La acción del Espíritu… y Avivamiento matutino (miércoles)

Practicando los libros de 1 y 2 de Tesalonicenses

Espíritu, alma y cuerpo sean guardados irreprensibles

Leer con oración: 2 Ti 1:7; 1 Ts 5:23

«Porque Dios no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.» (2 Ti 1:7)

La acción del Espíritu de poder, de amor y de dominio propio. Segunda de Timoteo 1:7 nos habla del espíritu de poder, de amor y de dominio propio (o mente sobria, sobriedad). Esos tres puntos hablan con respecto a las tres partes del alma: mente, emoción y voluntad. El poder está relacionado con la voluntad. Necesitamos tener poder en la voluntad del alma, por medio del Espíritu; así la parte del alma que se llama voluntad se fortalece. De igual manera, el Espíritu que está en el espíritu humano, entra en la parte del alma que se llama emoción. Dios es amor, y entra en nuestra emoción, la cual no contiene sólo el amor humano, sino también el amor divino. Cuando el Espíritu se expande y alcanza la parte del alma que se llama mente, esta adquiere sobriedad, dominio propio. Esto es lo que Dios quiere y esa será la condición normal de todo hijo de Dios.

Pablo dijo a los tesalonicenses que el mismo Dios de paz, quiere santificarnos por completo. La santificación nos habla con respecto a la santidad de Dios. En Sus atributos divinos, Dios es santidad y justicia. Ciertamente, Dios mismo es santidad y desea infundirla en nosotros. Por tanto, especialmente en 1 Tesalonicenses, se hace especial énfasis en la santidad. Ese libro nos conduce hasta el día del Señor, en el cual esperamos que nuestra vida esté totalmente crecida y sea igual a la vida divina.

Dios es amor, justicia y santidad. Todo eso necesita ser infundido en nosotros. Pablo, entonces, expresa un deseo: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo» (1 Ts 5:23). Por la santificación de Dios, cambiamos de posición, hoy estamos en una posición santificada, separada de la posición común que teníamos antes de ser salvos. Pero la santificación no es sólo eso. Sin la posición correcta, la santidad de Dios no puede ser infundida en nosotros. Si queremos llenar un vaso de agua, debemos colocarlo en la posición correcta, debajo del grifo. Si lo colocamos a medio metro del grifo, no estará en una posición correcta. El vaso tiene que estar debajo del grifo para poder recibir el agua. De la misma manera, nosotros necesitamos estar posicionados correctamente en santidad, es decir, no solo apartarnos del pecado, sino también, debemos apartarnos de la esfera del alma caída. Esa es la intención de Dios, Él desea que seamos santificados por completo.

Dios es santo, y quiere que nosotros, Sus hijos regenerados, seamos Su complemento, Su otro par e igualmente santos. Para que seamos santificados por completo, Él preserva nuestro espíritu, alma y cuerpo. Eso se da por medio de la saturación completa de nuestras tres partes del alma, hasta que sea totalmente llena y dominada por el Espíritu, es decir, sean totalmente para Dios.

Fuimos justificados, santificados y ahora nuestra alma se inclina por Dios. Nuestro espíritu se mezcló con el Espíritu de Dios, y la conciencia, la parte principal del espíritu, fue fortalecida. Ahora la conciencia que ha sido reavivada puede ayudar al alma, llenándola. La mente puede ser sobria, la emoción puede ser amorosa y la voluntad puede ser poderosa. ¡Alabado sea el Señor! Ahora tenemos un espíritu fuerte, de poder, de amor y de dominio propio. Nuestra alma está siendo saturada totalmente por el Espíritu. Ahora, nuestro cuerpo mortal también es santificado. Así, nuestro espíritu, alma y cuerpo serán preservados íntegros. Entonces en aquel día, en el juicio del tribunal de Cristo, seremos irreprensibles y aprobados.

