[Devocional_Diario] Pequeño Daniel

Pequeño Daniel

«Pero Daniel se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey, así que le pidió al jefe de oficiales que no lo obligara a contaminarse» Daniel 1:8

Daniel era un adolescente de 12 a 14 años cuando fue llevado cautivo a Babilonia, el rey invasor era Nabucodonosor y había dado órdenes precisas sobre el tipo de chiquillos que debían ser escogidos para ser llevados a su palacio; «muchachos en quienes no hubiese tacha alguna» es decir de buen aspecto físico y con agilidad mental.

Estos muchachos serían los escogidos para servir exclusivamente en palacio, se les enseñaría la lengua de los caldeos, su idioma y literatura, como el arameo babilónico, o ciencias como el estudio de las estrellas, un ejemplo de estas enseñanzas la vemos en los sabios de Oriente que visitaron a Jesús cuando recién nació, o los magos que trataron de imitar el poder de Dios cuando Moisés se presentó ante faraón. Así como Moisés fue enseñado en el saber de los sabios egipcios, así Daniel y sus amigos en el de los caldeos, el propósito era que ellos se adapten a una nueva cultura y con estas enseñanzas misteriosas sean útiles a su nueva patria y al rey, poco a poco debían olvidar las enseñanzas dadas por sus padres y su verdadero Dios.

Una costumbre arraigada entre los reyes de oriente era agasajar con grandes banquetes a sus cautivos reales, cada uno de estos banquetes contenían bocadillos apetitosos y muy famosos por la delicadeza y complicados ingredientes y preparación. (Ver: Jeremías 52:33). Daniel y sus amigos eran descendientes de la tribu de Judá, la tribu más noble, siendo que pertenecía a la familia real y a la nobleza de Israel, ellos fueron escogidos por los siervos de Nabucodonosor porque encajaban en el molde que el rey había exigido para ser sus futuros sabios y consejeros, lo que no sabía el rey era que estos muchachos habían conocido al Dios de sus Padres de una manera personal y real y por eso nada los haría defraudar a su Dios. El cambio que ellos sufrirían empezaría por sus nombres, habían sido escogidos para marcar su nueva relación y relegasen su religión anterior y su patria.

Así como José, a quien el faraón llamó Zafnathpaancah, así Daniel fue cambiado por Baltasar= príncipe de Bel, a pesar de que sus nombres fueron cambiados sus corazones siguieron latiendo con el nombre con que sus Padres los entregaron al único Dios. Daniel significaba= Dios es mi Juez, y en verdad las escrituras se encargaron de repetir su verdadero nombre y no el nombre que el mundo le quiso dar. Los amigos de Daniel también tenían nombres especiales dados por sus padres: Daniel: Dios es mi juez Ananías: A quien Jehová ha favorecido. Misael: ¿Quién es incomparable como Diosí Azarías: A quien ayuda Jehová Cuando le puse tres nombres a cada una de mis hijas también quise enfatizar en ellas caracteres especiales, virtudes cristianas y sobre todo compromiso con Dios, a mi pequeña Valeria, cuando tenía tres años le encantaba recitar completo sus nombres y admirar a todos los que la oían cuando agregaba los significados: «Yo soy Valeria Dara Saraí, Princesa, perla de la sabiduría». Seguramente este también es tu caso, al ver a tus hijos esperas que ellos caminen seguros en la fe que has cimentado tu vida, quizá cuando no tenías esta virtud, tus prioridades fueron su educación, sus posesiones y amistades, pero al entregarle tu vida a Dios, así como tus prioridades cambiaron sabes que la única forma en que ellos no se pierdan es que aprendan a tener igual propósito de vida. Satanás trató de robarle su propósito a Daniel y a sus amigos, al cambiarles los nombres les cambiaba también de designio y meta, por ejemplo con Daniel la meta era que ya no fuese el agraciado por Dios, sino Baltasar príncipe del mal, a Ananías por Sadrac, mandato de Aku, el dios lunar; A Misael por Mesac, que significa: ¿quién es como Aku?; y a Azarías por Abednego que significa siervo de nego, dios pagano de Oriente. Cada una de las promesas que estos hijos tenían por ser hijos de padres temerosos de Dios, quiso ser robada por el maligno y ser cambiada por idolatría y maldición, los dioses a quienes fueron encomendados fueron a la diosa tierra, al dios sol y al dios del fuego, a éste último fueron entregados cuando se negaron a adorar la imagen de oro, cada uno de estos nombres querían dar a entender el aparente triunfo de los poderes paganos ante Jehová y su pueblo. El cambio de nombres sin embargo para nada afectó la personalidad de estos jóvenes, pues mantuvieron su fidelidad a Dios y mantuvieron su conciencia de ser miembros del pueblo escogido por Dios. Daniel y sus amigos se destacaron como un oasis en el desierto, como Moisés, Daniel «escogió antes ser afligido con el pueblo de Dios» que gozar de comodidades temporales del pecado, me gusta que «se propuso no contaminarse», ¿se imaginan si cada uno de nuestros hijos decide hacerse la misma meta espiritual? ¿qué pasaría si cada uno de los pequeños que viene cada domingo a nuestras Iglesias entiende que Dios tiene un propósito en especial sus vidasí ¿Qué pasaría si cada uno de ellos se propone a vivir de acuerdo al nuevo nombre que Dios le ha dado? ¿qué pasaría si prefieren el nombre de Dios al nombre y la fama del mundo? Hoy estuve dedicada a escribir los carnets de los casi 100 niños que asisten a la escuela dominical de la Iglesia en la que sirvo, mientras escribía cada nombre oraba por ellos y sus padres, me los imaginaba en fe como los futuros pastores, futuras maestras, futuros líderes de mi país, dirigentes íntegros, siervos temerosos de Dios, cada uno con la firme voluntad de no contaminarse con lo vano sino con el deseo de levantar el nombre del Dios que salvó a sus Padres. Daniel se propuso en su corazón no contaminarse, Dios premió su lealtad y hoy es el ejemplo que todos debemos imitar, era tan jovencito, y sin embargo lo que fue sembrado en su corazón tenía una raíz firme y nadie lo apartaría de la verdad. Todos esperamos esto para nuestros hijos, no olvides sembrar en ellos la palabra viva de Dios.

Con amor Martha Bardales Nuevo correo: marthabardales.ibe@gmail.com

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