Estudios Biblicos – 13.Dios Está de Nuestra Parte – Gigantes al Acecho

ESTUDIO BIBLICO – Gigantes al Acecho

Por:Ord.LMorrow

Capítulo 13

¡Dios Está de Nuestra Parte!

Vivimos en un día en que el progreso parece ser la última palabra. Es nuestra meta; significa mucho para nosotros. Parece ser que el progreso ha llegado a ser el símbolo de éxito y esperanza en la vida.

Es muy difícil darse cuenta de que el progreso no ha tocado en lo absoluto el corazón del ser humano. Podemos construir mejores máquinas, por cuanto aprendemos por la experiencia. Al repetir la misma cosa, podemos hacerla mejor. Pero no podemos construir mejores seres humanos. Cada uno de nosotros empieza la vida con los mismos problemas y las mismas tendencias. No estamos más cerca de hacer que el hombre se comporte mejor de lo que estábamos hace mil o dos mil años.

Podemos aprender tanto acerca del hombre de los antiguos, que hablaron hace miles de años, como de los expertos de ayer. Observamos que mientras más cambian las cosas, más y más permanecen iguales, incluyendo el corazón del ser humano, su conciencia y su voluntad.

Josué en su actitud hacia los gigantes de Canaán, nos puede enseñar mucho en cuanto a los gigantes que todos enfrentamos en nuestras luchas. La manera en que Josué se enfrentó a esos gigantes de carne y hueso, nos muestra la manera de vencer a nuestros gigantes. No seamos demasiado orgullosos para aprender del ayer; sus lecciones pueden hacernos mejores personas mañana.

Josué no tuvo la misma actitud que los otros diez hombres tuvieron hacia los gigantes de Canaán. Josué simplemente no tuvo temor de los gigantes . De hecho, él dijo: «Los comeremos como pan» (Números 14:9). Nosotros también podemos decir hoy: «Nos comeremos a esos gigantes; y no nos darán más problemas.»

Las Escrituras nos dicen que temamos a Dios, que andemos con Dios y que le obedezcamos; pero en ningún lugar nos dicen que temamos al diablo. Algunas personas, incluso algunos cristianos, nunca se han dado cuenta de esto. Desde luego, debemos tenerle debido respeto al diablo, por cuanto es poderoso y astuto; pero no tenemos por qué tenerle miedo. Josué sencillamente no tenía miedo a los gigantes . Rehusó ser amedrentado o intimidado por ellos, o someterse a ellos en ninguna manera.

Josué reconoció otro factor valioso en la lucha contra esos gigantes: sabía que Dios estaba de su parte. Los gigantes no tenían ninguna promesa divina, pero Josué sí la tenía, y Josué iba a confiar y descansar en las promesas de Dios.

La victoria será nuestra si nos damos cuenta de que Dios y nosotros estamos del mismo lado. Génesis 1 nos cuenta de como Dios creó la tierra, el sol y la luna. El versículo 16 dice que «hizo también las estrellas.» Dios las hizo; billones y trillones de ellas, y las colocó en el espacio infinito. Son la obra de Sus manos (Salmo 8:3), y a todas las llama por sus nombres (Salmo 147:4). Ese mismo Dios es quien nos ha dado las promesas.

No tenemos por qué tenerles miedo a los gigantes que nos salen al paso, por cuanto ellos no tienen ninguna promesa de Dios.

Dios no va a apoyarlos.Dios está de nuestra parte, y por tanto sencillamente no tenemos por qué tenerles miedo. La Palabra de Dios está de nuestra parte, y Dios nos dice, lo mismo que a Josué: «Esfuérzate y sé valiente» (Josué 1:6). Podemos confiar en la Palabra de Dios y no tener miedo de los gigantes.

El apóstol Pablo dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). En Filipenses 2:13 leemos: «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.»

Josué reconoció que Dios estaba con él, que tenía las promesas de Dios, y que estaba respaldado por Dios mismo; por consiguiente, no había necesidad de tener miedo de los gigantes. Josué le había dicho al pueblo: «Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra» (Números 14:8). Dios se hará cargo de esos gigantes por nosotros.

