[CE-Peru] El Código Da Vinci y la Biblia

El Código Da Vinci y la Biblia

El oficial de inmigración miró mi pasaporte y luego me miró a mí. Yo viajaba por los Estados Unidos de América.

¿En que trabaja usted? ?me preguntó.
Soy traductor de la Biblia.

 

Por Bill Mitchell
El oficial de inmigración miró mi pasaporte y luego me miró a mí. Yo viajaba por los Estados Unidos de América.
¿En que trabaja usted? ?me preguntó.
Soy traductor de la Biblia.
¡Qué interesante! Yo he leído mucho acerca de la Biblia ?dijo?. ¡Lástima que haya sido escrita cientos de años después que Jesús murió!
Bueeno. De hecho no sucedió así en cuanto a los cuatro Evangelios. El de Marcos se escribió probablemente apenas treinta años después de la muerte de Jesús ?repliqué.
¿De verasí ?exclamó?. Un libro que leí dice que fue escrito cientos de años después, y el autor sostiene al principio que todo lo que dice en el libro es verdad. ¿Sabe usted de estas cosasí ?Hizo una pausa y añadió?: Me imagino que sí sabe, sobre todo por el trabajo al que se dedica.
De repente se fijó en la fila de pasajeros que había detrás de mí. Rápidamente puso el sello en mi pasaporte, me lo devolvió y dijo:
Lo siento; podría conversar toda la noche sobre este tema, pero usted tiene que tomar otro avión.
Al tomar yo mi pasaporte y alzar mi valija, el oficial de inmigración me dijo:
 ¿Sabe? Creo que yo mismo debería leer el Nuevo Testamento.
¡Esa es una gran idea! Éle respondí.
Al igual que otros cientos de miles de personas, ese oficial había leído El Código Da Vinci. Y lo había encontrado muy convincente.
La novela teje una fascinante historia relacionada con la búsqueda del Santo grial y sostiene que la Iglesia Católica Romana ha ocultado por siglos el verdadero significado de ese hecho. Alega, además, que el Santo grial era, en realidad, María Magdalena, amante y esposa de Jesús, de quien le había nacido una hija.
Los rollos del Mar Muerto
En la primavera de 1947, unos beduinos, pastores de cabras que registraban los acantilados del Mar Muerto cerca del Wadi Qumrán en busca de un animal extraviado, dieron con una cueva en cuyo interior había tinajas llenas de manuscritos. En los años inmediatamente después de este hallazgo se encontraron otras diez cuevas en las colinas aledañas a Qumrán. De estas cuevas salieron a la luz nuevos rollos y también miles de fragmentos de rollos: restos de más o menos 800 manuscritos que databan de entre el 200 a.C. y el 68 d.C. aproximadamente.
Los manuscritos de las cuevas de Qumrán incluyen copias muy antiguas de libros bíblicos en hebreo y arameo, himnos, oraciones, otros escritos judíos y textos que al parecer trataban de las creencias del grupo de judíos que vivían en aquellos lugares. La mayoría de los especialistas cree que la comunidad de Qumrán era una comunidad de esenios, una de las cuatro «filosofías» judías descritas por Josefo, el historiador judío del siglo primero.
No sabemos con exactitud quiénes escribieron los rollos, pero sí podemos decir que sus autores parecen haber estado relacionados con el sacerdocio, fueron dirigidos por sacerdotes, rechazaban el sacerdocio de Jerusalén, promovían un estilo de vida estricto y piadoso y esperaban un inminente enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal.
La «biblioteca de Qumrán», como ha sido denominada, ha arrojado luz sobre el texto de la Biblia hebrea y su transmisión. Nos ha ayudado a entender mejor el desarrollo del judaísmo primitivo y ha iluminado el trasfondo cultural del judaísmo tardío y del cristianismo primitivo. Sin embargo, no incluye ningún evangelio ni documento alguno que hable de Jesucristo o del movimiento cristiano.
Todos los rollos y fragmentos son documentos judíos. No hay base alguna para la afirmación de Teabing de que «los manuscritos del Mar Muerto se encontraron en la década de mil novecientos cincuenta en una cueva cercana a Qumrán, en el desierto de Judea… [y que] esos documentos hablan del ministerio de Cristo en términos muy humanos» (p. 282).
Tampoco es verdad que los rollos del Mar Muerto sean «los primeros documentos del cristianismo» (p. 305).
 
