Cuando Dios te llama al Desierto

Cuando Dios te llama al Desierto

Andrés Miranda

El libro de los Hechos relata la interesante historia de Felipe, también llamado «el evangelista». Este hombre tenía un ministerio que hoy llamaríamos exitoso. A él le gustaba la gente y la gente gustaba de él.

Era un predicador efectivo y su ministerio estaba acompañado de señales y milagros. Las multitudes quedaban impactadas al ver las cosas que sucedían.
El capítulo 8 describe en detalle lo que sucedió en Samaria bajo la ministración de Felipe.

Mientras él predicaba y enseñaba, la multitud escuchaba atentamente. Luego, con asombro, veían como comenzaban a producirse las señales y la liberación de endemoniados. También milagros de sanidades sobrenaturales ocurrían. La gente al ver todo esto creía y muchos se bautizaban. Dice la escritura que había «gran gozo» en aquella ciudad. Un verdadero avivamiento.
Si hoy en día encontramos un hombre así, seguro que lo llevamos a la radio y la TV, lo invitaríamos a nuestras campañas, lo animaríamos a escribir un libro y a fundar su propio ministerio.

La verdad es que Felipe no era un evangelista internacional, ni un doctor del seminario, ni un famoso pastor de una mega iglesia. Ni siquiera era el líder de la iglesia primitiva.

La Biblia dice que era un diácono. Había sido electo entre los 7 diáconos que los apóstoles pidieron para que ayudaran en las tareas de servir a las mesas, repartir los alimentos y asistir en tareas de tipo social y humanitario. Claro está que los apóstoles no querían a cualquiera en este trabajo. Ellos pidieron que fueran varones de «buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y llenos de sabiduría».

Siempre me he preguntado por qué había que tener estas características para «servir a las mesas». Creo que estas cualidades nos revelan la importancia que los apóstoles daban a la acción social que la iglesia realizaba y además que era necesario ser un tipo especial de persona para tomar responsabilidad sobre esta tarea tan delicada, donde podían surgir muchos conflictos.

El asunto es que en medio de ese gran avivamiento en Samaria, siendo protagonista y hombre clave de todo lo que estaba sucediendo allí, en medio de un gran «éxito» , Dios le pidió a Felipe que se fuera al desierto. (ver. 26)

Yo me pongo en el lugar de Felipe y seguramente hubiera argumentado con Dios.
Por qué voy a ir al desierto si estoy teniendo tanto éxito aquí. Si he hecho bien lo que tenía que hacer y la gente me quiere»
Por qué voy a ir al desierto con todo el talento y la unción que tengo» Será un desperdicio!

No es lógico, Señor lo que pides. En el desierto no hay gente, a quién le voy a predicar, quién verá las señales y milagros. Allí no hay multitudes, no habrá impacto, no hay nada que hacer, no hay prensa, ni TV.
No entiendo esto, Señor!
Por qué me sacas de aquí si he sido efectivo, si puedo dar más»
Sin embargo, dice el texto que Felipe dejó todo y se fue donde Dios lo mandó.
Qué difícil es obedecer cuando no entendemos lo que Dios está haciendo, verdad»
A veces nos aferramos tan fuertemente a lo que estamos haciendo que aunque Dios mismo nos pida soltarlo, nos cuesta muchísimo hacerlo.
No podemos entender que Dios quiera algo diferente a lo que nosotros queremos.

La escritura no nos dice si Felipe estaba de acuerdo, si discutió o no con Dios, sólo nos dice que Felipe obedeció, dejó las multitudes y se fue. Aunque él no lo sabía, Dios lo necesitaba para hacer algo muy especial.
Estando en el desierto dice la Biblia que «pasó por allí» un alto oficial de la reina de los etíopes, el hombre que estaba a cargo de todos los tesoros de la reina. Ni más ni menos que el ministro de economía de los etíopes! Felipe, ni lerdo ni perezoso, se acercó y lo evangelizó.
Con razón, le decían «el evangelista»! Imagine un momento, a quién no le gustaría evangelizar al ministro de economía de su país, o al presidente o a un importante deportista u hombre público Felipe podía servir a las mesas, predicar y hacer milagros ante las multitudes y ganarse a un importante hombre del gobierno de Etiopía!
Evangelizar a un importe hombre público normalmente produce un alto impacto y muchas personas bajo su influencia son afectadas positivamente.
Luego de evangelizar a aquel hombre (y tal vez a toda su comitiva) dice que Dios siguió con su plan. El Espíritu Santo arrebató a Felipe y ya no andaba en el desierto. Dice el versículo 40 que ahora «predicaba en todas las ciudades». Antes el desierto, después la honra. Si tú haces lo que tienes que hacer en el desierto, harás lo que siempre soñaste en la ciudad. Si eres fiel en lo poco Dios te pondrá en lo mucho.
Cuántas cosas grandes Dios no puede hacer por causa de nuestras dudas, miedos y cuestionamientos.
A veces el desierto no es lo que parece. Puede ser el lugar, el momento, la circunstancia en la que Dios quiere hacer algo grande y necesita a alguien que vaya.

No cualquiera quiere ir al desierto. No cualquiera obedece sin cuestionar. Pero Dios quiere hacer algo grande contigo. Alguien va a pasar por tu desierto.
Alguien necesita ser tocado por ti. Algo grande tiene que suceder donde nadie ha querido ir y Dios te necesita para hacerlo.
Quizás la oficina donde trabajas es tu desierto. O la ciudad donde vives, o la soledad en la que te encuentras, pero Dios dice que no reniegues, que no te quejes, que no huyas porque él quiere hacer algo grande contigo hoy. Ahí mismo donde aparentemente nunca pasa nada, ahí Dios se va a manifestar, alguien va a pasar por tu desierto y ese alguien necesita ser tocado por Dios. Tú eres la herramienta de Dios en el lugar donde estás.
Dios bendijo mucho a Felipe. Vea el capítulo 21, llegó a tener un ministerio reconocido, una casa, una familia y 4 hijas involucradas en el ministerio.

Pero un día, en el Reino de los cielos, Felipe va a ver a un hombre de color y creerá que es el etíope al que le predicó aquella vez, pero enseguida comprobará que no hay uno, sino miles y miles, todo parecidos y se confundirá, no sabrá cuál es el hombre que conocía. Pero a la vez será informado que aquel hombre predicó a los suyos y el Evangelio se extendió de una manera fantástica e hizo de esta nación y de todo el continente «negro» un lugar donde el evangelio se ha extendido de una manera formidable. Hoy es en Africa donde la iglesia está creciendo más que en cualquier otro lugar. Hay países como Zaire, Gabón, Lesotho, Rwanda y Congo, entre otros, donde los cristianos superan el 80% de la población.
¿Qué va a hacer usted?
Va a seguir quejándose o va a hacer lo que tiene que hacer en el lugar donde Dios lo puso?. Si opta por esto último, cosas grandes prepárese para ver.

Y nosotros hemos conocido y creido el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. I Juan 4:16

Dios te bendiga…
Hmna. Marlenys Meza

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí