sabiduría orientada por los niños no es una línea recta a una respuesta rápida ni a una solución fácil, sino un camino de amor y crecimiento que lleva al éxito, tal como lo define Dios tanto para los padres como para los hijos.
 
Tomado del libro: Cómo los hijos crían a los padres Por Dan. b. Allender Editorial Unilit


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