Gnosticismo
Gnosticismo es un término general que los especialistas han usado para referirse a un cierto número de religiones del segundo y tercer siglos.
La palabra procede del griego gnosis, que significa «conocimiento». Los gnósticos se percibían a sí mismos como un grupo privilegiado poseedor de la clave que llevaba al secreto de la salvación. Sólo su propio conocimiento místico de un Dios que de otra manera sería incognoscible podía producir paz íntima y salvación. Muchos gnósticos se consideraban a sí mismo cristianos, pero creían firmemente que su exclusiva gnosis espiritual los hacía superiores a los otros cristianos.
Durante muchos siglos, la mayor parte de lo que se sabía del gnosticismo se encontraba en los escritos de sus críticos y detractores. Pero en 1945 se descubrió una antigua tinaja de barro en Nag Hammadi (Egipto), que contenía 13 libros entre los que había escritos gnósticos. Estos libros proveen información acerca de la naturaleza radical de la teología gnóstica.
En su esencia, los gnósticos creían que había dos realidades o mundos separados. Uno es el mundo de la luz espiritual, gobernado por un único Ser, trascendente e indescriptible. El otro es el mundo material de la oscuridad y de la ignorancia, y en él viven los seres humanos. El conocimiento es el puente que le permite a uno escapar del mundo de la materia para entrar en el mundo del espíritu. Jesús no es el Hijo de Dios en forma humana que muere y resucita para redimir a la humanidad del pecado. Es, más bien, el gran revelador de la gnosis.
Algunos dirigentes gnósticos habían sido originalmente miembros de las diversas comunidades cristianas. Uno de ellos fue Valentino, teólogo de Roma, de alrededor de los años 140 y 150. Fue un intelectual brillante y elaboró una visión de la creación del mundo, de la condición humana y del camino a la verdadera iluminación. Otros líderes eclesiásticos se sintieron turbados por la rápida expansión del gnosticismo y lo consideraron un peligro para el bienestar de la iglesia. Aun en el Nuevo Testamento hay unos pocos vestigios de la terminología gnóstica. Timoteo, por ejemplo, recibió esta advertencia: «…cuida bien lo que se te ha confiado. No escuches palabrerías mundanas y vacías, ni los argumentos que opone el falsamente llamado conocimiento ( gnosis) de la verdad; pues algunos que profesan esa clase de conocimiento, se han desviado de la fe» (1 Timoteo 6.20,21).
El movimiento gnóstico terminó siendo clandestino y la mayoría de sus escritos destruidos.
 
El Evangelio de Tomás
Muy a comienzos del siglo 20, cuando se hacían excavaciones arqueológicas en la antigua biblioteca de Oxyrrynchus (Egipto), se descubrieron tres fragmentos separados de versiones griegas del Evangelio de Tomás. Después, en 1945 y en Nag Hammadi (Egipto), se descubrió, entre una colección de textos gnósticos, el texto completo de ese mismo Evangelio, escrito en copto.
Este «Evangelio» es una colección de 114 «dichos secretos» de Jesús, que, así dice, fueron escritos por el «Dídimo» Judas Tomás. Algunas leyendas sostienen que este Tomás era mellizo de Jesús. Aparte de esos dichos, no se incluye ningún otro material: no hay milagros, ni narraciones de ningún tipo, ni se dice nada de la muerte ni de la resurrección. El autor no está interesado ni en la vida ni en la muerte y resurrección de Jesús. En lugar de ello, centra su atención en las misteriosas enseñanzas que él impartió. Desde el principio afirma:
«Quien encuentre el sentido de estas palabras no gustará la muerte».
Más de la mitad de los dichos son semejantes a los que encontramos en los Evangelios del Nuevo Testamento. Por ejemplo: Jesús dijo: Si un ciego guía a un ciego, caen juntos en un hoyo (34).
También contiene dichos y parábolas que no se encuentran en los cuatro Evangelios canónicos, y versiones diferentes de dichos de Jesús bien conocidos, como este: Ningún profeta es aceptado en su aldea; ningún médico cura a aquellos que le conocen (31).
Algunos dichos son totalmente diferentes y revelan ideas gnósticas:
Pasará este cielo y pasará asimismo el que está encima de él. Y los muertos no viven ya,
y los que están vivos no morirán. Cuando comían lo que estaba muerto, lo hacían
revivir; ¿qué vais a hacer cuando estén en la luz? El día en que eran una misma cosa, se
hicieron dos; después de haberse hecho dos, ¿qué van a hacer? (11).
Según este Evangelio, los seres humanos son espíritus que han caído de la esfera divina y han sido atrapados en cuerpos materiales, como si estuvieran prisioneros. En un tiempo fueron un espíritu unificado, pero se han convertido en dos: un cuerpo y un espíritu. Ahora deben liberarse del cuerpo para ser uno de nuevo. La salvación es sólo para aquellos que entienden esto y adquieren el conocimiento necesario para liberarse de estos cuerpos. Esos son los que descubren el verdadero significado de los dichos (1). Jesús es quien da ese conocimiento. Es el revelador divino del conocimiento secreto que produce la liberación de este mundo material malo. En esta teología, la muerte y la resurrección de Jesús no son importantes para la salvación.
Algunos especialistas piensan que este documento, y otros que también llevan el nombre de Tomás, pertenecen a una cierta tradición del cristianismo primitivo. Consideran que es el documento más importante y auténtico de los escritos del cristianismo primitivo, aparte del Nuevo Testamento. El nombre de Tomás estuvo vinculado, geográficamente, con la región de Siria, quizás porque Tomás mismo o algunos discípulos que lo tenían como su mentor vivieron en una época en esa región. Sin embargo, aunque algunos de los dichos son muy antiguos y puede trazarse su origen hasta Jesús mismo, el documento como tal fue escrito algún tiempo después de los Evangelios del Nuevo Testamento, en el siglo segundo, y no fue incluido en el Nuevo Testamento cuando se formó este.
 
El documento Q
Eruditos bíblicos alemanes que, en el siglo 19, investigaban las fuentes que los escritores de los Evangelios pudieran haber utilizado, notaron que Mateo, Marcos y Lucas tenían una gran cantidad de material en común. Notaron también que Mateo y Lucas compartían cierto material que no se encontraba en Marcos, como, por ejemplo las Bienaventuranzas y el Padrenuestro.
A la luz de esas observaciones, formularon una hipótesis para explicar este último caso: el material común a Mateo y Lucas procedía de lo que se ha llamado «documento Q» (de quelle, palabra alemana que significa «fuente»). Esta es una hipótesis que da por sentado que tal documento existió en griego en una época tan temprana como el año 50 del primer siglo. La existencia de tal documento se debate intensamente entre los especialistas. Sin embargo, los primeros escritores cristianos no lo mencionan y, hasta ahora, no se ha encontrado.
Este no es un evangelio sobre el ministerio de Jesús escrito por él mismo, como, respecto de «Q», sostiene Leigh Teabing en El Código Da Vinci («se trata de un libro con las enseñanzas de Jesús escritas tal vez de su puño y letra? ¿Por qué no habría Jesús haber llevado un registro de su Ministerio? En aquellos tiempos todo el mundo lo hacía», p.318).
 
