El Fracaso: paso a la victoria

 
  El fracaso: paso a la victoria
Por: Charles Stanley
 
 
Como cristianos, nos encontramos con extrañas paradojas. Un ejemplo es el comentario de Jesús de que los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros (Mt. 20:16). Afirmaciones fuertes como ésta desafían nuestra manera de pensar; pueden parecer desconcertantes, y debemos recordar que hemos sido llamados de este mundo a una nueva forma de vida.
 
El esfuerzo propio, que funciona tan para el hombre natural, debe ser abandonado por el creyente lleno del Espíritu Santo. Por eso es que el Señor permite a veces que fracasemos en la búsqueda de la santidad. Él quiere enseñarnos lo dependientes que somos de Él. Cuando lo vemos bajo esa luz, nuestros fracasos humanos pueden verse como amigos que nos enseñan, en vez de enemigos que debemos combatir.
 
Pero esta perspectiva no se obtiene fácilmente. Desde nuestra más temprana niñez somos instados a trabajar duro, a esforzarnos por la excelencia y a dar lo mejor de nosotros mismos. Somos enseñados a fijarnos metas y luego a lograrlas con determinación. Estas virtudes son útiles, pero cuando se emplean a conciencia pueden engañarnos sugiriéndonos que nuestra seguridad reside en ellas. Éstas le susurran al ego humano: «Tienes todo lo que necesitas para tener éxito». Si damos atención a estas voces, nuestra confianza comienza a deslizarse de la confianza en el Espíritu a la seguridad en la carne. Dios no aceptará nuestra dependencia de nada además de Él. Si es necesario, creará las circunstancias que frustrarán nuestros mejores esfuerzos, y que nos humillarán hasta que aprendamos a vivir por la fe que Él da.
 
 
Ya vimos cómo Dios permite circunstancias para enseñarnos humildad y mostrarnos cuánto necesitamos de Él si queremos vivir una vida victoriosa. Así es como Él destruye el ídolo del esfuerzo propio en nuestra búsqueda de la santidad. Es también Su manera de lograr otros propósitos en nuestra vida.
 
Nuestro Padre celestial tiene en mente más que la simple exhibición de las debilidades de nuestra carne; eso es sólo un prerrequisito para algo más. Su intención es mostrarnos por toda la eternidad como ejemplos de Su bondad y de Su gracia. Él quiere que los ángeles vean el cuerpo de Cristo y se queden deslumbrados de reverente admiración ante esta demostración de la obra de Sus manos.
 
¿Qué necesitaríamos usted y yo para calificar para este propósito? ¿Hay alguna manera de entender todo el panorama de Sus planes para nuestras vidasí ¿Qué hay que hacer para que lograr todo lo que Él se propone para nosotrosí
 
No tenemos las respuestas a estas preguntas. Por eso, es difícil comprender el porqué Dios permite que fracasemos. Si pudiéramos ver el glorioso producto final que Él tiene en mente, abandonaríamos nuestros esfuerzos propios y daríamos paso a Su poder transformador. Pero, insistimos en hacer las cosas a nuestra manera. Mientras sigamos con esta manera de pensar, Dios insistirá en dejarnos fracasar.
 
Pero hay una manera mejor. Es simplemente vivir por fe, confiando en el Espíritu Santo momento a momento y de día en día, para que seamos conformados a la semejanza del Hijo de Dios, Jesucristo.
 
 

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