Todos necesitamos a Cristo.


Salmo 128 : Feliz tú, que honras al Señor y le eres obediente. Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien. En la intimidad de tu hogar, tu mujer será como una vid cargada de uvas; tus hijos, alrededor de tu mesa, serán como retoños de olivo. Así bendecirá el Señor al hombre que lo honra. ¡Que el Señor te bendiga desde el monte Sión! ¡Que veas el bienestar de Jerusalén todos los días de tu vida! ¡Que llegues a ver a tus nietos! ¡Que haya paz en Israel!

 

En el Evangelio [Marcos 7, 24 – 30 ] contemplamos a Jesús que se conmueve ante la mujer cananea que le pide la curación de su hija. Aquella mujer alcanzó lo que quería y se ganó el corazón del Maestro. Es un ejemplo para nosotros; en su oración se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza. La verdadera oración es infaliblemente eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea. El Señor mismo nos dijo que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con rectitud de intención llegan hasta Él y las atiende . Cuando le pedimos, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.

 

Todos necesitamos a Jesús, no importa cuál sea la raza, nacionalidad, credo, educación u origen de la persona. El Evangelio no excluye a nadie: todos los que busquen con sinceridad a Jesús lo encontrarán y recibirán la vida plena. ¿Tenemos nosotros una fe como la esta mujer para acercarnos a Cristo? Para nuestro espíritu evangelizador debemos tener presente que Él quiere que todo ser humano llegue a conocerlo y aceptarlo.   

A medida que intensificamos nuestra petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que verdaderamente necesitamos, y otras veces no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido de bien. Nuestra oración debe ser confiada, como quien pide a su padre; y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos. La confianza nos mueve a pedir con perseverancia, aunque aparentemente el Señor no nos escuche. Al pedir, nos confortan las palabras de Jesús: En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá [ Juan 16, 23] .

El Señor sabe de nuestras necesidades materiales, Él mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosle hoy… El primer milagro que hizo Jesús fue de carácter material. Sin embargo, por muchas y muy urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes espirituales. Pedimos los bienes temporales en la medida que son útiles para la salvación y en la medida que están subordinados a los espirituales.

 

¡¡¡Espíritu Santo, guíame a propagar sin reservas ni distinciones la verdad del Evangelio, y concédeme la confianza y las palabras para ser buen instrumento de la verdad de Cristo, para gloria del Padre Dios!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Juan Alberto Llaguno Betancourt

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15 ]

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