El Evangelio de María
Este texto fue supuestamente escrito por María Magdalena y se ha preservado en dos fragmentos del siglo tercero (P. Rylands 463 y P. Oxyrrynchus 3525) y en un manuscrito copto incompleto del siglo quinto (Berolinensis Gnosticus 8052,1). El libro mismo fue redactado probablemente en la última parte del siglo segundo. Contiene ideas acerca de la salvación que son similares a las que se encuentran en los textos gnósticos.
Aunque no tenemos el texto completo, podemos notar que el Evangelio se divide en dos partes. En la primera, Jesús resucitado les da una revelación a sus apóstoles. Les muestra la verdadera naturaleza del pecado, los bendice y exhorta, los comisiona para que prediquen el evangelio y luego se va. Ellos quedan tristes cuando él parte, pero María los consuela y alienta para que mediten en lo que Jesús ha dicho. María ha recibido una revelación especial de Jesús, y Pedro le pide que les cuente lo que Jesús le ha dicho a ella personalmente.
En la segunda parte, María describe la visión que recibió. Desafortunadamente, faltan cuatro páginas de esta sección del manuscrito y sólo conocemos el principio y el final de la visión. Al parecer, ella tuvo una conversación con Jesús, quien le explicó cómo puede el alma humana ascender más allá de los cuatro poderes que gobiernan el mundo para hallar así el descanso eterno.
El hecho de que Jesús se le apareciera a María a solas en una visión y le explicara cosas que había ocultado de los apóstoles hace que ella tenga, en este Evangelio, una relación especial con Jesús. El Evangelio se cierra con la narración de cuando Pedro y Andrés cuestionan la visión de María y su afirmación de que la había recibido. Entonces Leví les dice a sus colegas que Jesús «la amó a ella más que a nosotros», y los conmina a ir y predicar el evangelio tal como Jesús les ordenó. Así hacen, y el Evangelio termina.
El texto pertenece al género de «diálogo gnóstico» y refleja algunas de las tensiones que se suscitaron en el cristianismo del segundo siglo. Pedro y Andrés representan las posiciones ortodoxas que niegan el valor de tales visiones y no aceptan que las mujeres tengan autoridad para enseñar. Se muestra que María es superior por su relación especial con Jesús, por el conocimiento que ha recibido y por el papel que desempeña al ser la que alienta a los entristecidos apóstoles.
 
