EL AMOR Y LA VERDAD EN LA BIBLIA

EL AMOR Y LA VERDAD

La verdad y el amor son considerados, por algunos, como opuestos. La gente siempre dice que para decir la verdad hay que dejarse de sentimentalismos y hablar claro aunque duela. Pero en realidad no es necesario ser rudo para decir la verdad. Siempre hay una manera de decir con amor aún las cosas más desagradables y difíciles de decir.

En eso consiste precisamente la gloria del espíritu cristiano, en seguir la verdad en amor. Lo que algunos llaman franqueza, en más de una ocasión es simplemente grosería y desconsideración. La claridad no necesita ser ofensiva indispensablemente. Para seguir la verdad en amor se necesita un gran sentido de la realidad, pero, también un gran sentido de su impacto sobre los demás. Parecería mentira, pero a veces las verdades más enormes pueden lucir como exageraciones o falsificaciones cuando son dichas sin amor.

Es entonces cuando se sorprende la persona que habla, al notar la expresión de incredulidad o de disgusto en el rostro de sus oyentes, y es que no se da cuenta de que no basta con decir la verdad sino que es necesario también saberla decir con amor y en el contexto más apropiado

No hubo una persona que hablara con mayor franqueza a sus lectores y oyentes que Pablo, y sin embargo, siempre supo hacerlo con un amor tal, que hasta las cosas más duras terminaban por ser exhortaciones paternales, cargadas de preocupación por la salud y el bienestar de los ofensores y descarriados.

Cada día que pasa nos confronta con la necesidad de decir ciertas cosas que no podemos dejar de decir, cosas que tal vez no quisiéramos tener que decir, personas a las que amamos y a las que no quisiéramos lastimar, pero a las que tampoco nos gustaría herir.

Es entonces cuando tiene que venir en nuestro auxilio toda la sabiduría cristiana, nuestro sentido del amor, para decir la verdad entera, sin ocultarla ni deformarla, y sin embargo, revestirla de amor, para que sea sólo la verdad, por amor a la verdad misma y por amor a nuestro prójimo.

Píenselo bien en este día, cuando al tener que decir la verdad desagradable, tenga en cuenta la advertencia apostólica: Sigamos la verdad en amor. Su ciencia y su paciencia sean suficientes para que sus palabras no sean la espada que hiere y mata sino la mano diestra y cariñosa que venda y cura. Ya hay demasiado dolor en el mundo. ¡No sea usted el que lo aumente más!

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