[devocional-domingo] 26 de Noviembre de 2006 – Un arduo problema.

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¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad??
(El) echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. 
Miqueas 7:18-19.

Un arduo problema

       Hoy en día, deshacerse de los desperdicios es un problema que preocupa a muchos y a menudo cuesta bastante. Hace algún tiempo, unos empresarios inescrupulosos procuraron exportar sus desechos altamente tóxicos, para que el material peligroso fuera enterrado en el extranjero. En su propio país esto era prohibido, y desactivarlos salía muy caro. Mas como los defensores del medio ambiente descubrieron esas cargas tóxicas y amenazaron con hacer un escándalo, finalmente esos desperdicios volvieron a su lugar de origen y los causantes de dicho revuelo tuvieron que ver cómo arreglárselas.

       En la vida de los seres humanos existen igualmente desechos tóxicos de los que hay que deshacerse. En este asunto, no hacer nada es peligroso. Pensamos en el pecado. Nadie está sin pecado. Para muchos esto es evidente, pero tratan de alejar el problema de su mente. Unos dicen: ?No es nuestra culpa si somos así. Otros culpan a sus padres o educadores por no haber sabido cultivar el bien en ellos. Cuando algo anda mal en nuestras vidas, siempre le echamos la culpa a los demás.

       Sin embargo, no sirve negar nuestra culpabilidad. Sólo hay una solución y un camino para deshacerse de ese veneno del pecado, de esa culpabilidad ante Dios: el sincero reconocimiento de los propios pecados y la fe en el Señor Jesucristo, quien murió en la cruz para expiarlos. Quien emprende este camino puede experimentar que Dios lo perdona y echa sus pecados ?en lo profundo del mar?.

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    Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. – Tercera carta de Juan versículo 2.

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