El Evangelio de Felipe
En 1945, en Nag Hammadi, se descubrió un manuscrito del Evangelio de Felipe, escrito en copto. Tal Evangelio era totalmente desconocido antes de este descubrimiento. Se trata de un texto gnóstico, compilado probablemente en el siglo tercero. No es un evangelio narrativo, como los que forman parte del Nuevo Testamento, ni una colección de dichos, como el Evangelio de Tomás [copto]. Es, más bien, una colección de reflexiones místicas tomadas de sermones, discursos y meditaciones teológicas, atribuida a Felipe, el discípulo de Jesús.
Puesto que los textos no tienen un contexto narrativo, son muy difíciles de interpretar, sin embargo, el uso de ciertas palabras clave al organizar el material ayuda a identificar los temas. Uno de estos es el contraste entre los que pueden entender y los que no pueden. Los textos hablan del conocimiento al que todos tienen acceso y del conocimiento que es sólo para los iniciados. Existen los no iniciados que son inmaduros, a los que se los llama «hebreos», que se refiere en realidad a los cristianos estándar o normales.
Y existen también los iniciados que son maduros, llamados «gentiles», o sea, los propios gnósticos. De los no iniciados se dice que han errado en muchas de sus creencias, como por ejemplo, al interpretar la resurrección de Jesús como si fuera un acontecimiento histórico (v. 21) y no como expresión simbólica de una verdad más profunda.
Los sacramentos cristianos desempeñan un papel importante en este documento. Se mencionan específicamente cinco: un bautismo, una unción, una eucaristía, una redención y una cámara nupcial (v.68).
Desafortunadamente, resulta difícil saber qué significaban para el autor o si en realidad se practicaban y cómo lo hacían. Algunos han sugerido que el Evangelio de Felipe es una colección de extractos tomados principalmente de un catecismo gnóstico cristiano sobre los sacramentos.
Los textos han provocado mucho debate, pero ninguno, en años recientes, como el v. 55, que es también fragmentario:
La Sofía ?a quien llaman «la estéril »? es la madre de los ángeles; la compañera
[?????] Magdalena. [????????] más que a [?] los discípulos (y) la besó en la [?????..]. Los demás [………] le dijeron: «¿Por qué [???.] más que a todos nosotrosí» El Salvador respondió y les dijo: «¿A qué se debe el que no los quiera tanto como a ella?».
Por muy curiosos que seamos, esas lagunas no las podemos completar con certeza. Menciona que Jesús besó a María, pero no dice dónde. En El Código Da Vinci (p.306) se usa este versículo y el 36 (Tres [eran las que] caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. María es, en efecto, su hermana, su madre y su compañera) para respaldar la idea de que Jesús y María estaban casados.
Teabing afirma: «como le diría cualquier estudioso del arameo, la palabra ?compañera?, en esa época, significaba literalmente ?esposa?». De hecho, la palabra usada en el manuscrito copto no es aramea, sino un préstamo del griego ? koino¯nos?que significa «asociado», «camarada», «amigo», «compañero».
Después de la crucifixión, María Magdalena se fue, con su hija, a Francia, y allí continuó la ancestral descendencia a lo largo de los siglos.
Mediante una serie de intrigas y subintrigas, un profesor de Harvard (Robert Langdon), una descifradora francesa (Sophie Neveu), una organización secreta llamada Priorato de Sión, miembros del Opus Dei y un aristócrata inglés (Leigh Teabing) están comprometidos en desenmarañar el misterio del Santo grial.
La novela hace muchas afirmaciones acerca de quién era Jesús, del desarrollo de la iglesia cristiana primitiva, del papel que en ella desempeñaba María Magdalena, de cómo se escribieron los Evangelios y se formó el Nuevo Testamento, y acerca del papel que cumplió en la iglesia el emperador Constantino.
En el prefacio el autor sostiene lo siguiente: «Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces» (p.11)*. Pero ¿son realmente verdaderasí En nuestro escrito vamos a investigar aquellos aspectos que tienen que ver con Jesús, la iglesia primitiva y el Nuevo Testamento.
Jesús, ¿un simple hombre?
Una de las afirmaciones más extrañas que encontramos en el libro es que los cristianos no consideraron que Jesús era divino sino hasta que así fue declarado por la iglesia en el