Punto Clave:
La santificación y la saturación completa de nuestras tres partes del alma por el Espíritu
Pregunta:
¿Cómo podemos estar posicionados correctamente en santidad?

La Palabra de Hoy

Juan 14:3 dice: “Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. En el versículo 6, Jesús dice: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. En el versículo 20, se lee: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El principio fundamental del edificio de Dios es que Dios entra en nosotros y nosotros entramos en Dios. Como se menciona, Jesús es la escalera celestial que trajo a Dios al hombre y llevó al hombre a Dios. Por medio de Su encarnación, Jesús introdujo a Dios en el hombre. Antes de la encarnación, Dios jamás se había vestido de carne, pero por medio de la encarnación del Señor, Dios vino al interior del hombre. Después de esto, hubo una «vuelta en U». Después de descender con Dios, Jesús subió con el hombre. Por medio de la encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre; y después, por medio de Su muerte y resurrección, Él introdujo al hombre en Dios.

En el Evangelio de Juan vemos la venida e ida del Señor, que constituyen el proceso mediante el cual se lleva a cabo la edificación divina. La venida de Jesús hace que Dios entre en nosotros, y Su ida hace que nosotros entremos en Dios mismo. Por medio de Su venida y Su ida, Jesús hace que Dios se mezcle con nosotros.

Aquel día en que nos arrepentimos y creímos en Jesús, Él, como la escalera celestial, trajo algo celestial a nuestro ser y llevó algo desde la tierra hasta el interior de Dios mismo. El momento mismo en que recibimos a Jesús, Él se convirtió para nosotros en la verdadera escalera celestial. Desde ese momento, se abrieron los cielos para nosotros, y Bet-el fue establecida aquí en la tierra; Bet-el es la casa de Dios, que a la vez también es la morada de Dios y el lugar donde el hombre halla reposo. Así pues, Jesús, como la escalera celestial, introdujo a Dios en nuestro ser y también nos introdujo en Dios mismo. Él es la escalera celestial que une los cielos a la tierra y une la tierra a los cielos; es decir, mezcla a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.

Esta mezcla es la obra divina de edificación, a saber, el edificio de Dios. A lo largo de las generaciones y hasta el final de esta era, lo que Dios ha venido haciendo y seguirá realizando es llevar a cabo esta obra divina de edificación. Dios, por medio de Cristo, se imparte continuamente al hombre y hace que el hombre entre en Dios; en esto consiste el edificio de Dios.

Por ser cristianos, celebramos muchas reuniones, las cuales forman parte de nuestra vida comunitaria. Estas reuniones pueden ser de diferentes tipos, como cultos de adoración, estudios bíblicos, grupos de oración, actividades evangelísticas, entre otras.

Los cultos de adoración son reuniones donde los cristianos se reúnen para alabar y adorar a Dios. Generalmente, estas reuniones incluyen cánticos, oraciones, lecturas bíblicas, mensajes predicados por líderes religiosos, y la participación de la congregación en general.

Los estudios bíblicos son reuniones en las que los cristianos se reúnen para profundizar en el conocimiento de la Biblia. Durante estas reuniones, se discuten y analizan diferentes pasajes bíblicos, se comparten reflexiones y se hacen preguntas para aprender más sobre la fe cristiana.

Los grupos de oración son reuniones en las que los cristianos se reúnen para orar juntos. Durante estas reuniones, se comparten peticiones y se intercede por diferentes necesidades, tanto personales como comunitarias.

Las actividades evangelísticas son reuniones en las que los cristianos comparten su fe con personas que aún no la conocen. Estas reuniones pueden incluir música, testimonios personales, y la presentación del mensaje de salvación de Jesucristo.

En resumen, las reuniones cristianas son una parte importante de la vida comunitaria de los cristianos. A través de estas reuniones, los creyentes tienen la oportunidad de adorar a Dios juntos, aprender más sobre su fe, orar unos por otros, y compartir su mensaje con otros.

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