Un Mensaje a la Conciencia – 28 abr 2007

Un Mensaje a la Conciencia

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28 abr 07

DESNIVELES INJUSTOS
por el Hermano Pablo

Eran cuatro rectángulos de tela de apenas un metro cuadrado cada uno. Fueron robados de la casa de Anthony Tannouri, un francolibanés que tenía su villa en Niza, Italia. Los cuatro valían cincuenta millones de dólares. Eran cuadros de Matisse, Modigliani y Degas que adornaban la casa de Tannouri. ¡Cincuenta millones de dólares invertidos en sólo cuatro cuadros! Sólo un hombre muy rico puede darse ese lujo. Por suerte para él, las telas fueron halladas.

Por contraste, en la misma página del diario venía la siguiente noticia: «De acuerdo con un informe de las Naciones Unidas, el 75 por ciento de los niños de Somalia están en peligro de morir de hambre.»

Hay horribles desniveles en esta tierra. Por una parte tenemos a un señor que posee, en sólo cuatro pinturas al óleo, cincuenta millones de dólares; por la otra, un cinturón de miseria y pobreza que rodea al mundo. Riquezas y lujos exorbitantes por un lado, y por el otro, sequía, hambre, niños muriendo de disentería y parásitos. O pueblos como los de Europa oriental que se debaten en la miseria y el dolor.

Estos desniveles trágicos e injustos no los creó Dios. El poeta Guillermo Valencia expresó con sentimiento: «No es posible que los hombres vivan como púgiles en la arena. La vida es una fuente para todos llena.»

Lo que pasa en nuestro mundo es que el corazón humano se ha desviado de la intención original del Creador. Es imposible que personas ensimismadas, llenas de avaricia, egoísmo e indiferencia, se conduzcan con rectitud, equidad y justicia.

Y es que la línea divisoria entre lo justo y lo injusto no la constituyen sociedades, ni razas ni naciones, sino corazones. Y corazones puros y justos los hay en toda sociedad, así como los hay injustos y egoístas. El mal es un mal individual. Es el corazón de Caín que reina todavía en la raza humana.

¿Hay alguna solución? En el sentido colectivo, no, pero en el sentido individual, sí. Los que estamos sometidos al señorío de Cristo sentimos en el alma un interés profundo por el bienestar de los que son menos afortunados que nosotros. Nadie que está entregado totalmente al señorío de Cristo puede actuar con egoísmo e injusticia. El mundo nos necesita, pero nos necesita entregados a Dios. Coronemos a Cristo como Rey de nuestra vida, y sirvámosle de todo corazón.

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