Concilio de Nicea, en el 425 A.D. En efecto, leemos: «Durante ese encuentro se debatió y votó sobre muchos aspectos del cristianismo… y, por supuesto, la divinidad de Jesús… Hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal…, un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal… El hecho de que Jesús pasara a considerarse ?el Hijo de Dios» se propuso y se votó en el Concilio de Nicea» (p. 290).
Mucho antes de que se celebrara el Concilio de Nicea, ya los cristianos creían firmemente que Jesús era divino. Los cuatro Evangelios muestran que Jesús era verdaderamente humano: comía, bebía, se entristecía, se enojaba, sufría, sangraba, y murió. También muestran esos Evangelios que Jesús era Dios.
Marcos comienza el suyo con estas palabras: «Principio de la buena noticia de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios» (1.1). Y Juan, en su prólogo es igualmente claro: «En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios… El amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer» (1.1,17,18).
El apóstol Pablo, que redactó sus cartas sólo veinte o treinta años después de la muerte de Jesús (o sea, entre los años 50 y 60 d.C.), escribió estas palabras acerca de Jesús, dirigidas a los cristianos de Filipos: «Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo, y tomó la naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres…» (Filipenses 2.6,7).
Desde fecha muy temprana en el ministerio de Jesús, los discípulos se sentían intrigados respecto de la identidad del Maestro. Después que él hubo calmado la tempestad, ellos se preguntaban:
«¿Quién será este, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4.41). En los siglos que siguieron, la mayoría de los cristianos creía que Jesús era humano y divino. No lo dudaban, pero discutían sobre cómo podía ser eso posible. Y ese fue uno de los asuntos que se debatió en Nicea.
El Nuevo Testamento, ¿creado por el emperador romano?
Además de sostener que un concilio de la iglesia, celebrado en el siglo cuarto, declaró que Jesús era divino, la novela asume la tesis de que la iglesia y Constantino destruyeron muchos documentos antiguos que eran históricamente fidedignos y que mostraban que Jesús era sólo un hombre y no Dios. En vez de esos documentos, prefirieron otros, unos pocos, entre los que se encontraban los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento:
«…miles de seguidores de su tierra quisieron dejar constancia escrita de su vida… Jesús fue una figura histórica de inmensa influencia… para la elaboración del Nuevo Testamento se tuvieron en cuenta más de ochenta evangelios, pero sólo unos pocos acabaron incluyéndose, entre los que estaban los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan… La Biblia tal como la conocemos en nuestros días, fue supervisada por el emperador romano Constantino el Grande, que era pagano» (p. 288).
Estas aseveraciones no cuentan con el respaldo de lo que sí sabemos. En tiempos de Jesús, sólo cerca del 10% de la población del mundo grecorromano sabía leer y escribir, por lo que no había «miles de seguidores» que registraron por escrito los hechos de la vida de Jesús. No hay evidencia alguna de que más de ochenta evangelios hubieran sido tomados en consideración para ser incluidos en el Nuevo Testamento.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan no se cuentan «entre los que estaban» en el Nuevo Testamento, pues esos son los únicos Evangelios que se incluyen en el Nuevo Testamento. La novela también afirma que Jesús mismo mantuvo un registro escrito de lo que hacía ?conocido ahora como documento Q?, y tal afirmación es falsa. (Véase el recuadro «Documento Q».)
Los escritos cristianos más antiguos que tenemos son los de Pablo, datados, como ya se indicó, entre los años 50 y 60 d.C. Los Evangelios del Nuevo Testamento son los relatos más antiguos de la vida y del ministerio de Jesús de los que se tiene noticia, y fueron escritos entre los primeros años de la década del 60 y el 95 d.C.
Los otros libros del Nuevo Testamento se escribieron alrededor de esas mismas fechas. Cuando los cristianos comenzaron a conferir a esos escritos la misma autoridad que le reconocían a la Biblia hebrea casi 200 años antes de Constantino?, ya estaban decidiendo cuáles libros eran autoritativos.
