¿POR QUÉ NO MADURAS?

Alineación a la izquierda

Autor desconocido
Un día de estos, usted gritará: “Hijo, ¿por qué no maduras y te comportas como alguien de tu edad?” Y lo hará.
O usted dirá: “Hijo, ve afuera y busca qué hacer, y ¡no azotes la puerta! Y no la azotará
Usted arreglará la habitación del muchacho –tirará los carteles, hará la cama de manera impecable, acomodará los juguetes como en vitrina, colgará la ropa en el armario, enjaulará sus mascotas- y usted dirá en voz alta: “Ahora quiero que quede todo así”. Y así quedará.
Usted preparará una comida perfecta con una ensalada que nadie haya picoteado y un pastel que nadie haya pellizcado, y dirá: “¡Esta sí es una comida digna de visitas!” Y comerá solo.
Usted dirá: “Quiero privacidad total cuando estoy hablando por teléfono. No andes como un chango. No hagas señales. No destruyas la casa. Silencio. ¡Quiero silencio!” Y lo tendrá.
Ya no habrá manteles manchados. No tendrá que tapar el sofá para protegerlo. No se volverá a tropezar con los juguetes tirados. Ya no tendrá que sacar cochecitos y muñequitas debajo de los muebles. Ya no tendrá que hacer lugar para la cuna.
No pasará más desvelos con el vaporizador. No habrá más migajas de galletas en la cama. No volverá a estar mojado el baño de pared a pared. No tendrá que remendar más ropa. No tendrá que desatar agujetas enredadas y mojadas, ni tendrá que buscar las bolitas para las trenzas.
Imagínese un lápiz labial con punta, las cosas en su lugar, en orden, limpias… no tener que buscar quién le cuide a sus hijos; o poder lavar la ropa sólo una vez por semana, comer carne que no sea molida, ir de compras sólo por alimento. Ya no tendrá más juntas de padres de familia en la escuela. No más radios a todo volumen, ni caricaturas tres veces al día. Ya no tendrá que bañarse muy noche. ¡No se tendrá que preocupar por dónde está su auto! Y podrá tener su propia cinta adhesiva.
Piénselo. No volverá a recibir regalos de Navidad hechos de cartoncillo. No recibirá otro beso baboso. No tendrá que recordar ser el Ratón Pérez. No volverá a escuchar que los niños siguen hablando y riéndose en la oscuridad. No tendrá que curar raspaduras, ni llevar al médico o luchar para que tomen la medicina. ¡No tendrá responsabilidades! Sólo escuchará una voz diciendo: “¿Por qué no madurasí” Y el silencio hará eco: “¡Eso es lo que hice!

Tomado de La seducción de nuestros hijos. Neil T. Anderson y Steve Russo. Edit. Unilit

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí