[CE-Peru]El poder soberano del Señor.

Señor, tú has sido muy bueno con este país tuyo; has cambiado la suerte de Jacob; has perdonado la maldad de tu pueblo y todos sus pecados; has calmado por completo tu enojo y tu furor. Dios y Salvador nuestro, sálvanos también ahora y no sigas enojado con nosotros (Salmo 85,1 – 4).
 
El capítulo 45 de Isaías comienza con un oráculo de investidura dedicado a Ciro. Por primera vez en la historia del pueblo escogido un oráculo favorable se dirige a un rey extranjero llamándolo el ungido. Después de las invasiones de Babilonia y Siria cuya política era arrasar y aniquilar los pueblos conquistados, el gobierno de Persia, más permisivo y conciliador, resulta una bendición para la nación judía. El Señor todopoderoso, el creador de la luz y las tinieblas, de la paz y de las tribulaciones (Isaías 45.7) hizo aparecer a Ciro para que triunfe y le facilitó los caminos (Isaías 45,13). Los profetas intentaban recordar al pueblo siempre olvidadizo y distraído, la existencia y la actuación de ese Dios trascendente, el único, el todo, lleno de poder y de misericordia a la vez, Señor del cosmos y de la historia, fuera de quien no hay Dios victorioso y salvador (Isaías 45,5 – 6;21). ¿Acaso vas a prolongar por siempre tu enojo contra nosotrosí ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo se alegre por ti? Oh Señor, muéstranos tu amor y sálvanos (Salmo 85,5 – 7).
 
Dentro de ese canto dirigido a Ciro, rey de Persia, se halla el versículo 8: Yo enviaré de lo alto mi victoria, como rocío del cielo y lluvia de las nubes, y la tierra la recibirá. Como fruto producirá la salvación y a su lado florecerá la justicia. La tradición ha aplicado estos versos a la venida del Salvador. Cristo es el primer brote de la nueva humanidad renovada; justicia y salvación son los frutos de la humanidad fecundada por la misericordia divina. Constantemente debemos volver a encontrar ese sentido profundo de las cosas, ese optimismo enraizado. Efectivamente Dios hizo hermosa la tierra; y quiere que sea bella, fecunda y dichosa (Isaías 45,18). El anuncio de la era mesiánica, anuncia también ese renuevo.
 
La pregunta del Bautista (Lucas 7,20) ha condensado su destino de mensajero que anuncia la llegada del juicio de Dios sobre la tierra. Cuando los días han pasado, cuando acaba su vida en el fracaso aparente de una cárcel, es lógico que toda su existencia se convierta en la voz de una llamada: ¿Eres tú el que ha de venir? Esta pregunta es el sentido de la historia de Israel. El Bautista orienta a sus discípulos hacia Jesús, y ellos, como Andrés con su hermano Simón Pedro, irán comunicando a otros la buena noticia de la llegada del Mesías Escucharé lo que el Señor va a decir, pues va a hablar de paz a su pueblo, a los que le son fieles, para que no vuelvan a hacer locuras. En verdad, Dios está muy cerca, para salvar a los que le honran; su gloria vivirá en nuestra tierra (Salmo 85,8 – 9).  
 
La respuesta de Jesús es muy concreta y está llena de sentido pedagógico. Son sus obras las que demuestran que en él se cumplen los signos mesiánicos que anunciaban los profetas: devuelve la vista a los ciegos, cura a muchos de sus achaques y malos espíritus, resucita a los muertos, y a los pobres les anuncia la Buena Noticia. Ésa es la mejor prueba de que está actuando Dios: el consuelo, la curación, la paz, el anuncio de la Buena Noticia de la salvación El amor y la verdad se darán cita, la paz y la justicia se besarán, la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo (Salmo 85,10 – 11).  
 
En el mundo de hoy son muchos los que siguen en actitud de búsqueda, formulando, más o menos conscientemente, la misma pregunta: ¿eres tú o esperamos a otro?, ¿de dónde nos vendrá la felicidad, el pleno sentido de la vida? Nuestra respuesta debería ser tan concreta como la de Jesús, y en la misma dirección: Sólo puede ser evangelizadora una comunidad cristiana que cura, que atiende, que infunde paz y esperanza, que libera, que se muestra llena de misericordia. La credibilidad de la Iglesia, y de cada uno de nosotros se consigue sólo si hacemos el bien a nuestro alrededor. Como en el caso de Jesús, de quien se pudo decir que pasó haciendo el bien El Señor mismo traerá la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, y le preparará el camino (Salmo 85,12 – 13).
 
Así como el Bautista ayuda a reconocer a Jesús, ¿actuamos también nosotros de precursores a nuestro alrededor? No hace falta ser pastor u obispo para eso. Todo cristiano puede crecer él mismo en su fe, y luego transmitirla a los demás, evangelizar, conducir a Jesús. Pueden ser precursores de Jesús los padres para con los hijos, los amigos con los amigos, los catequistas con su grupo. Y a veces al revés, los hijos para los padres, los discípulos para con el maestro. Según quién ayude y acompañe a quién, desde su fe y su convicción. Todo el que está trabajando a su modo en el campo de la evangelización, está acercando la salvación a este mundo, está siendo profeta y precursor para los demás, para que no sigan esperando a otro, y se enteren que ya ha venido el Salvador enviado por Dios. Cristo es el Justo, que trae la paz al mundo y que satisface la esperanza del corazón que se entrega a Dios; ante Él todos se postrarán y toda lengua confesará que Jesús es el Señor (Filipenses 2,10 – 11).
 
¡¡¡Señor Jesús, esperamos con ansias tu regreso y te pedimos derrames más gracia del Espíritu Santo para que todo el mundo crea en Ti y declare que Tú eres el Señor de todo!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – SurAmérica


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