En el siglo segundo, la creciente iglesia fue tomando diferentes formas y desarrolló una gran diversidad en su seno. Aparecieron nuevos «evangelios», algunos de ellos escritos para llenar los vacíos que había en los otros. Así se explican, por ejemplo, los llamados «evangelios de la infancia», que nos proveen material legendario relacionado con el niño Jesús. Otros provinieron de maestros o se originaron en grupos que entendieron la fe cristiana de diferente manera. Los líderes de la iglesia consideraron que estos ?como los que manifestaban ideas gnósticasí eran heterodoxos. (Véase recuadro «Gnosticismo».) Estos son los documentos que Leigh Teabing sostiene que fueron destruidos por orden de Constantino y reemplazados por los Evangelios que tenemos en el Nuevo Testamento.
Y luego añade: «Por suerte para los historiadores algunos de los evangelios que Constantino pretendió erradicar se salvaron» (p. 291). Y con esas palabras se refiere a manuscritos como los Rollos del Mar Muerto, el Evangelio de María, y los documentos de Nag Hammadi (como el Evangelio de Felipe y el Evangelio de Tomás). (Véanse los respectivos recuadros.) No obstante, ¿sucedió de verdad así?
Los escritos de los dirigentes de la iglesia en la segunda mitad del siglo segundo, mucho antes de Constantino, nos muestran una realidad diferente. En el 150 d.C., Justino Mártir escribe acerca de las «memorias de los apóstoles», con lo que probablemente se refiera a los cuatro Evangelios que son parte del Nuevo Testamento. Alrededor del 170, su discípulo Taciano compiló el Diatessaron, una armonía de los Cuatro Evangelios. En el 180 d.C., Ireneo escribió sobre los cuatro Evangelios como Evangelios reconocidos por las iglesias.
La lista de libros canónicos del Nuevo Testamento más antigua que se conoce es el Canon de Muratori. El original de esta lista probablemente se escribió en la segunda mitad del siglo segundo, quizás en Roma, alrededor del 190 d.C. Contiene 22 de los 27 libros del Nuevo Testamento e incluye los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y ningún otro.
Fue la iglesia la que decidió cuáles Evangelios estaban revestidos de autoridad, y esos Evangelios muestran, como ya hemos indicado, que Jesús era humano y divino. No fue una imposición tardía por influencia de Constantino en su intento de encontrar algún personaje divino especial para consolidar las bases de su propio poder político.
Constantino, ¿cristiano o pagano?
Según Leigh Teabing, Constantino transformó el cristianismo en aras de sus propios propósitos políticos. Ya hemos visto que es imposible sostener su tesis de que el Emperador eliminó aquellos evangelios que celebraban la humanidad de Jesús y en su lugar canonizó los que mostraban que era divino.
Constantino, ¿era cristiano? ¿Está en lo correcto Teabing cuando afirma que Constantino «fue pagano toda su vida y le bautizaron en su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como para oponerse»? (p. 288).
Eusebio, el escritor cristiano del siglo cuarto que ha sido considerado «padre de la historia de la iglesia», escribió una biografía de Constantino. Él afirma que en el 312 d.C. Constantino vio una señal sobrenatural antes de una batalla muy importante. Era el signo de la Cruz. Esa noche soñó que Cristo se le acercaba con el mismo signo y le decía que lo usara como protección contra sus enemigos. Su victoria en aquella batalla, bajo el signo de la Cruz, lo llevó a hacerse cristiano. Un año más tarde ordenó el fin de la persecución de los cristianos y se proclamó el Edicto de Milán en el que se decretaba la libertad religiosa en todo el Imperio.
Aunque no conocemos todos los detalles, la conversión de Constantino fue uno de los acontecimientos más significativos en la historia de la civilización occidental. El cristianismo pasó de ser una religión minoritaria perseguida a ser la religión del propio emperador. Si este trató de usar el cristianismo para unificar el Imperio, como afirma la novela, entonces tenía que enfrentarse a un serio problema: ¡la iglesia misma estaba dividida a causa de muchas discrepancias teológicas!
La verdadera razón por la que se convocó a más de 200 obispos para que se reunieran en Concilio en la ciudad de Nicea, en el año 325, fue precisamente para tratar los temas que estaban causando disputas entre ellos.
Jesús, María Magdalena y la iglesia