En Romanos 8:31 Pablo preguntó: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotrosí» Esa es una pregunta que bien haríamos en meditarla. Dios está de nuestra parte ¿Quién puede resistir a Diosí ¿Quién puede igualar el brazo fuerte de Diosí ¿Quién puede sobrepasar las promesas de Dios o el poder de Diosí ¿Quién puede triunfar sobre la voluntad de Diosí Si Dios está de nuestra parte , ¿de quién debemos tener temor?

Pablo sabía que la victoria estaba asegurada. Por eso continuó diciendo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todos el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:35-37).

De vez en cuando nosotros, también, necesitamos decirles a los gigantes de qué lado estamos y de qué lado están ellos. Pablo lo hizo así al continuar: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (versículos 38,39). Debemos darnos cuenta de que estamos del lado de Dios y que Dios está de nuestro lado . Si el Señor está de nuestra parte, ¿quién podrá aguantar en contra nuestra? Necesitamos dejar de temblar ante la presencia de los gigantes que nos rodean y tratan de privarnos de la victoria y del gozo.

Josué cruzó el rió Jordán por fe. La fe es un factor importante para derrotar a los gigantes, por cuanto la victoria es posible solamente por medio de la fe. ¿Cómo reconoces que Jesucristo es el Señor y el Maestro? Por fe. ¿Cómo reconoces que Sus promesas son para ti? Por fe; las lees y crees en ellas. Eso es lo que la fe es: el don de Dios que te permite creer en lo que Dios ha dicho. Cuando lees lo que Dios ha dicho, y lo crees, eso es fe.

Cuando los israelitas llegaron a las orillas del Jordán, el río estaba desbordado. Sin duda alguna la gente se preguntaba cómo iban a cruzarlo. Pero Josué estaba confiado, por cuanto el Señor le había hablado; tenia de su parte la Palabra de Dios. La fe es sencillamente creer en la Palabra de Dios. Josué no era ningún tonto, ni tampoco era presumido. No dijo: «No me importa si el río está crecido o no; voy a cruzarlo de todas maneras. Tengo suficiente fe como para creer que voy a lograrlo .» Si hubiera actuado así, se hubiera ahogado antes de llegar a la mitad del río. No. Dios le había dicho a Josué que cruzara, le había explicado cómo hacerlo, y le había asegurado que El se haría cargo de la situación (Josué 3:7-8). Josué creyó a Dios, y cruzó el río por fe.

Josué les dijo a los sacerdotes que llevaban el arca que cuando las plantas de sus pies tocaran el agua, las aguas se dividirían. Sonaba a locura, pero la fe no presta mucha atención a cómo suena. La fe simplemente escucha cuando Dios habla. La fe le cree a Dios. Los israelitas cruzaron el río por fe, puesto que el Señor se hizo cargo de todo.

Antes de que los israelitas tuvieran su primer encuentro en la tierra prometida, el «Príncipe del ejército de Jehová» (Josué 5:14) se le apareció a Josué. Era el Señor mismo, el capitán que podía enfrentarse a los gigantes. Aquel mismo Señor es también nuestro capitán hoy: «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). Tenemos a Cristo en nosotros, y hay gigantes que nos rodean. Sin embargo, muchas veces corremos espantados y nos escondemos, porque tenemos miedo. ¿Está realmente Cristo en ti? Si El mora en ti, recuerda que El es Todopoderoso. El dijo: «Toda potestad [poder] me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18).

En Josué 11:21-22 se nos dice lo que ocurrió con los gigantes: «También en aquel tiempo vino Josué y destruyó a los anaceos de los montes de Hebrón, de Debir, de Anah, de todos los montes de Judá y de todos los montes de Israel; Josué los destruyó a ellos y a sus ciudades. Ninguno de los anaceos quedó en la tierra de los hijos de Israel.» El Señor se hizo cargo de la situación, y los gigantes pronto fueron cosa del pasado.

En Josué 21:44-45 leemos: «Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres, y ninguno de todos sus enemigos pudo hacerles frente, porque Jehová entregó en sus manos a todos sus enemigos. No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió.»

