Las Tentaciones de los Cincuenta años En La Biblia

Las tentaciones de los cincuenta años

La mayor oportunidad para caer en adulterio tiene lugar durante los «tentadores cincuenta años». Por la experiencia con las personas que han concurrido a mis oficinas de consejería a través de los años, puedo dar varias razones que lo justifican.

La década entre los 50 y los 60 es un momento en que las obligaciones más agobiantes de una pareja ?criar con éxito a sus hijosÉllegan a su fin. Los jóvenes adultos se van de la casa en busca de una profesión y se casan formando sus propias familias. Las parejas con el nido vacío tienen más tiempo entre manos: «¡Hemos recuperado nuestra vida!», exclaman. Sin embargo, si no se comunicaban mucho antes de que la casa quedara vacía, el silencio que los rodea es ensordecedor.

Una vez, aconsejé a un exitoso doctor que tuvo una aventura con una secretaria que ni siquiera era tan bien parecida como su esposa.
-¿Qué fue lo que le vio? Éle pregunté. Realmente sentía curiosidad por saber qué le había atraído de esta secretaria de aspecto común y corriente.
-Me hizo sentir más cómodo ?contestó. Escuchar esto de boca de este respetado doctor, considerado como un gran cirujano, para mí fue una revelación.
-¿Más cómodo? –indagué.

-Sí. Cada vez que volvía a casa, mi esposa me menospreciaba, me hablaba en tono condescendiente, me decía qué tenía que hacer.
El doctor consideraba esta actitud de su esposa como una afrenta, y este rumbo que tomó el matrimonio se convirtió en algo que le quitaba la motivación sexual. Esta explicación lógica de su pensamiento, no justificaba su adulterio.
Para que las parejas naveguen tranquilamente por los años del ocaso, deben recordar tres expresiones de oro que deberían comunicarse a lo largo de los cincuenta, de los sesenta y más allá.

1. «Lo lamento». Todos cometemos errores, y al llegar a la edad madura ambos hemos cometido la suficiente cantidad de «errores espontáneos» como para escribir un libro acerca de lo que no se debe hacer en el matrimonio. Si está dispuesto a hacerle frente a su error y a pedir disculpas por sus acciones, encontrará que la resistencia se disuelve y que el espíritu de perdón prevalece. Si no está dispuesto a hacerlo, entonces tiene un serio problema de orgullo espiritual.

2. «Te amo». Estas dos sencillas palabras son la segunda expresión de oro en el matrimonio. Su esposo o esposa nunca se cansará de que le exprese su amor. Esta expresión parece ser más significativa para las mujeres que para los hombres, pero yo me inclino a creer que las mujeres están más dispuestas a admitir su necesidad.

Un brillante ingeniero que ganaba la nada despreciable suma de 75.000 dólares al año, me vino a entrevistar porque perdió su esposa y no podía encontrar las razones por las cuales lo abandonó. Lo asombroso de todo el asunto es que la esposa se fue con un marinero que ganaba 1.500 dólares al mes.
-¿Qué le puede haber dado ese pobre marinero que yo no le haya dado? ?preguntó con el llanto en la garganta.

Mi respuesta fue breve:
-Sólo una cosa: amor. Cuanto más lo ama su cónyuge, más le gusta escucharlo a usted expresar su amor. Dígalo con sentimiento y hágalo a menudo.
3. «Te perdono». Su incapacidad o su falta de voluntad para perdonar a su cónyuge disolverá la alianza de su matrimonio. He visto a personas con el corazón destrozado, que se dan por vencidos en cuanto a su matrimonio porque sus cónyuges no los perdonan.

A algunas personas les cuesta más perdonar que a otras, pero luego de pasar años en una oficina aconsejando a personas, estoy convencido de que es una cuestión de la mente. Si tiene dificultad para perdonar a otros, considere las siguientes sugerencias:

1. Acepte el hecho de que el Señor mismo le ordena que perdone.

2. Dése cuenta de que el compañerismo y la felicidad con su cónyuge dependen de su capacidad para perdonar.

3. Pídale a Dios que lo ayude a dar los pasos necesarios para perdonar. Dios nunca nos pide que hagamos algo que no podemos hacer.

4. Dígale al Señor que con su ayuda, en verdad perdona… (nombre el pecado específico) .

5. Dígale a su compañero o compañera que lo ha perdonado o la ha perdonado.

6. Nunca más vuelva a acordarse de ese pecado. Cada vez que lo recuerde, dele gracias a Dios por haberle dado la capacidad de perdonar: «Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Fil. 3:13-14).

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