Los Cristianos – La justicia santurrona del hombre

La justicia santurrona del hombre

El corazón del hombre está lleno de una especie de justicia santurrona.

Es que muchas veces podemos llegar a pensar que por nuestras obras y por nuestra religiosidad alcanzaremos el favor de Dios. La regla general

pareciera ser ?gracias, Señor, porque yo no soy tan malo como los demásí. Los santurrones son personas que todo el tiempo están juzgando a su prójimo.

Miran hacia a un lado y miran hacia el otro y sólo ven lo que quieren ver, lo demás es como si no existiera.
Cuando se está interesado en ver algo y buscamos ese algo con vehemencia, por lógica únicamente vamos a ver eso.

Nuestro foco de interés está centrado en un solo punto. Usted, por ejemplo, puede llegar a la iglesia tratando de encontrar una mujer para casarse, y no verá más que eso.

Otra persona puede llegar buscando errores en la alabanza, porque es experto en música, y eso encontrará: errores. Y una tercera persona puede llegar buscando fallas en el sermón, y de seguro las hallará. Todo depende de cuál sea su motivación.

Ahora, si por el contrario llega buscando paz, buscando perdón de pecados, llega buscando amor, buscando vida y, sobre todo, buscando salvación, usted hallará a un Dios misericordioso, amoroso, que nos amó tanto que envió a su hijo Jesucristo para rescatarnos del pecado, y con su sangre derramada en la cruz reconciliarnos con el Padre y darnos salvación y vida eterna.

Si la intención de su corazón, al acercarse a la iglesia, es buscar a Dios, téngalo por seguro que lo hallará.

Cuenta una historia que una vez un gatito viajó a Londres para ver a la reina. Demoró dos semanas en ese lugar. Cuando regresó, una niña le preguntó: ?Gatito, gatito, ¿qué vistes en Londresí?. Y el gato respondió: ?Vi a un pequeño rantoncito debajo de la silla de la reina?.
Londres tenía muchas cosas para ver, muchos atractivos para conocer. Pudo haberse tomado fotos junto a la torre de Londres o disfrutar la vista arquitectónica del palacio.

Pero el gato no se fijo siquiera en la reina, para él sólo existió el ratón debajo de la silla. ¿Por qué vio el gato a un ratón debajo de la silla de la reina? Sencillamente porque eso era lo que estaba buscando, eso era lo que quería ver.

Cada uno tiene que aprender a discenir y a hacerlo con los ojos bien abiertos. En el sermón del Monte, Jesús habla primero de nuestra relación con Dios, luego de nuestra relación con las cosas, y en tercer lugar, en el capítulo siete, Jesús empieza a hablar de nuestra relación con los demás.

Nos dice que es peligroso el poner a las personas delante de los otros para juzgarlas

Generalmente queremos juzgar a otros, y condenarlos en nuestro corazón.

Con esa vara de medir queremos evaluar y emitir jucios sobre las actuaciones de los demás.

Pero cuidado, porque lo que Dios está tratando de decir es que esa vara que utilizamos puede regresar como un boomerang hacia nosotros.

Los hipócritas, los santurrones, se especializan en buscar pajas en el ojo ajeno. Se fijan en los detalles con tal de encontrar lo que quieren. Son especialistas en examinar a otras personas.

El hipócrita ve en otros lo que está en él. Cuando juzgamos a otros, no es más que un reflejo de lo que existe en nuestros propios corazones.

Es una especie de proyección, dirían los sicólogos.

Tenemos entonces a un hombre con una gran viga en su propio ojo buscando una pequeña paja en el ojo ajeno.

Había una vez una abuelita que trataba todos los días de desempolvar sus muebles, y lo hacia una y otra vez. Se decía a ella misma: ?no sé qué pasa con tanto polvo, todo los días l impio y los muebles siguen suciosí, hasta que alguien le hizo caer en la cuenta de que eran los vidrios de sus gafas, de sus propios lentes, los que estaban cubiertos de polvo.

?Tú que juzgas a otros te condenas a ti mismo. Porque tú que juzgas no escaparas al juicio de Diosí (ver Romanos 2:1-3).

La justicia santurrona, queridos lectores, es la que nos condena. Uno de los más grandes peligros es que somos arrogantes. Y muy a menudo se puede ver una larga fila de egomaniacos desfilando hacia el infierno.

Pensamos que somos demasiado buenos para ser condenados, y que no tenemos nada de que arrepentirnos. Aparentemente no cometemos adulterio o no robamos, pero se nos olvida que Dios ve la maldad que hay en nuestro corazón.

Hay una historia en el capítulo 18 del evangelio de Lucas que cuenta que dos hombres fueron al templo a orar, uno era un publicano y el otro un fariseo.

El Fariseo oró de pie y dijo más o menos así: ?Padre, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, yo diezmo, yo ayuno, no fallo a los servicios de mi iglesia. Y sobre todo, te doy gracias porque no soy como este publicano, que es un recaudador de impuesto y lo peor de la sociedad?.

El publicano, sin embargo, estando lejos, no quería siquiera alzar los ojos al cielo, y golpeándose el pecho sólo atinaba a decir:

?Dios, sé propicio a mí que soy pecador?. Y sabe una cosa, Jesús dijo que el publicano regresó a su casa justificado ante Dios y que el fariseo no.

Aun cuando a veces creemos que tenemos todos los elementos para juzgar a alguien, la verdad es que no sabemos todo acerca de él o de ella.

Muchas veces las apariencias y las circunsta ncias engañan. Gracias a Dios que existe uno lo suficientemente bueno y amoroso para juzgarnos y perdonarnos: Dios. Juan 3:17 dice: ?Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él?.

Queridos lectores ustedes pueden escoger hoy ver solamente lo que quieren ver (como el gato que solo veía el ratoncito debajo de la silla de la reina) y seguir ciegos, caminando en oscuridad, buscando soluciones por ustedes mismos y cada día enterrándose más en su desesperación. Ustedes pueden seguir escogiendo el juzgar a los demás y proyectando la maldad que hay en su corazón.

Pero también pueden escoger voltear la mirada hacia Jesús, aceptarle como Hijo de Dios, creer que murió por sus pecados, y encontrar en Él, y solo en Él, el camino que lleva al Padre. Encontrar en Jesús amor y perdón de pecados, y sobre todo salvación y vida eterna.

Si usted nunca ha tomado una decisión por Cristo, tengo buenas noticias: hoy es día de salvación.

Invite a Jesús a tomar el control de su vida, y deje el odio y la envidia que hay en su corazón. Si quiere ser salvo y obtener vida eterna, repita esta oración:

Señor Jesús, reconozco que soy pecador, que mi pecado me ha separado de Dios.

Reconozco que tú eres el Hijo de Dios. Que con tu sangre derramada en la cruz pagaste mi deuda.

Perdóname. A partir de este momento quiero que seas mi Señor y mi Dios, me rindo a tus pies y te pido que inscribas mi nombre en el libro de la vida. Gracias, Jesús, por salvarme.

Si hizo esta oración de corazón, usted es ahora un hijo de Dios.

Usted ha sido sellado con el Espíritu Santo y Él le equipará para crecer en la fe.

Lea la Biblia, establezca una relación de oración con Dios y busque una iglesia cristiana en donde pueda congregarse.

Esta ha sido la mejor decisión de su vida. Bienvenido a la familia de la fe.

Bendiciones y hasta la próxima semana.

Con todo mi cariño.

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