Uno de los personajes principales de la novela es María Magdalena. El libro sostiene que ella fue desplazada de su verdadero puesto en el liderazgo de la iglesia por los dirigentes varones y por la manipulación que Constantino hizo del canon del Nuevo Testamento. Recurriendo a pasajes del Evangelio de María (véase el recuadro) y del Evangelio de Felipe (véase recuadro), a María Magdalena se la presenta como la esposa de Jesús y la madre de su hija.
María Magdalena era de la ciudad de Magdala, ubicada a unos 5 km de Tiberias, en el lado occidental del Lago de Galilea. Era una ciudad predominantemente no judía y los judíos la miraban con desprecio por ser una ciudad licenciosa. No hay evidencias de que María fuese «de la casa de Benjamín» o de que descendiera «de reyes» (p.309).
De las mujeres que seguían a Jesús, María misma era una de las más prominentes. Fue parte de un gran grupo de mujeres que proveían los medios necesarios para Jesús y sus discípulos (Lucas 8.2). Había sido sanada por Jesús: era aquella «de la que habían salido siete demonios». Se la menciona específicamente como una de las que comunicaron a los apóstoles que Jesús había resucitado… aunque sólo fuera para que no le hicieran caso (Lucas 24.10-11).
En los Evangelios sinópticos, cuando se relatan estos hechos siempre es la primera de las mujeres que se mencionan. El Evangelio de Juan relata su encuentro con Jesús resucitado (20.11-18) y sólo en ese relato se la llama simplemente «María» (v. 11 y 16).
Quizás el papel especial que desempeñó María como testigo de la resurrección y el hecho de que en los Evangelios canónicos se hable de su encuentro con Jesús junto a la tumba, hicieron que posteriormente se ampliaran las informaciones relacionadas con su vida. En algunos documentos de los siglos segundo y tercero, especialmente en los de tendencias gnósticas, María ocupa una posición muy importante. De esos documentos se alimenta la trama de la novela. Sin embargo, no todos esos documentos presentan a María en la misma perspectiva. En un pasaje del Evangelio de Tomás (véase el recuadro), Pedro se opone a que María esté con ellos, pues según él las mujeres no son dignas de la vida. La respuesta que ahí se le atribuye a Jesús es intrigante: «Mira, yo la traeré y la haré varón. Ella será espíritu viviente, similar a vosotros los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón, entrará en el Reino de los cielos» (fragmento 114, traducción de Manuel Alcalá).
Así, pues…, ¿estuvo Jesús casado con María? El libro insiste en que «ese matrimonio está documentado en la historia» (p.305). Sin embargo, no hay ni siquiera un solo documento antiguo que indique que Jesús estuviera casado, y, por ende, ni que estuviera casado con María Magdalena. Robert Langdon afirma: «las pautas sociales durante aquella época prácticamente prohibían que un hombre judío fuera soltero. Según la tradición judía el celibato era censurables» (ibídem). Pero esto es simplemente falso.
Por ejemplo, en tiempos de Jesús muchos miembros de la comunidad esenia eran solteros. La opinión de Leigh Teabing de que Jesús era casado se basa en una traducción errónea de un versículo del Evangelio de Felipe (véase el recuadro).
El Nuevo Testamento, el documento confiable
A modo de resumen: las ideas que se desarrollan en la novela proceden de la creativa imaginación de Dan Brown y no de lo que conocemos del Jesús de la historia. La popularidad que ha alcanzado la novela muestra que la gente está fascinada con teorías de conspiración, ¡y aún más si estas tienen que ver con la iglesia! Al mismo tiempo, muestra también que la gente sigue fascinada con Jesús, lo que debe desafiar a sus seguidores a aprender más acerca de los orígenes de la fe cristiana. Si lo hacen, descubrirán que los documentos que forman el Nuevo Testamento son confiables, y los capacitarán para estar siempre «preparados a responder a todo el que pida razón de la esperanza que tienen» (1 Pedro 3.15).
Los escritores continuarán produciendo libros y novelas basados en la vida de Jesús, pues, tal como el Evangelio de Juan nos recuerda, «Jesús hizo muchas cosas; tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse» (Juan 20.25).

* Todas las citas están tomadas de Dan Brown, El Código da Vinci (Barcelona: Ediciones Urano, 2003).

El doctor Bill Mitchell es Coordinador de traducciones para las Américas de Sociedades Bíblicas Unidas.

 


Por : Bill Mitchell 

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