Multiplicar nuestro tesoro.

Muchos esperaban que Jesís instaurara un reino de car?cter temporal después de vencer el poder romano, y ellos tendr?an un puesto privilegiado cuando llegara el momento. Jesís corrige ese error con una par?bola (Lucas 19,11 – 28): Un personaje ilustre marcha a un pa?s lejano dejando la administraci?n de su territorio a diez hombres, y les da a cada uno una gran cantidad de dinero con la orden: Negociad hasta mi vuelta. Esto es lo que sigue haciendo la Iglesia desde Pentecost?s, donde recibi? el inmenso don del Espíritu Santo y con Él, enviado por Cristo, la infalible Palabra de Dios. Nos toca a cada cristiano hacer rendir el tesoro de gracias que el Señor deposita en nuestras manos procurando con empeño que Él está en todas las realidades humanas. SÉlo en Él encuentra sentido nuestro quehacer aquí en la tierra. Cada cristiano, es decir la Iglesia entera, es depositaria del tesoro de Cristo, y crece la santidad de Dios en el mund o cuando cada uno luchamos por ser fieles a nuestros deberes, a los compromisos que como ciudadanos, como cristianos, hemos contra?do.

 

Señor, escucha mi causa justa, atiende a mi clamor, presta o?do a mi oración, pues no sale de labios mentirosos (Salmo 17,1).

 

Jesís ve?a en los ojos de muchos fariseos un odio creciente y el rechazo más completo. Que duro debi? ser para el Maestro aquel rechazo tan frontal, que alcanzar? su punto culminante en la Pasi?n, poco tiempo mas tarde. En la actualidad sucede lo mismo. En la literatura, en el arte, en la ciencia, en las familias, parece oírse el griter?o: ¡No queremos que éste reine sobre nosotros! En el mundo hay millones de hombres que se encaran con Jesucristo o mejor dicho, con su sombra, porque no lo conocen, ni han v isto la belleza de su rostro, ni saben la maravilla de su doctrina. Nosotros serviremos a Nuestro Señor como a nuestro Rey, como el Salvador de la Humanidad entera y de cada uno de nosotros. ¡Te servir?, Señor! le decimos en la intimidad de nuestro corazón.

 

He seguido firme en tus caminos; jamás me he apartado de ellos. Oh Dios, a ti mi voz elevo, porque t? me contestas; pr?stame atenci?n, escucha mis palabras (Salmo 17,5 – 6).

 

Nunca nos pesar? haberle amado. El Señor es buen pagador ya en esta vida cuando somos fieles, y much?simo más lo ser? en el Cielo. Ahora nos toca extender este reino de Cristo en el medio en el que nos movemos, especialmente con aquellos que tenemos encomendados. Dios puede transformarnos si nos acercamos a Él en oraci?n y lo tenemos presente en todo lo que hacemos diariamente. Fijemos nuestros ojos en Jesís, el autor y perfeccionador de nuestra fe (Hebreos 12,2) y confiemos en su poder: Pero yo en verdad quedará satisfecho con mirarte cara a cara. ¡Con verme ante ti cuando despierte! (Salmo 17,15).            

 

¡¡¡Conc?deme Señor que mi oraci?n me sirva de alegr?a y ayuda en la constancia de mi fe!!!
————————————————————————————————
Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per?

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí