Vivir habitualmente en la presencia del Señor y avivamiento matutino (viernes)

Practicando los libros de 1 y 2 de Tesalonicenses

Semana 23 — Parousía

Viernes — Leer con oración: 2 Co 3:17; 1 Co 15:45; 6:17

Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. (Ap 3:8)

VIVIR HABITUALMENTE EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR PARA SER ARREBATADOS

En la vida de la iglesia invocamos el nombre del Señor, pues esta es una excelente manera de estar en el Espíritu, así como el leer la Palabra en la presencia del Señor. Invocamos Su nombre porque en el Espíritu tenemos la presencia del Señor. Tenemos al Señor en nuestro espíritu (cfr. 2 Ti 4:22). El Espíritu de realidad puede estar siempre con nosotros, pero nosotros no siempre estamos con Él; frecuentemente, vivimos en la mente y no en el espíritu, y así no estamos en Su presencia.

Primera Tesalonicenses 4:16-17a dice: Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire?. Esto se refiere a Su parousía. El versículo 17b dice: «y así estaremos siempre con el Señor?. Aquí ya no es solo la parousía, que será solamente en los tres años y medio de la gran tribulación, pero se refiere a después de pasar por el tribunal en los aires, cuando estaremos para siempre con el Señor en el reino y no nos separaremos más de Él.

En Efesios 5:31, cuando Pablo habla sobre la unión entre el hombre y la mujer, añade aún más: «Grande es este misterio; más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia? (v. 32). Es decir, Cristo y la iglesia serán un solo cuerpo, una sola entidad, inseparable.

El problema de hoy, no es que Cristo quiere separarse de la iglesia; pero la iglesia insiste en vivir separada de Cristo.
Nosotros queremos la presencia de Dios, por eso invocamos Su nombre. Es imposible para el hombre estar en la presencia del Señor solo en el pensamiento; es necesario ejercitar el espíritu, y para eso, invocamos Su nombre en todo tiempo. Esa es la práctica de la iglesia en Filadelfia: guardar Su palabra y no negar Su nombre (Ap 3:8). En la vida de la iglesia estamos en la presencia de Cristo, somos uno con Él y no podemos separarnos de Él, ya que fuera de Cristo no tenemos nada.

Cuando hablamos que Cristo y la iglesia son uno, nos referimos a estar unidos a Cristo en la vida práctica. Cristo ya se hizo el Espíritu (2 Co 3:17; 1 Co 15:45) y hoy habita en nuestro espíritu con el cual se mezcló (1 Co 6:17). Cuando estamos en el espíritu mezclado, estamos en la presencia de Cristo, y no solo eso, sino también tendremos la presencia del Señor en los tres años y medio de la gran tribulación.

La parousía del Señor nos muestra Su deseo de estar con aquellos que fueron salvos. Él quiere estar en la presencia de los hijos de Dios, es decir, en la presencia de Sus hermanos, por eso Él estará en los aires. Pero la pregunta es: ¿Cuántas personas viven habitualmente en la presencia del Señor?. Poco antes de Su parousía, solamente los que viven constantemente en la presencia del Señor hoy serán arrebatados. Los que no sean arrebatados necesitarán de la presencia del Señor para ser sustentados, porque serán tres años y medio de mucho sufrimiento, aunque las grandes catástrofes no los alcancen directamente. Es cierto que el Señor cuidará de los que permanecerán en la gran tribulación, pero nosotros, que anhelamos ser arrebatados antes, debemos vivir habitualmente en la presencia del Señor.

Punto Clave: Vivir constantemente en la presencia del Señor
Pregunta: Con relación a estar en la presencia del Señor, ¿cuál es el gran problema hoy? 
Dong Yu Lan

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¡Jesús es el señor!

SEMANA 5 DÍA 5 Alimento matutino

2 Ti. 1:6-7 Por esta causa te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura.

Cuando nace un bebé, lo primero que ejercita es su cuerpo. Después de cierto período de tiempo, el niño aprende a ejercitar su mente y a hablar, hasta que, finalmente, es capaz de discutir. Esto corresponde al ejercicio del alma. El deporte ayuda a la gente a ejercitar su cuerpo. Actualmente, en todas las escuelas se da importancia al ejercicio del cuerpo y al ejercicio del alma. Pero no se enseña nada en cuanto al ejercicio del espíritu. Ni siquiera en la religión judía, ni en el cristianismo en sumador, parte, se habla del ejercicio del espíritu. En ninguna escuela ni en ninguna religión se aborda este asunto. Pero, en la Biblia, se recalca mucho el desarrollo del espíritu.

