Mantengámonos firmes.

Bendigan al Señor, sol y luna, estrellas del cielo, todas las lluvias y el roc?o, todos los vientos, el fuego y el calor, el fr?o y la nieve. Canten en su honor eternamente.

 

Jesís nos muestra cómo el ser disc?pulos suyos no es un camino f?cil ni agradable (Lucas 21,12 – 16). No nos equivoquemos, nuestra recompensa no es en la tierra sino en el cielo. Y todo por causa de la Verdad, del Evangelio. SÉlo necesitamos mirar a tantos hermanos que ya han pasado por lo que Cristo nos anunci?: encarcelamientos, persecuciones, situaciones no muy lejanas en el tiempo que han bañado nuestro pueblo con la sangre de los m?rtires. Todo el mundo los odiar? por causa mía dice el Señor (Lucas 21,17). Odio, traici?n, soledad, estos y otros más, son los recursos que el maligno utiliza ante el triunfo que ya nos ha alcanzado el Se&ntil de;or. Es así de sencillo y debemos confiar en Cristo y estar preparados pues a fuerza de constancia poseeremos nuestras vidas (Lucas 21,18 – 19).

SÉlo el Señor puede darnos la gracia de mantenernos firmes en la fe ante las contrariedades de la vida. Así como en el relato de Belsasar de Babilonia (Daniel 5,1 – 28) el enfoque principal es la edificaci?n de la identidad del pueblo basada en la fe y su esperanza de la soberan?a de Dios sobre la tierra luego de la dominaci?n extranjera y persecuci?n por su fe, nosotros debemos estar preparados para recibir, sobrenaturalizar y mediatizar las dificultades como una escalera hacia el cielo, escalera que se identifica con la cruz de Jesís. En primer lugar hay que esperar todo de Dios, saber que la fuerza viene de Él, confiar ciegamente en Él, y desconfiar de nosotros y de nuestras capacidades, pues son dones recibi dos. ¡Pobre aquel que espera vivir sin dificultades, imprevistos, sin dolor, sin sufrimiento! ¡A?n no hemos alcanzado el cielo! ¡Seguimos desterrados! En segundo lugar, permitirle a Dios que derrame su gracia sobre nosotros, pues nuestra libertad nos juega a menudo malas pasadas. Él está siempre esperando nuestra respuesta afirmativa: S? quiero, Señor. Esta declaración debe estar secundada en el amor y la responsabilidad por adquirir e imitar las virtudes del Corazón de Cristo. SÉlo Jesís puede ser el agua que sacie nuestra sed, el bÉlsamo que cure nuestras heridas espirituales, el vino que embriague nuestro amor. SÉlo Él puede revestirnos de un lenguaje y sabidur?a que no podr?n contradecir ninguno de nuestros adversarios. Ante cada dificultad en el camino veamos las huellas del Maestro que va por delante y que como buen Maestro, ya ha experimentado en su persona todo lo que tengamos que padecer nosotros.

 

Dios nos conoce cabalmente; está consciente de nuestras aflicciones y triunfos, y pone su mano sobre nosotros (Salmo 139,1 – 4). Sea lo que sea nos suceda, ve nuestra aflicci?n y act?a con amor. No hay problema demasiado grande ni ofensa demasiado terrible que pueda separarlo de nosotros; nuestro Padre Dios quiere que le busquemos en la oraci?n. Somos su cuerpo, su iglesia, y Él nos escucha y nos responde según las riquezas de su misericordia.
¡¡¡Señor Jesís, aumenta nuestra fe y ensíñanos a depender humildemente de Dios. Por tu Espíritu conc?denos sabidur?a y un corazón amante y sumiso al Padre!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per? – SurAm?rica

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