Romanos 8:30 de C.H. Spurgeon

Por Charles H. Spurgeon

A los que justificó, a éstos también glorificó.» –Romanos 8:30

Hay una preciosa verdad para ti, creyente. Tú puedes ser pobre, o estar sufriendo, o ser desconocido, pero para tu aliento, recuerda tu «llamamiento» y las consecuencias que emanan de éste, y especialmente aquel bendito resultado del que aquí se habla. Tan seguro como que hoy eres un hijo de Dios, así terminarán todas tus pruebas, y serás rico en toda dicha. Espera un poco, y esa cansada cabeza llevará la corona de gloria, y esa mano trabajadora aferrará la palma de la victoria.

No lamentes tus problemas, antes bien, regocíjate de que dentro de poco estarás donde «no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor.» Los carros de fuego están ante tu puerta, y en un momento estarás con los glorificados. El cantar eterno casi está en tu labio. Los portales del cielo permanecen abiertos para ti.
No pienses que puedes dejar de entrar al descanso.

Si Él te ha llamado, nada puede separarte de Su amor.
La tribulación no puede cortar el eslabón; el fuego de la persecución no puede quemar el vínculo; el martillo del infierno no puede quebrar la cadena. Tú estás seguro; aquella voz que te llamó al principio, te llamará de nuevo desde la tierra al cielo, desde la oscura tiniebla de la muerte al indescriptible esplendor de la inmortalidad.

Descansa seguro, el corazón de quien te ha justificado late con infinito amor hacia ti.
Pronto estarás con los glorificados, donde está tu porción, sólo estás esperando aquí para prepararte para la herencia, y hecho eso, las alas de los ángeles te alzarán lejos, al monte de paz, y gozo, y bienaventuranza, donde:

«Lejos de un mundo de pena y pecado, Con Dios eternamente asociado,»
descansarás por los siglos de los siglos.

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