Alabanza de los actos de Dios.

Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo por su resurrección. Esto nos da una esperanza viva y hará que ustedes reciban la herencia que Dios les tiene guardada en el cielo, la cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse (1 Pedro 1,3 - 4).
  
  Cuando Jesús fija la mirada en aquel joven para nosotros hoy desconocido (Marcos 10,17 - 27), mira a cada uno de los que ha llamado por el bautismo a la vida de cristianos. No mira tan sólo a los que llama a su pleno seguimiento, llama más bien a todos aquellos que intuyen que la vida es más que diversión y pérdida de tiempo en naderías. Y es que quien entra dentro de su alma descubre un vacío por llenar, un corazón por enardecer de amor, un ansia como ese joven, y que no estará tranquilos sino hasta llenarlo de lo único eterno: el amor de Jesucristo. Mirando bien esta escena contemplamos que Cristo nos ve a cada uno de nosotros. Porque cada uno de los que nos decimos cristianos tenemos de una u otra forma el corazón apegado a las cosas de la tierra y nos damos cuenta que ellas no llenan nuestra alma.
  
  ¡Aleluya! Alabaré al Señor de todo corazón en la reunión de los hombres honrados, en la comunidad entera. Las obras del Señor son grandes, y quienes las aman, las estudian. Su obra es bella y esplendorosa, y su justicia permanece para siempre. Ha hecho inolvidables sus maravillas. El Señor es tierno y compasivo; da alimentos a los que lo honran; se acuerda siempre de su alianza (Salmo 111,1 - 5)
  
  Jesús no revela ningún secreto recóndito; todo lo contrario nos recuerda los principios éticos del Decálogo que todo el pueblo conoce, pero con un énfasis especial: Jesús destaca la importancia de los mandamientos referentes a la relación con el prójimo y no los primeros mandamientos referentes a la relación con Dios. Los siete últimos mandamientos revelan la voluntad de Dios; esto es la justicia que se debe observar en las relaciones con la comunidad, con la familia y con las otros individuos. Se enfatiza especialmente en la obligación de no robar y no estafar; en otras palabras se trata de no engañar por ningún medio, aunque sea legal, a los demás para explotarlos. Deberes que no escapan a la comprensión de cualquier ser humano.
  
  Lo que él hace es justo y verdadero; se puede confiar en sus mandamientos pues son firmes hasta la eternidad y están hechos con verdad y rectitud. Dio libertad a su pueblo y afirmó su alianza para siempre. La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor; los que lo honran, tienen buen juicio. ¡Dios será siempre alabado! (Salmo 111,7 - 10).
  
  Jesús enseña que no puede salvarse el rico de corazón, porque como Él mismo dijo, no se puede servir a Dios y a las riquezas (Mat. 6, 24). El que pone su corazón en los bienes de este mundo no es el amo de ellos, sino que los sirve, así como todo el que peca esclavo es del pecado (Juan 8, 34). Tan triste situación es bien digna de lástima, pues se opone a la bienaventuranza de los pobres en espíritu que Jesús presenta como la primera de todas (Mateo 5, 3; Lucas 6, 20).
  
  Por esta razón están ustedes llenos de alegría, aun cuando sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego (1 Pedro 1,6 - 7).
  
  Es necesario que el hombre de hoy se dirija nuevamente a Cristo para obtener de Él la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo. Él es el Maestro, el Resucitado que tiene en sí mismo la vida y que está siempre presente en su Iglesia y en el mundo. Es Él quien desvela a los fieles el libro de las Escrituras, y revelando plenamente la voluntad del Padre, enseña la verdad sobre el obrar moral. Fuente y culminación de la economía de la salvación, Alfa y Omega de la historia humana, Cristo revela la condición del hombre y su vocación integral. Por esto el hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, debe acercarse a Cristo. Debe entrar en Él con todo su ser. Debe apropiarse y asimilar toda l a realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se realiza en él este hondo proceso, entonces da frutos no sólo de adoración a Dios, sino
también de profunda maravilla de sí mismo.
  
  ¡¡¡Señor, te ruego por todos los que no son capaces de percibir tu acción en su vida. Ábreles sus ojos para que vean que todo viene de Ti; ábreles su corazón para que reciban tu consolación y se beneficien de todo el bien que tienes reservado para ellos!!!                                                                                                                                           
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

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