Podemos aprender mucho de Josué. Cruzó el río por fe, permitiendo que Dios se encargara de la situación, y los gigantes fueron eliminados. Necesitamos dar mayor atención a hacer simplemente lo que Dios dice. En Efesios el apóstol Pablo dijo: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza» (Efesios 6:10).

Algunas veces, cuando los gigantes te tienen rodeado, quizá digas: «Bien, pues; eso está bien, es un buen consejo, pero . . .» Luego te quedas sin hacer nada. Recuerda que Dios no hace exigencias sin mostrarte cómo cumplirlas. Dios no te ordena que hagas nada por ti mismo. Cuando se te ordena «fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza» (versículo 10), puedes estar seguro de que no se te dejará librado a tus propios recursos.

Pablo prosiguió explicando cómo ser fuertes en el Señor. El dijo: «Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo» (versículo 11). Las «asechanzas del diablo» son los gigantes que te fastidian y molestan, que te estorban, te hieren y te atacan. Necesitas ponerte toda la armadura que Dios provee para que puedas resistir contra las asechanzas del diablo. «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios» (versículos 12,13).

Necesitamos tener fe, el don de Dios que nos permite extender la mano y apropiarnos de lo que Dios ha provisto. El nos invita a que lo cojamos. Josué dijo que Dios le había hecho ciertas promesas, y las creyó.

Pablo dice en el versículo 13: «Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.» Eso no quiere decir que vas a permitir que los gigantes te golpeen hasta que quedes medio muerto o ya no sepas a dónde ir. En lugar de eso, lo que tienes que hacer es presentar batalla contra los gigantes, y ganar la victoria. Debes limpiar tu campo de todo antagonista, y luego erguirte allí, y decir: «¿Queda todavía algún otro gigante? ¡Que salga!»

Al tomar la armadura de Dios puedes resistir en el día malo. Habiendo limpiado tu campo de todo enemigo, podrás permanecer en la victoria. Eso es lo que Pablo estaba diciendo, cuando dijo: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza » (versículo 10).

«Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, conque podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (versículos 14-17). Y no te olvides que el «Príncipe del ejército de Jehová» (Josué 5:14) está contigo.

Cuando Dios está a cargo, puedes estar seguro que El tomará las cosas en Sus manos y que te dará la victoria. No digas: «¡Soy suficientemente grandecito! ¡Soy un hombre! ¡Voy a lograrlo!» No irás muy lejos. Algunos gigantes te harán retroceder y quedarás acorralado antes de que te des cuenta. Pero, cuando el Señor está a cargo, las cosas son totalmente distintas.

Pedro se olvidó que el Señor podía controlar la situación aquella noche en el jardín, y sacó la espada (Mateo 26:51; Juan 18:10). Pero el Señor le dijo: «Vuelve la espada a su lugar» (Mateo 26:52). Luego indicó que podía orar al Padre, e inmediatamente tendría más de doce legiones de ángeles a su disposición (versículo 53).

Pero Jesús sabía quien estaba a cargo de la situación, y eso hizo la diferencia. Pedro optó por la acción equivocada, y quería pelear. Atacó a la víctima equivocada, por cuanto su objetivo estaba errado. Tenemos que dejar a Dios a cargo. Cuando lo hacemos así, y por fe nos apropiamos de lo que El ha provisto, El se encargará de los gigantes por nosotros.

Oh, los gigantes, los enormes gigantes,
Nos miran, nos guiñan, y se ríen con sorna;
Ah, aquellos gigantes, esos fieros gigantes,
Que nos hacen desear nunca haber nacido.

Pero, ¡oh, nuestro Capitán, nuestro potente Capitán!
Nos envía, nos guía, tal como lo dijo;
¡Ah, nuestro Capitán, nuestro potente Capitán!
Los gigantes yacen yertos, muertos en el campo.

Oh, la victoria, la poderosa victoria
Que viene cuando Jesús reina como Rey;
El deja a los gigantes caídos, caídos,
Y a nosotros para vivir, alabar y cantar.

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