[Jehova Nissi] Oir la Palabra, entenderla y dar fruto.

El Señor afirma: «Regresen, hijos rebeldes, pues yo soy su dueño.Tomaré uno de cada ciudad y dos de cada clan, y los haré volver a Sión. Les daré los gobernantes que a mí me agradan, y ellos los gobernarán a ustedes con sabiduría y entendimiento [Jeremías 3,14 – 15].
 
El pasaje que aparece al principio del libro de Jeremías, cuyo ministerio profético abarcó del año 627 al 580 a.C., fue escrito poco después de la caída de Jerusalén [año 587 a.C.]. Jeremías aún vivía cuando el rey Josías introdujo reformas en Judá, restituyó el pacto con el Señor, eliminó del país el culto a los ídolos, y condujo al pueblo a caminar fielmente con Dios. Después que Josías fue muerto por el faraón de Egipto el año 698, sus sucesores Joacim, Joaquín y Sedequías fueron infieles al Señor y abandonaron sus caminos. Joacim [597] fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia, pero siguió haciendo lo malo, como también lo hizo Sedequías [597-587], hasta que finalmente los israelitas fueron deportados a Babilonia; el templo y el arca de la alianza fueron destruidos, y prácticamente toda Jerusalén, donde quedó Jeremías, fue arrasada.
 
Naciones, escuchen la palabra del Señor y anuncien en las costas lejanas: El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas [Jeremías 31,10].
 
Fue a este pueblo pecador e infiel, que había sufrido la guerra, la ruina y el cautiverio, al que el Señor dio su mensaje de consolación y aliento. Judá sólo tenía que confesar sus culpas, volver al Señor y recibir su bendición. La misericordia de Dios no cambia; él siempre recibe con amor al que se arrepiente.  
 
Y cuando ustedes hayan aumentado en el país y tengan ya muchos hijos, nadie volverá a hablar más del arca de la alianza del Señor; nadie pensará en ella ni se acordará más de ella; ya no hará falta ni se hará una nueva. Yo, el Señor, doy mi palabra.Jerusalén será llamada entonces el trono del Señor; todas las naciones se reunirán allí para honrarme, y no volverán a seguir tercamente las malas inclinaciones de su corazón [Jeremías 3,16 – 17].
 
Jesús y la Iglesia, la nueva Sión, son el cumplimiento de estas promesas de Dios. Ya no hay necesidad de templo ni de arca de la alianza [Jeremías 31, 31 – 33] porque Jesús ha establecido una nueva alianza [Mateo 26,28; Marcos 14,24; Lucas 22,20] y ha atraído a todas las naciones a sí mismo [Juan 12,32]. Jesús es el buen pastor que nos alimenta y nos guía al conocimiento y la comprensión plena. Dios, que se dirigía a Moisés presentándosele encima del Arca de la Alianza, no sólo permaneció después en el Templo de Jerusalén, sino que ahora habita en nosotros como en un templo. Pero no sólo hemos de buscar al Señor para impetrar su ayuda en medio de nuestros problemas, sino para que dejando a un lado la maldad de nuestro obstinado corazón, seamos portadores de su amor y de su gracia para el mundo entero. El Buen Pastor se ha preocupado de nosotros y ha velado por su Iglesia. A nosotros corresponde ahora continuar su obra en el mundo. El Señor quiere darnos pastores según su corazón. Quienes están al frente de su iglesia nunca deben perder la conciencia de que son Pastores del Pueblo Santo de Dios y no líderes conforme a los criterios de este mundo.
 
Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión, se deleitarán con los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serán como una huerta bien regada, y no volverán a perder las fuerzas. Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría, y les daré una alegría mayor que su dolor [Jeremías 31,12 – 13].
 
Jeremías nos invita a reflexionar en el amor y la misericordia inquebrantables de Dios. En toda la historia de Israel se puede ver el pecado del pueblo y el amor inagotable de Dios. Lo mismo sucede entre nosotros hoy. Por lo general no hacemos la voluntad de Dios, pero su amor y su perdón están siempre a nuestro alcance en Cristo. La Palabra del Reino es Cristo, el Evangelio es Cristo. Evangelizar es hacer Cristo a nuestros hermanos. El cumplimiento de nuestra misión consiste en trabajar constantemente para que Aquel que es la Palabra tome cuerpo en todas y cada una de las personas.
 
¡¡¡Padre eterno, venimos a Ti con corazón contrito. Haz que podamos conocer el amor y la bendición que nos das por medio de tu Hijo Jesús. Ayúdanos a ser fieles a Ti!!!
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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

 

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15]
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – SurAmérica

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