Mujer Cristiana – La mujer en la iglesia

La mujer en la iglesia 

Gálatas 3:27-29 Este texto es el más revolucionario de las sagradas escrituras, desconoce las diferencias entre razas, sexos y clases sociales.

No existe diferencia alguna entre un hombre y una mujer.

Eso es evangelio, buena noticia para todos los tiempos.

A nosotros nos cuesta hoy entender lo que para el apóstol Pablo era muy claro hace dos mil años atrás.

Sufrimos de prejuicios tontos y estúpidos que hemos heredado de nuestra cultura.

Cada uno ha aprendido en su niñez el lugar del hombre y de la mujer en la familia.

Es decir… lo aprendemos de nuestros propios padres.

Una vez adquiridos esos prejuicios los incorporamos.

Luego de incorporarlo nos sirven de marco de referencia para interpretar las escrituras.

A través de interpretaciones muy particulares le hacemos decir a la Biblia lo que no dice.

O dejamos de lado algunos pasajes evangélicos y enfatizamos otros que representan expresiones culturales de una época pretérita.

En nuestra cultura al varón se le enseña a actuar con rudeza, para eso es macho.

Algunos padres enseñan a sus hijas a ser sumisas al varón y hasta encuentran fundamentos bíblicos para tal manera de proceder.

Pero algunas mujeres aprenden a manejar a sus maridos dentro y fuera de la iglesia.

Algunas…

Saben hacerlo con muy buen gusto y hasta con disimulo.

En Hechos 8:3 leemos…

«Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel».

En su enconada persecución consideraba tan peligrosas las mujeres como los hombres.

Tengan en cuenta de que en el Siglo I, la sociedad patriarcal desvalorizaba a las mujeres.

Pero estas cristianas del Siglo I, eran igualmente peligrosas.

Eran capaces de predicar el evangelio, luego eran muy peligrosas.

El apóstol Pablo nos habla especialmente de dos de ellas.

Febe, pastora de Cencrea y Priscila, quien fundó junto con su marido, una iglesia en su propia casa.

En Hechos 9:2 leemos.


«y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén».

Por alguna razón Saulo de Tarso, hombre de su época, debió considerar tan peligrosas a las mujeres cristianas.

En 1 Corintios 7:4 leemos.

«La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer».

Este es otro texto realmente revolucionario.

Expresa la absoluta igualdad entre marido y mujer en las relaciones sexuales.

Dicho en otras palabras… la mujer no es un objeto, es una persona.

Es decir… a la luz del evangelio Pablo rechaza la cadena de mando característica de las familias patriarcales del mundo mediterráneo en el Siglo I, de nuestra era cristiana.

Según el testimonio de los cuatro evangelios, los primeros testigos de la resurrección de Cristo fueron mujeres.

¿Por qué quiso otorgarles ese honor nuestro Señor?

Sus razones debió haber tenido.

Los evangelistas, para ser fieles a la verdad no pasaron por alto este hecho.

A pesar de que el testimonio de una mujer no tenía validez legal en la cultura judía del Siglo I.

El evangelio según San Juan da testimonio de que una mujer Samaritana, evangelizada por el propio Señor, fue la primera evangelizadora en Samaria (Juan 4).

En Juan 4:42 leemos.

«y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo».

El apóstol Pablo nos dice en el libro de los Hechos, que Felipe tenía cuatro hijas que profetizaban, es decir que predicaban la palabra de Dios (Hechos 21:8, 9).

En Filipenses 4:2, 3 Pablo nos dice.

«Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor.  Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida».

Por si existiera alguna duda de que se está refiriendo a mujeres ministros del evangelio, el uso del término griego «sunergoi» -compañeras de trabajo o colegas- nos da la plena certeza de la existencia de un ministerio femenino en la iglesia primitiva.

En Romanos 16:1, 2 Pablo nos dice.

«Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y aun a mí mismo».

Las dos palabras griegas que se refieren al ministerio de Febe son… diakonos y prostatis.

La primera no tiene femenino en griego.

Luego no tiene sentido traducir ese término por diaconisa.

Diácono es alguien que ministra, sin importar el sexo.

La segunda palabra señala los dones de liderazgo e iniciativa de esta hermana.

Pablo menciona varias veces a un equipo pastoral formado por un matrimonio.

En algunas ocasiones menciona primero a la mujer, después al marido.

Me refiero a Priscila y Aquila, los cuales tenían una iglesia en su propia casa.

La primera mención se hace inmediatamente después de la presentación de Febe como el ministro de la iglesia de Cencrea.

Dice Romanos 16:3, 4.

«Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles».

La segunda mención aparece en 1 Corintios 16:19 donde Pablo dice.

«Las iglesias de Asia os saludan.  Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor».

Aquí menciona primero al marido.

La tercera mención aparece en 2 Timoteo 4:19 donde la mujer vuelve a ser mencionada primero.

«Saluda a Priscila y a Aquila, y a la casa de Onesíforo».

La cantidad de textos presentados hasta el presente, tanto los normativos como los que describen situaciones, no dejan lugar a dudas de que el evangelio se presenta como una contracultura frente a la poca valoración que se hacía de la mujer en el Siglo I.

Diría que el evangelio tiene un carácter subversivo para la cultura del Siglo I.

Realmente subvierte los valores que determinaban la superioridad del varón sobre la mujer, del judío sobre los gentiles y del amo sobre el esclavo.

El texto de Gálatas que me sirve de base para este escrito no deja lugar a dudas.

Pero hay un par de textos que he definido como conflictivos que parecen ser un compromiso con una ética pretérita.

El evangelio al atravesar la cultura del Siglo I, no puede evitar que los prejuicios que se anidan en el inconsciente de Pablo lo cual se pone de manifiesto en Romanos 7 dejen un par de huellas culturales en sus escritos a pesar de haber predicado una evangelio revolucionario.

Veamos esos dos textos.

El primero está en 1 Corintios 14:34, 35 y dice así.

«vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice.  Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación».

Ciertamente esto está en contradicción con todo lo que Pablo ha predicado antes.

Quizás encontramos un poco de claridad si interpretamos el texto dentro de la temática en que esta colocada.

El problema del mal uso de los dones carismáticos en la ciudad de Corinto ocupa los capítulos 12, 13 y 14 de esta epístola.

No son las mujeres las únicas a las que se les ordena callar en este capítulo.

Pablo quiere poner orden en el culto cristiano.

Sugiero la cuidadosa lectura de los tres capítulos mencionados, recordando que, para Pablo, el camino más excelente es el del amor.

El otro texto se encuentra en 1 Timoteo 2:11-15.

Se trata de un pasaje oscuro, cuya autenticidad es puesta en cuestión por muchos expertos bíblicos.

Parecería una adición realizada por un grupo judaizante.

En el Antiguo Testamento se suele valorar a la mujer solo porque tiene hijos.

Es decir si es estéril no vale nada.

Aquí se dice que se salvará engendrando hijos.

¿Quiere decir que una mujer que no tiene hijas no se salva?

El texto es oscuro y debe ser interpretado a la luz de otros que son bien claros.

Los que hemos leído en los dos primeros puntos de este escrito nos iluminan el camino.

Lamento mucho que la interpretación de estos dos textos, divorciados de su contexto, haya creado tanta confusión entre algunos creyentes y haya llevado a la más absoluta sumisión a algunas mujeres a las cuales no se les permite ni siquiera orar al Señor en un culto.

La mujer según el testimonio bíblico es tan imagen de Dios como el varón.

Todo intento de discriminarla es contrario al Espíritu de Cristo quien se sentó en el pozo de Sicar solo para esperar a una mujer y evangelizarla a fin de que fuera la primera predicadora en suelo samaritano, a pesar de su pasado.

En la iglesia de Cristo nadie es inferior a otro por razón de sexo, raza, educación, posición económica u otra razón imaginable.

Debemos estar todos unidos en el amor de Dios, reconociendo que todos somos distintos de los demás que integramos una congregación.

Aunque reconocemos la diferencia sexual y otras, que nos hacen distintos, también reconocemos que no existen personas inferiores o superiores entre nosotros.

Cada uno en su singularidad es muy valioso para el Señor.

Tanto que él murió por cada uno de nosotros, para hacer posible nuestra salvación personal.

En toda iglesia hay un lugar para todo aquel que se sienta llamado por el Señor y que tenga y desarrolle los dones para cumplir con el ministerio al cual ha sido llamado.

Amén.

Dios Te Bendiga.


Devocionales Cristianos www.devocionalescristianos.org

1 COMENTARIO

  1. saludos y felicitaciones por tan bonito articulo con el cual logran que uno se sienta bien de ser mujer, y no como me siento en la iglesia a la que con tanto amor me entregue, y como con bofetada me mandaron a segunda fila por el simple hecho de que Dios me hizo mujer. marginan a las mujeres con conceptos denigrantes los cuales por supuesto sustentan con textos biblicos ,me alegra saber que no estoy sola en esta inquietud que nace en mi corazon. DIOS LES BENDIGA

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