Solo el Hijo sabe quién es el Padre.

De ese tronco que es Jesí sale un retoño; un retoño brota de sus ra?ces. El Espíritu del Señor estar? continuamente sobre Él, y le dará sabidur?a, inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor del Señor. No juzgar? por la sola apariencia, ni dará su sentencia fund?ndose en rumores. Juzgar? con justicia a los d?biles y defender? los derechos de los pobres (Isa?as 11,1 – 4).
Frecuentemente pensamos que Jesís es el siervo sufriente descrito por Isa?as: Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento (Isa?as 53,3), el que carg? con el pecado de toda la humanidad. Pero Jesís no siempre estuvo afligido. Cuando vio que la voluntad del Padre se hab?a cumplido se llen? de gozo. Lucas dice que cuando regresaron los setenta y dos que Jesís hab?a enviado a proclamar el reino de Dios, ven?an gozosos porque su misi?n hab?a tenido éxito (Lucas 10,17) y Jes ?s comparti? aquella alegr?a regocij?ndose en el Espíritu Santo que habita en Él, ese Espíritu que Jesís nos ha dado también a nosotros, alabando al Padre (Lucas 10,21). Habla a su Padre, le da gracias; era el sentimiento dominante de su alma. La acci?n de gracias, la plegaria de Jesís surge de la contemplaci?n del trabajo que el Padre está haciendo en el corazón de los hombres. Los disc?pulos hab?an predicado, hab?an trabajado con denuedo, tal era la apariencia, la cara visible de las cosas. Jesís ve el trabajo del Padre en el interior de cada uno de ellos. Dios trabaja en el corazón de cada hombre, incluso en el de los paganos. Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer (Lucas 10,22).
No es solamente un triunfo humano, es ante todo el reconocimiento del don de Dios que en aquellos hombres sencillos se ha prodigado abundantemente para transformarles en heraldos, en testigos y anunciadores de su mensaje. Y son ellos, gentes sin formaci?n, los que llegan a conocer tal misterio, pues como dijo Pablo, hablamos de una sabidur?a de Dios misteriosa, escondida, desconocida de todos los pr?ncipes de este mundo (1 Corintios 2,7 – 8) Si alguno de ustedes se cree sabio según la sabidur?a de este mundo, h?gase necio, para así llegar a ser verdaderamente sabio. Pues la sabidur?a de este mundo es necedad a los ojos de Dios (1 Corintios 3, 18 – 19).
En este tiempo alegr?monos con Jesís porque sabemos que Dios se revelar? a sus verdaderos hijos (los que conf?an en Dios y desean recibir su gracia). Para los sabios, que tienen la mente cerrada y que reh?san confiarle sus vidas a Dios, la verdad permanecer? escondida. Sabemos que la mayor?a de los seguidores de Jesís no eran los educados o intelectuales, sino lo s sencillos, que fueron aprendiendo a través de las dificultades de la vida. Sin ser ingenuos, recib?an la gracia divina y deseaban aprender lo que Dios, mediante el Espíritu Santo, les iba enseñando y su fe crec?a. Pedro es un buen ejemplo de una persona dispuesta a aprender. Fue disc?pulo desde el comienzo, pero sÉlo al final del ministerio del Señor, declar? p?blicamente que Jesís era el Mesías (Mateo 16,16). En respuesta, Jesís le dijo: Ning?n hombre te ha mostrado esto, sino mi Padre que está en el cielo (Mateo 16,17). Pedro quer?a recibir la revelaci?n de Dios, y por eso pudo reconocer y proclamar que Jesís era el Cristo; los sabios y los entendidos (los escribas y los fariseos), que tenían el corazón y la mente cerrados a la gracia de Dios, no aceptaron la invitaci?n de Dios.

 

¡¡¡Padre amado, te pedimos nos enseñes m ?s de Ti mismo y de tu Hijo Jesís, a fin de entender mejor tus caminos y tus designios para nosotros!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per? – SurAm?rica


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