[devocional-lunes] 25 de Septiembre de 2006 – El despreciado del pueblo.

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El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado.
Esperé quien se compadeciese de mí,
y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé. 

Salmo 69:20.

El despreciado del pueblo

       A los múltiples sufrimientos que el Señor Jesús tuvo que soportar durante su vida, al morir en la cruz se sumó el escarnio de los hombres. En el Salmo 22 dice de sí mismo: ?Yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen? (v. 6-7). ¡Cuántos habrán dicho: Oh, éste!

       Con respecto a las treinta piezas de plata que los sumos sacerdotes pagaron a Judas, en el libro del profeta Zacarías está escrito: ?¡Hermoso precio con que me han apreciado!? (11:13). Este precio era una burla que debió haber herido profundamente su alma. Era el precio de un esclavo, valor en que fue estimado Aquel que vino como Salvador y curó tantas dolencias.

       ¡Y cómo le debieron haber dolido las palabras burlonas que los principales sacerdotes, escribas y fariseos le espetaron: ?A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar?! (Mateo 27:42). Él habría podido salvarse; pero su amor por los pecadores perdidos le hizo permanecer en la cruz hasta que se cumpliera la obra de la salvación. A continuación añadieron ellos: ?Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere? (v. 43). Cuando parecía que Dios abandonaba a su Hijo, ridiculizaron además su confianza en Dios. ¡Qué dolor tener que escuchar estas burlas!

       ¡Cuántas alabanzas y agradecimientos le debemos por haber soportado tanto escarnio y sufrimiento por amor a nosotros!
 

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