[Según 2 Timoteo 1:7,] nuestro espíritu está relacionado con los tres órganos de nuestra alma. En nuestra alma tenemos la voluntad, la parte emotiva y la mente. El espíritu de poder está relacionado con la voluntad, el espíritu de amor tiene que ver con la parte emotiva, y el espíritu de cordura ciertamente está relacionado con la mente. Todos los problemas familiares, sociales y nacionales se deben al hecho de que la gente usa su mente, su parte emotiva y su voluntad, pero no su espíritu. Piensan con su mente, pero independientemente de su espíritu. Aman y odian con su parte emotiva, pero sin tocar su espíritu. Así mismo toman decisiones, pero sin ejercitar su espíritu. Es como si no tuviesen espíritu¿En realidad sí tienen espíritu, pero éste se encuentra en un estado de muerte, aletargamiento y sin ningún uso. Así que las personas solamente ejercitan su voluntad férrea, su parte emotiva insumisa y su mente reprobada, la cual es desequilibrada y está llena de prejuicios. Tales personas son capaces de hacer muchas cosas perversas que afectan a su propia persona, así como a su familia, a la sociedad y a la nación, debido a que no usan su espíritu humano. (La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, págs. 180-181)

Lectura para hoy

La Biblia nos dice que lo primero que Dios hace al llevar a cabo Su salvación, lo más crucial que Él hace, es tocar nuestro espíritu. En esto consiste ser regenerados en nuestro espíritu con el Espíritu (Jn. 3:5-6), de modo que nuestro espíritu, que estaba en una condición de muerte y aletargamiento, pueda ser vivificado por el Espíritu (Ef. 2:5). La primera palabra del evangelio que se predica en el Nuevo Testamento es arrepentíos (Mt. 3:2; 4:17). El arrepentimiento está relacionado con la conciencia. Si nuestra conciencia nunca fuera tocada e iluminada, nunca podríamos arrepentimos. El arrepentimiento sucede cuando nuestra conciencia es tocada e iluminada. Cuando nuestra conciencia es iluminada por medio de la predicación del evangelio, el resultado de ello es el arrepentimiento. Cuanto más nos arrepentimos confesando nuestros pecados delante de Dios, más iluminada es nuestra conciencia. La conciencia es la parte principal de nuestro espíritu (Ro.9:1; cfr.Ro. 8:16). En nuestra experiencia, la conciencia prácticamente equivale al espíritu.

Antes de ser salvos, a menudo cometíamos pecados. De niño, cuando iba a hacer algo malo, algo en mi conciencia me condenaba y me decía claramente que no debía hacer eso. Y aunque no había nadie que pudiera verme, había en mí un profundo temor. Ésta era la función de la conciencia que Dios creó en mi espíritu. Romanos 2:15 dice de las naciones:

Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia junto con ella, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos. Incluso cuando no éramos salvos y nuestro espíritu estaba inactivo y en una condición de muerte, la conciencia nos decía lo que era bueno o malo, y nos justificaba o condenaba. Cuando escuchamos el evangelio y nos arrepentimos, la parte de nuestro ser que usamos primero fue nuestra conciencia. Nuestra conciencia, esto es, nuestro espíritu, se abrió al Espíritu que regenera. Cuando confesamos e invocamos el nombre del Señor, el Espíritu, quien es la consumación máxima del Dios Triuno, entró en nuestro espíritu para vivificarlo y para morar en él, para unirse y mezclarse con nuestro espíritu a fin de formar una entidad que es producto de una mezcla, una entidad compuesta por el Dios divino y el hombre humano. (La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, págs. 181-182)

Lectura adicional: La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, cap. 15; El Espíritu con nuestro espíritu, cap. 8; The Divine Spirit with the Human Spirit in the Epistles, caps. 3, 10; La manera viva y práctica de disfrutar a Cristo, cap. 8
Witness Lee
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¡Jesús es el Señor!

Nuestro proposito no es comunicar conocimiento, ni métodos bíblicos a los santos, sino ayudar a los que ya siguen al Señor y caminan en esta senda con el objeto de avanzar.
Watchman Nee

El verdadero ministerio se concibe en el vientre del sufrimiento, nace con fatiga y con dolor, y se mece en una cruz.
Ciertamente hay un camino solitario para los que buscan andar con Dios. Pero cuando andemos con el Señor, vamos a encontrar compañía en otros que también conocieron el rechazo y el sufrimiento cuando  anduvieron con Dios, y aprendieron sus caminos

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