CORRAMOS A TRAVES DE LA LLUVIA Y LA RECETA MEDICA.

  
        
  
                                                                                 
 
 
 
 
Hola mis amados:
 
A todos en alguna ocasión nos ha gustado correr bajo la lluvia, es algo que nos atrae y que es inolvidable, pero cuando llegamos a cierta edad no hacemos esto, pero en este caso hubo alguien que insto a que se repitiera esto, que nos ocurra mas frecuentemente, porque volver a ser niños es lo mejor que nos puede pasar, eso dice Jesús, quien no se haga como niño no entrara al Reino de los cielos, asi que imitemoslos mas a menudo y veras que recordando vivmos momentos unicos.
 
CORRAMOS A TRAVES DE LA LLUVIA

Una niña había pasado todo el día de compras con su mamá, cuando se disponían a abandonar el almacén, llovía a cántaros. Todos nos quedamos frente a la puerta, resguardados de la lluvia.

Esperábamos, algunos con paciencia, y otros irritados porque la naturaleza les estaba estropeando su prisa rutinaria. La voz de esta chiquita era muy dulce, y rompió mi trance hipnótico con esta inocente frase: «Mamá, corramos a través de la lluvia».

«¿Qué?», dijo su mamá…

«Sí, mamá… Corramos a través de la lluvia».


No, mi amor… Esperemos a que baje la lluvia», contestó la mamá pacientemente… La niña esperó otro minuto, y repitió:
«Mamá, corramos a través de la lluvia».

Y la mamá le dijo: «Pero si lo hacemos, nos empaparemos…»

«No, mamá, no nos mojaremos. Eso no fue lo que le dijiste esta mañana a papá…»

Tal fue la respuesta de la niña, mientras halaba sujeta al brazo de su madre…

«¿Esta mañana? ¿Cuándo dije que podíamos correr a través de la lluvia, y no mojarnosí»
¿Ya no lo recuerdasí Cuando hablabas con papá acerca de su cáncer, le dijiste que si Dios nos hace pasar a través de esto, puede hacernos pasar a través de cualquier cosa».

La mamá se detuvo a pensar por un momento acerca de lo que debería responder.

Este era un momento crucial en la vida de esta joven criatura, un momento en el que la inocencia y la confianza podían ser motivadas, de manera que algún día florecieran en una inquebrantable fe…

«Amor, tienes toda la razón. Corramos a través de la lluvia. Y si Dios permite que nos empapemos, puede ser que Él sepa que necesitamos una lavadita». Y salieron corriendo…

Todos nos quedamos viéndolas, riéndonos mientras corrían por el estacionamiento, pisando todos los charcos. Por supuesto que se empaparon, pero no fueron las únicas…

Las siguieron unos cuantos que reían como niños mientras corrían hacia sus carros. Sí, es cierto, yo también corrí. Y sí, también me empapé…seguro Dios pensó que necesitaba una lavadita.


Las circunstancias o las personas pueden quitarnos nuestras posesiones materiales, pueden llevarse nuestro dinero, y pueden llevarse nuestra salud. Pero nada ni nadie puede quitarnos nuestras más valiosas
posesiones:
«LOS RECUERDOS».

Así que no olvides tomarte el tiempo y la oportunidad de llenarte de recuerdos cada día. Un amigo me envió esto para recordarme precisamente eso:

Cada memoria es un ladrillo que construye mi vida.

Espero que, de vez en cuando, te tomes tu tiempo para correr a través de la lluvia:

TÓMATE TIEMPO PARA VIVIR Y DAR GRACIAS A DIOS POR EL HERMOSO TESORO DE «TU EXISTENCIA»!
 
 
RECETA MEDICA
 
Arthur Gordon relata una historia maravillosa e íntima relacionada con su propia renovación espiritual. Habla de una época de su vida en la que empezó a sentir que nada tenía sentido. Su entusiasmo se había desvanecido; sus esfuerzos por escribir resultaban estériles. Y la situación empeoraba día tras día.
Finalmente decidió pedir ayuda a un médico. Éste no encontró ningún problema físico, y le preguntó si estaba dispuesto a seguir sus instrucciones durante un día. Gordon contestó que sí. El médico le dijo que pasara el día siguiente en el lugar donde más feliz había sido cuando era niño. Podía comer, pero no debía hablar con nadie, ni leer, ni escribir, ni escuchar la radio. después le escribió cuatro prescripciones en sendas recetas, y le dijo que las fuera leyendo una por una a las nueve, a las doce, a las tres de la tarde y a las seis.
 «¿Habla usted en serio?», le preguntó Gordon. «¡No pensará que bromeo cuando reciba mi factura!», fue la respuesta.
De modo que, a la mañana siguiente, Gordon se dirigió a la playa.
En la primera receta leyó: «Escuche cuidadosamente». Pensó que el médico estaba loco. ¿Cómo podría pasarse horas «escuchando»? Pero había acordado seguir esas instrucciones; de modo que escuchó. Oyó los sonidos habituales del mar y las aves. Al cabo de cierto tiempo pudo oír otros sonidos no tan aparentes al principio. Mientras escuchaba, empezó a pensar en las lecciones que el mar le había impartido de niño: paciencia, respeto y conciencia de la interdependencia de todas las cosas. Al escuchar los sonidos -y el silencio- sintió dentro de él una paz creciente.
A mediodía, tomó la segunda receta y leyó: «Trate de volver atrás». ¿Volver atrásí, ¿adónde?, se preguntó. Tal vez…a la infancia…,a los recuerdos de tiempos felices. Pensó en su pasado, en los muchos pequeños momentos de alegría. Trató de recordarlos con exactitud. Y, al hacerlo, descubrió dentro de sí una calidez creciente.
A las tres de la tarde, leyó la tercera receta. Hasta ese momento las prescripciones habían sido fáciles de cumplir. Pero, esa era diferente. Decía: «Examine sus motivos». Al principio adoptó una actitud defensiva. Pensó en lo que deseaba (el éxito, reconocimiento, seguridad) y lo justificó por completo. Pero, entonces, se le ocurrió que esos motivos no eran suficientemente buenos y que, tal vez, allí estaba la respuesta a su situación. Consideró sus motivos en profundidad. Pensó en su felicidad pasada. Y, por fin, encontró la respuesta. «En un relámpago de certidumbre vi que, si los motivos que uno tiene son erróneos, nada puede ser correcto. No importa que uno pueda ser cartero, peluquero, agente de seguros, ama de casa o cualquier otra cosa. Mientras uno siente que está sirviendo a los otros, es que la tarea está bien hecha. Cuando uno sólo le preocupa ayudarse a sí mismo, el trabajo es menos bueno: una ley tan inexorable como la gravedad».
A las seis, pudo cumplir con la prescripción final. «Escriba en la arena lo que le preocupa», decía. Se arrodilló, y escribió varias palabras con un trozo de concha rota. Después se puso de pie, dio la espalda a lo que había escrito y echó a andar sin mirar atrás: sabía que iba a subir la marea.
~ Autor desconocido ~ 
 
Espero que muchos medicos lean este mensaje y que receten exactamente lo mismo, o que tomemos esa receta para nosotros para tener el mejor resultado, es que escribiendo lo que nos preocupa y saber que la marea se lo lleva es algo unico, no dejes que esto te cargue, te aflija o preocupa, descansa en el Señor y veras que la vida es mejor siempre.
 
Los amo y bendigo en Jesucristo.
 
MAGNOLIA.
 
  
         
  

 
 
 
 
 
 

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