UNA MEJOR COMUNICACIÓN CON NUESTROS HIJOS…

"MAMÁ, NECESITO PREGUNTARTE…"

"AHORA NO, CARLOS. PREGÚNTAME CUANDO TERMINE DE VER EL PROGRAMA".

 
La comunicación. Debiera ser algo sencillo, franco y una segunda naturaleza a estas alturas, considerando que les hemos estado hablando a nuestros hijos desde que estaban en el útero. La comunicación entre padre e hijo involucra mucho más que el simple significado de nuestras palabras, con las cuales es posible (mejor dicho "probable") mandar unos mensajes que nunca tuvimos el propósito de enviar.

Por ejemplo, cuando hacemos callar a un hijo porque nos interrumpe mientras estamos absorbidos por un programa de TV, podemos sentirnos justificados, pero lo que el hijo percibe es esto: "Yo soy menos importante que el programa". Ésta es una lección que aprendí a base de errores.

Mi hijo, estudiante del penúltimo año de la universidad, estaba con nosotros durante la elección presidencial no resuelta del año 2000 de los Estados Unidos. Se estaba dando una información de última hora, y yo estaba pegada al televisor cuando él bajó de prisa por las escaleras. "Oye, mamá, vamos a reunirnos", propuso alegremente. Tan pronto como le dije: "espera un momento", se quedó muy callado. Cuando terminó la transmisión, me confrontó. Me dijo, acertadamente, que la cobertura de la elección se venía haciendo desde hacía varios días, y que el asunto no terminaría pronto, pero que sus visitas a la casa no eran frecuentes; mi prioridad del momento lo dejó sintiéndose como si él no fuera importante. Le pedí disculpas y me propuse concentrarme en él lo más posible durante esa vacación.

REPETICIÓN INMEDIATA:
"MAMÁ, NECESITO PREGUNTARTE ALGO".
"SÍ, CARLOS. DÉJAME APAGAR EL TELEVISOR… ¡YA! ¿QUÉ QUIERES SABER?

El mensaje aquí va mucho más allá del "soy toda oídos". Su hijo, a quien, al igual que usted, no le gusta que lo interrumpan cuando está viendo la TV, captará la implicación: "Eres importante".

Los cambios de planes también pueden enviar mensajes impensados, tales como: "A papá no se le puede creer". Pero imagine cuánto se elevará la autoestima de su hijo si escucha cuando usted dice en el teléfono: "Lo siento, señor Fernández, no puedo quedarme a trabajar hasta tarde el viernes, porque le prometí a mi hijo que iré a verlo jugar ese día". Y puesto que los papás terrenales son un símbolo de nuestro Padre celestial, cumplir las promesas implicará que Dios también es digno de confianza.

APRENDA A ESCUCHAR

Aunque parezca paradójico, enviamos nuestros mensajes más "sonoros" cuando no decimos ni una sola palabra. La manera como escuchamos, expresa nuestra actitud. Si escuchamos bien, nuestro hijo se sentirá estimado, amado y valorado; por el contrario, no saber escuchar puede dañar las relaciones y su autoimagen. Pregúntese a sí mismo: ¿Tengo la tendencia a pensar qué es lo que voy a decir después, antes de escuchar? ¿Con frecuencia interrumpo, corrijo o completo lo que mi hijo pensaba decir? ¿Me distraigo con facilidad mientras él o ella me están hablando?

Escuchar bien requiere intencionalidad y práctica. Para comenzar, ¡concéntrese! Aunque la tendencia natural es pensar en lo que usted dirá, recuérdese todo el tiempo que debe poner atención a lo que le va a decir la otra persona. Después, escúchela. Disciplínese para dejar que su hijo o hija termine de hablar, y luego converse con él o ella, en vez de darle un discurso. Su hijo se sentirá respetado, y también le tendrá a usted un mayor respeto. Cultive la destreza de "escuchar activamente". El lenguaje corporal habla a gritos: inclínese levemente a la persona que habla, y mantenga un buen contacto visual. Adquiera el hábito de decir con palabras diferentes lo que ha sido expresado, por ejemplo: "Escucho que te sientes lo suficientemente responsable para tener un perro". Esto sirve para varios propósitos: dice que usted no sólo está escuchando, sino también tratando de entender; también permite que cualquier malentendido sea corregido de inmediato.

CON LOS HIJOS MÁS GRANDES

  • Sea breve con las críticas. Los adolescentes se desconectan de nosotros cuando hablamos más de la cuenta, aunque sea para elogiarlos. Proverbios 10:19 dice: "en las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente".
  • Sea accesible, aun en momentos que no sean oportunos, si le es posible. Al discutir un asunto delicado, los adolescentes muchas veces escogen un momento que tenga una puerta de escape, como esos momentos cuando mamá tiene que salir para el trabajo o irse a la cama.
  • Esté atento a las señales. Los adolescentes con frecuencia "tantean el terreno" con asuntos no importantes antes de sincerarse. Sea cordial: si su disposición de ánimo y receptividad pasan su prueba, podrán comenzar a hablar de lo que les preocupa, diciendo de repente: "a propósito…"
  • Exprese amor. Gary Chapman (los cinco lenguajes de amor de los Adolescentes) ha identificado "lenguajes específicos" que les expresan amor a los jóvenes: las palabras de reconocimiento, el contacto físico, el tiempo que se les dedica, las acciones de servicio y los obsequios. Lo que le expresa amor a usted, puede ser una lengua extraña para su adolescente; por eso, descubrir su "dialecto" le capacitará para comunicarle sus sentimientos con mucha mayor efectividad.

Finalmente, una palabra de ánimo: nunca es tarde para mejorar. Si usted no se sabe comunicar bien, pídales perdón a sus hijos. Los padres valientes pueden incluso pedir ideas para mejorar su comunicación. Los hijos valoran la humildad y aprecian el esfuerzo sincero de un padre. Sobre todo, recuerde que usted tiene un padre en el cielo que está dispuesto para ayudarle, y que es perfectamente capaz de hacerlo. La comunicación con Él es la base para una buena comunicación con todos.

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