[Jehova Nissi] La gloria de Dios.

El cielo proclama la gloria de Dios; de su creación nos habla la bóveda celeste. Los días se lo cuentan entre sí; las noches hacen correr la voz. Aunque no se escuchan palabras ni se oye voz alguna, su mensaje llega a toda la tierra, hasta el último rincón del mundo. Allí Dios puso un lugar para el sol (Salmo 19,1 – 4).

Faltos por completo de inteligencia han sido todos los hombres que no han conocido a Dios y no han sido capaces de descubrir a Aquél-que-Es (Éxodo 3,14) a través de las cosas buenas que se ven; a pesar de ver sus obras (Romanos 1,19 – 20) no han reconocido al que las hizo, sino que han considerado como dioses que rigen el mundo al fuego, al viento, al aire ligero, a las estrellas del firmamento, al agua caudalosa, al sol y a la luna (Lucas 17,26 – 29).

Sin embargo, a estos hombres no se les puede culpar del todo, pues tal vez andan desorientados, buscando y queriendo encontrar a Dios (Hechos 17,27). Pasan la vida en medio de las obras de Dios tratando de estudiarlas, y se dejan engañar por su apariencia. Pero no por eso tienen excusa, pues si llegaron a ser tan sabios para investigar el universo, ¿cómo no llegaron a descubrir fácilmente a su creador?

La enseñanza del Señor es perfecta porque da nueva vida. El mandato del Señor es fiel porque hace sabio al hombre sencillo. Los preceptos del Señor son justos, porque traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es puro y llena los ojos de luz (Salmo 19,7 – 8).

 

Jesús insiste en el hecho que el día en que el Hijo del hombre se manifieste será algo inesperado, algo que sucederá de un momento a otro sin que nadie haya sido avisado; será el final de los tiempos (Lucas 17,30) cuando el universo entero se transformará dando lugar a un cielo nuevo y una tierra nueva (2 Pedro 3,13); el Señor nos invita a vivir siempre preparados; para el cristiano la muerte es el final de una corta peregrinación y la llegada a la meta definitiva, para la que nos hemos preparado día a día. Quien ama a Jesús, vive siempre así, pues para él la vida es Cristo y la muerte una ganancia; la muerte nos da grandes lecciones para la vida, pues nos enseña a vivir con lo necesario, desprendidos de los bienes que usamos y que habremos de dejar; El que está dispuesto a perder la vida ha entrado en el camino que Cristo siguió para la redención de los hombres. Es el camino de negarse a uno mismo, el camino de la cruz. Sólo a la luz de Cristo crucificado se puede vivir con autenticidad el cristianismo. Jesús lo perdió todo: sus discípulos le abandonaron, los soldados le arrancaron sus ropas, la muchedumbre se burló de Él, pero gracias a la donación de su vida por amor al Padre, nos salvó de la condenación que merecían nuestros pecados y resucitando triunfó sobre el poder de la muerte.

¡¡¡Espíritu Santo, tú revoloteabas sobre las aguas en el amanecer de la creación, y hoy vives misteriosamente en mí y en todos los creyentes, abre mis ojos a las incontables maravillas que reflejan la gloria de Dios y testifican de la obra de sus manos, para que yo pueda amar a mi Señor con mayor intensidad, y que yo proclame su bondad para que el mundo lo reconozca como el señor y el Creador!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz. 
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú
                               

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