[CE-Peru]Plena confianza en el Señor.

Jesús sabía que la cruz constituía la esencia misma de su misión como Salvador. Varias veces había hablado a sus apóstoles acerca de su viaje a Jerusalén y de su sacrificio en la cruz (Mateo 16,21; 17,22-23), pero ellos no entendieron lo que les decía. Por eso les volvió a hablar lo más claramente que pudo acerca de su inminente muerte y su resurrección de entre los muertos (Mateo 20,17 - 19).
  
  El episodio en que la madre de Santiago y Juan pidió lugares de honor para sus hijos (Mateo 20,20 - 21) no sólo evidencia la falta de comprensión que en general había entre los seguidores del Señor, sino que enseña también acerca de la importancia de la cruz. Jesús les preguntó si podían ellos beber el amargo cáliz del sufrimiento. Ante la respuesta afirmativa de ellos, Él les aseguró que sin duda lo beberían, porque sólo los que abrazan la cruz de Cristo pueden triunfar (Mateo 20,22-23).
  
  Señor, en ti busco protección; no me defraudes jamás. Ponme a salvo, pues tú eres justo. Dígnate escucharme; date prisa, líbrame ya. Sé tú mi roca protectora, sé tú mi castillo de refugio y salvación. Tú eres mi roca y mi castillo. Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre (Salmo 31,1 - 3).
  
  Así como la cruz fue el motivo central de la vida de Jesús, también debe serlo para todos sus seguidores. Quizás esta idea nos resulte sorprendente y atemorizadora, como el anuncio de Jesús debe haber dejado inquietos a los apóstoles, y pensando si podrían o no soportar lo que les esperaba. Cuando Jesús nos pregunta, como a Santiago y Juan, si podemos beber de su cáliz, debemos responder Sí podemos. Es perfectamente correcto hacerlo así porque el Señor da su fortaleza a los que Él ve que la necesitan, y Él defiende a esas almas en todo sentido. Esta promesa debería llenarnos de esperanza y valor frente a lo que Jesús pueda pedirnos; por medio de su gracia podemos vivir obedeciendo al Padre, tal como Jesús lo hizo.
  
  En tus manos encomiendo mi espíritu; rescátame, Señor, Dios de la verdad. Tu amor me trae gozo y alegría. Tú has visto mis tristezas, conoces mis aflicciones. Señor, confío en ti; yo he dicho: Tú eres mi Dios. Mi vida está en tus manos; líbrame de mis enemigos, que me persiguen (Salmo 31,5.7.14 - 15).
  
  Cristo no vino para que le sirvan, sino para servir (Mateo 20,28). Esta es una forma en que podemos participar de su cáliz, en el servicio generoso a los demás. Si somos seguidores del Señor tenemos que preocuparnos más y hacer más por los demás en la familia, la congregación, el trabajo o la escuela, y ocuparnos menos de nuestras complacencias personales.
  
  ¡¡¡Señor mío Jesucristo, quiero recibir la fuerza necesaria para mantenerme fiel a tu servicio y así llegar un día a la gloria que Tú nos prometiste con tu victoria en la cruz!!!
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  Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

                                          Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente
  Juan Alberto Llaguno Betancourt
  Lima - Perú - SurAmérica

           
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