Devocional Cristiano: ¡Deja Secar La Ira!

Mujer con Ira - La Ira y la DesesperacionDeja Secar La Ira !

«Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia. Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,  como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo». Efesios 4:31,32

Mariana estaba muy feliz por haber recibido de regalo un juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino temprano para invitarla a jugar.

Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana. Julia entonces le pidió a Mariana que le prestara su juego de té para jugar sola en el jardín. Mariana no quería prestar su flamante regalo, pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.

Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado en el suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá:

– ¿Ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo.

Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedirle explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
– Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo color blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa?

Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha. Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo.

Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver televisión. Un rato después, sonó el timbre de la puerta. Era Julia, con una caja en las manos. Al entrar a la casa dijo:

– Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta? Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té, pero él se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado. Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa.!

– ¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había ensuciado de lodo.

La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. No reacciones mientras sientas ira. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta delante de una situación difícil.

Acuérdate siempre: ¡Deja la secar la ira!
Autor Desconocido Devocional Cristiano

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