El Perdón En La Biblia: Jesús dijo: 70 Veces 7

Jesús y El Perdonar Setenta Veces Siete

Entonces Pedro preguntó a Jesús: Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mateo 18,21-22).

Dios nos ha amado tanto que por reconciliarnos con Él nos envió a su propio Hijo, el cual murió por nosotros para el perdón de nuestros pecados. Siempre que nosotros acudamos a Él con el corazón arrepentido y le pidamos perdón, Él estará dispuesto a perdonarnos. Sin embargo espera de nosotros que una vez en paz con Él, no volvamos a nuestras maldades, sino que caminemos en el amor fiel a Él y a sus mandatos.

Sólo así podremos decir que le tenemos un amor sincero. Tal vez nosotros abandonemos al Señor y lejos de Él tengamos que sufrir muchas desgracias, pero el Señor jamás abandonará a los suyos.

Aún en los momentos más terribles hemos de sentirnos amados por Dios. Eso nos dará la esperanza de llegar a gozar nuevamente de la paz interior; pues aun cuando tengamos que sufrir la muerte, Dios siempre estará junto a nosotros para concedernos gozar de la vida eterna.

Señor, muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos; guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y Salvador. En ti confío a todas horas. Señor, acuérdate del amor y la ternura que siempre nos has manifestado, pero no te acuerdes de mis pecados ni del mal que hice en mi juventud. Señor, acuérdate de mí por tu gran amor y bondad (Salmo 25,4 -7).

Aquel que ha experimentado el amor misericordioso de Dios debe aprender a ser misericordioso con su hermano, de tal forma que esté siempre dispuesto a perdonarlo y a ser misericordioso con él. Dios nos quiere fraternalmente unidos, capaces de renunciar a reclamarles a los demás lo que nos deben, con tal de no hundirlos cada vez más en su miseria. Seamos, pues perfectos como el Padre Dios es perfecto.

El Señor es bueno y justo; él corrige la conducta de los pecadores y guía por su camino a los humildes; los instruye en la justicia (Salmo 25,8 -9).

Dios no está esperando que vayamos y busquemos su amor misericordioso; Él ha salido a buscarnos por medio de su Hijo para ofrecernos su perdón y la participación de su propia vida.

Él quiere instruirnos con su Palabra para que conozcamos el amor que nos tiene y cómo hemos de enderezar nuestros pasos, de tal forma que su Palabra cobre vida en nosotros.

Él nos quiere como hijos suyos, amados, sentados a su Mesa para que alimentados por Él mismo, seamos transformados de tal manera que nos convirtamos en un signo de su amor para los demás.

Debemos volver a nuestra vida diaria con una gran capacidad de perdonar, pero al perdonar vamos a preocuparnos de que quienes vivan deteriorados por el egoísmo, por la maldad, por la violencia, puedan caminar hacia un verdadero encuentro con Dios.

Señor, es grande mi maldad; perdóname, haz honor a tu nombre. Al hombre que honra al Señor, le muestra el camino que debe seguir (Salmo 25,11 – 12).

Jesús no vino solamente a perdonarnos nuestros pecados. Él mismo quiso convertirse en el Camino que nos conduce al Padre. Por eso aquel que realmente lo ama y se deja transformar por Él debe aprender a construir la paz en el mundo, propiciando el perdón, pero también el camino hacia un auténtico amor fraterno.

El Señor nos pide no sólo reconocer nuestros pecados y pedir su perdón, sino también pedir la fortaleza necesaria para saber perdonarnos y amarnos como Dios lo ha hecho con nosotros.

Cada día nosotros debemos acercarnos al Señor con la misma confianza, sabiendo que Él solo puede darnos la sabiduría y la fuerza que necesitamos; además de esperar la guía de Dios, debemos buscarla reiteradamente durante el día.

Durante todo el día volvamos el corazón y la mente hacia Dios y pidámosle que nos enseñe y nos guíe. En momentos de dificultad e incluso en días rutinarios, preguntémosle qué es lo que debemos hacer y decir, para que su verdad sea conocida y así podamos reflejar su amor hacia los demás.

¡¡¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros antepasados. Tú mereces alabanza, tu nombre es glorioso por siempre. Tú has sido justo en todo lo que has hecho con nosotros. En todo lo que haces eres sincero; tu proceder es recto; tú siempre juzgas según la verdad. Trátanos según tu bondad y tu gran misericordia!!!

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

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