ALIMENTO DIARIO – ANDAR EN EL ESPÍRITU PARA VIVIR LA VIDA DE LA IGLESIA

ALIMENTO DIARIO Y MATUTINO


Leer con oracion: Ef.5:15-18,22-24; Mt.25:21-23 «Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Ef.5:25b-27)

ANDAR EN EL ESPÍRITU PARA VIVIR LA VIDA DE LA IGLESIA

Efesios 4 a16 habla respecto al modo digno de andar en la iglesia.  El capítulo 5 muestra el andar en nuestro espíritu, donde habita el Espíritu del Señor (vs.15-18).

El Padre está en el Hijo y el Hijo, en el Espíritu.  El Padre es amor, y está en el Espíritu; Dios es luz, y está en el Espíritu.  El amor, que es el Padre, nos alcanza por el Hijo como gracia.  La luz, que también es el Padre, por medio del Hijo, llega hasta nosotros como la verdad.  Todo eso está en el Espíritu.  Dios es luz y amor, trayéndonos gracia y verdad en el Hijo por medio del Espíritu.  Disfrutamos todo eso en el Espíritu.  Por tanto, nuestro andar debe ser en el Espíritu, que abarca cuatro cosas: la vida de reuniones, la vida familiar, la vida social y la batalla espiritual.  Con respecto al vivir familiar, en el aspecto de la relación conyugal, Pablo dice que la mujer sea sumisa al marido y el marido ame a la mujer (Ef 5:22-25).  Por tanto, en la vida de la iglesia con respecto a la relación conyugal, está el amor, porque Dios es amor.  El amor de Dios llegó hasta nosotros por medio de Cristo y por eso los esposos y las esposas que están en Cristo tienen amor mutuo.

Cristo amó a la iglesia y se entregó a Si mismo por ella «para santificada, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (vs.26-27).  Fuimos escogidos por Dios antes de la fundación del mundo para estar en la iglesia; pero la función de la vida de la iglesia es llevarnos a alcanzar la filiación: que seamos santos e irreprensibles en la venida de Cristo, porque Dios es santo.
Él exige que Sus hijos sean santos.

Nuestra esperanza es alcanzar la filiación, es decir, heredar todo lo que el Padre tiene, toda la herencia del Padre y así reinar con Cristo.  El reino milenial será una herencia para nosotros donde podremos disfrutar el gozo del Señor (cfr.Mt 25: 21,23).  Para que esto suceda necesitamos llegar a ser santos e irreprensibles.  Fue para eso que Cristo amó a la iglesia y se entregó a Si mismo por ella, habiéndola purificado con el lavamiento del agua por la Palabra.  El agua se refiere al Espíritu, y la Palabra a Su manifestación y expresión.  A fin de lavar a la iglesia, purificarla, y santificarla, Dios usa la Palabra como un chorro de agua que quita manchas y arrugas, impurezas y cosas semejantes, y nos hace santos e irreprensibles.

Dios exige que seamos santos.  Antes de la fundación del mundo Él determinó eso y nos escogió para que seamos santos.  Cuando seamos santos e irreprensibles estaremos aptos para obtener la filiación.

Hoy estamos en la iglesia para que Cristo trabaje en nosotros con el agua de la Palabra, es decir, para que el Espíritu por medio de Su Palabra, purifique la iglesia, para que sea una iglesia gloriosa.  En la gloria no hay mancha, no hay arruga ni cosa semejante; por tanto la iglesia debe ser santa y sin mancha.  Fue por eso que Pablo dice que los tesalonicenses eran su gloria y corona.  El Señor quiere ganar Su iglesia gloriosa, sin mancha, ni arruga.  Por eso, amados hermanos, Dios nos predestinó para que seamos santos e irreprensibles, porque nos predestinó para la filiación.
Palabra clave: Santos e irreprensibles Pregunta: Cuando andamos en el Espíritu, ¿Qué obtenemos de Dios Padre Dong Yu Lan Derechos reservados a: Editora «Arvore da Vida»
¡Jesús es el Señor!

ALIMENTO MATUTINO

Lectura para hoy Hch.14:22-23 Confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.  Y después que constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

Ef.4:16 De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.

Ap.21:10-11 Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios.  Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tengo el encargo de que todos los colaboradores del recobro del Señor entiendan que necesitamos realizar una obra de tres secciones.  No solamente debemos realizar la obra que corresponde a la primera sección, la sección de la encarnación en la que se produce un pueblo redimido, sino también la obra que cumpla el propósito de la segunda sección, la inclusión, que produce las iglesias.  Además, debemos poder hacer una obra que edifique al Cuerpo de Cristo, el cual tiene su consumación en la Nueva Jerusalén.  Ésta es la obra que corresponde a la etapa de la intensificación.

La primera etapaÉla encarnación?está en la esfera física y en ella se efectúa la redención jurídica, la cual se logra en el ámbito físico.

La segunda etapa la inclusión  es divina y mística.

En la tercera etapa la intensificación  se llegará a la madurez en la esfera divina y mística, y el Cuerpo será edificado para llevar la Nueva Jerusalén a su consumación.  (Encarnación, inclusión e intensificación, pág.  20)

La labor que hice en la China continental la llevé a cabo primordialmente para producir personas redimidas.  Sólo una pequeña parte de la obra que hice allí tenía como meta producir iglesias.
Esto indica que mi labor en China era principalmente una obra en la primera etapa.  Pero cuando fui a Taiwán, empecé a hacer una obra que estaba en la etapa de inclusión, y muchas iglesias fueron establecidas.  Ahora tengo el encargo de hacer una obra en la etapa de intensificación.  Por tanto, oro al Señor diciendo: «Señor, me esfuerzo hasta donde me es posible por ser un vencedor a fin de que Tu Cuerpo sea edificado y la Nueva Jerusalén llegue a su consumación».

Espero que todos los colaboradores vean las tres etapas, las tres secciones, de Cristo: la encarnación, la etapa de Cristo en la carne; la inclusión, la etapa de Cristo como Espíritu vivificante; y la intensificación, la etapa de Cristo como el Espíritu vivificante siete veces intensificado.  Estas tres etapas son las tres secciones de la historia de Cristo.

El fundamento es la obra en la etapa de encarnación; la edificación es la obra en la etapa de inclusión; y la culminación de la edificación es la obra en la etapa de intensificación.

Les insto a examinar el asunto de la intensificación y a orar desesperadamente diciendo: «Señor, tengo que avanzar.  Necesito que Tu gracia me lleve adelante.  No quiero permanecer en la obra de encarnación ni en la obra de inclusión.  Quiero avanzar de la inclusión a la intensificación.  Señor, fuiste intensificado siete veces, y oro para que también yo sea intensificado siete veces a fin de vencer la degradación de la iglesia, con el propósito de que el Cuerpo sea edificado y alcance su consumación en la Nueva Jerusalén».

(Encarnación, inclusión e intensificación, págs.  20-22)
Lectura adicional: Encarnación, inclusión e intensificación, cap.  2; Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con sus deberes, cap.  3 Witness Lee Derechos reservados a: Living Stream Ministry ¡Jesús es el Señor!

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