[devocional-sabado] 10 de Diciembre de 2005 – Carta de un gángster (1)

Carta de un gángster (1)

No hay diferencia, por cuanto todos pecaron,y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:22-23.

Mi nombre es John Wilson y vivo en Dumfries (Escocia). Cuando abandoné la escuela a los quince años de edad, ya tenía dos sentencias condenatorias por robo y embriaguez. Un año más tarde, era jefe de una pandilla que empleaba cuchillos, navajas y aun hachas para amedrentar a la gente. Dos de nosotros robamos un auto y luego nos estrellamos al ser perseguidos por la policía. Después del accidente me llevaron al hospital donde me dijeron que nunca más podría caminar. Nueve meses después salí cojeando, amargado, más violento y adicto a las drogas y al alcohol. Acabé en una prisión a causa de mi conducta violenta.

A los veinte años de edad me casé, y tres meses después abandoné a mi esposa. Los ocho años siguientes fueron una calamidad tras otra a causa de mis borracheras, peleas y crímenes. Traté de mantener mi reputación de criminal endurecido, lo que me valió diez variadas sentencias de prisión por robo a mano armada y tentativas de asesinato, además de cinco cortos períodos en hospitales para enfermos mentales, a veces metido en una camisa de fuerza y en una celda acolchada.

Un domingo en la noche, al pasar frente a una sala de reunión, un cartel me llamó la atención. Mientras lo leía, una mujer me invitó a entrar. Era la primera vez que oía hablar del poder de Cristo resucitado. Pero no hice caso a lo que escuché. Mi vida iba de mal en peor, hasta llegué a quedarme durmiendo en la calle. El hombre rudo que aparentaba ser era tal desecho humano, que incluso el hospital siquiátrico me prohibió la entrada.

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