Alabanza a los actos de Dios.

¡Aleluya! Alabaré al Señor de todo corazón en la reunión de los hombres honrados, en la comunidad entera. Las obras del Señor son grandes, y quienes las aman, las estudian. Su obra es bella y esplendorosa, y su justicia permanece para siempre [ Salmo 111,1 – 3] .

 

El Señor nuestro Dios ha manifestado grandes obras de amor y de misericordia para con nosotros; Él no sólo nos dio su Ley Santa para que amoldando a ella nuestra vida le seamos gratos, sino que nos envió a su propio Hijo para que unidos a Él, seamos en Cristo el Hijo amado del Padre en quien Él se complazca; nos quiere totalmente comprometidos en el anuncio de la Verdad, que nos ha revelado en su Hijo Jesús, quien es el Evangelio viviente del Padre. Lo que de Él nos hablaron algunos de sus apóstoles y discípulos no puede ser cambiado por otro evangelio, ni podemos hacer una relectura distinta del mismo pues dejaríamos de ser fieles al Señor y haríamos del Evangelio no la Revelación de Dios en Cristo Jesús, sino un invento nuestro [ Gálatas 1,8 – 9] .

 

Ha hecho inolvidables sus maravillas. El Señor es tierno y compasivo; da alimentos a los que lo honran; se acuerda siempre de su alianza. Mostró a su pueblo el poder de sus obras, dándole lo que era posesión de los paganos [ Salmo 111,4 – 6] .

Él no sólo espera de nosotros nuestra alabanza; Él quiere que hagamos nuestros su Vida y su Espíritu; Él quiere habitar en nosotros como en un templo y que su Palabra tome carne en nosotros; entonces no serán sólo nuestros labios los que alaben al Señor, sino toda nuestra vida. El Señor nos quiere portadores de la verdad, testigos del Evangelio viviente, que es Cristo, enviado por el Padre Dios como Salvador nuestro.

 

Lo que él hace es justo y verdadero; se puede confiar en sus mandamientos, pues son firmes hasta la eternidad y están hechos con verdad y rectitud. Dio libertad a su pueblo y afirmó su alianza para siempre. La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor; los que lo honran, tienen buen juicio. ¡Dios será siempre alabado! [ Salmo 111,7 – 10] .

 

El amor a Dios nos ha de llevar a identificarnos con Él, permitiéndole que nos transforme conforme a la imagen de su propio Hijo. A partir de nuestra identificación con el Señor y viviendo en comunión de vida con Él, podremos amar a nuestro prójimo con el mismo amor que Dios ha infundido en nosotros. Dios se hizo prójimo nuestro al descender hasta nuestra miseria para sanar las heridas que había abierto el pecado en nosotros, y el Señor quiere que esa misma misericordia que Él ha utilizado a favor nuestro, sea la que nosotros utilicemos en favor de nuestro prójimo, sin limitaciones venidas por condiciones de raza, de cultura o de posición económica de las personas a las que hemos sido enviados para salvarlas [ Lucas 10,25 – 37] .

 

El Señor entregó su Cuerpo y derramó su Sangre para que nuestros pecados fueran perdonados [ Gálatas 1,4] ; así, al precio de la Sangre del Cordero Inmaculado, han sido sanadas las heridas que había abierto el pecado en nosotros.

 

¡¡¡Dios y Padre mío, que deseas cada día hacerte presente en mi vida, como lo hiciste con Pablo y todos tus apóstoles, condéneme fe y esperanza para recibir sin reservas la vida nueva que das por la gracia de Cristo, tu Hijo!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

 

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15 ]

Juan Alberto Llaguno Betancourt

Lima – Perú – SurAmérica

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