Estudios Biblicos – El Camino, La Verdad y la Vida

EL CAMINO, LA VERDAD, Y LA VIDA
Por Ada Vélez

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Jesús dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6).

Piénsalo. Ningún profeta ha osado jamás auto proclamarse el Camino, la Verdad y la Vida. En algunas religiones, se habla de diversos caminos, heterogéneas verdades, la mayoría de ellas tan ambiguas que pueden bien encajar en cualquier necesidad del hombre. Algunas prometen otras vidas, muchas vidas, y otras te dicen que si mueres, puedes reencarnar en algún ser inferior, como una pulga por ejemplo, y así pagar tu mal «karma». Otras prometen que si te suicidas llevándote contigo a los enemigos de tu religión, iras automáticamente al «paraíso». Otras religiones te ofrecen pasar un tiempo después de la muerte pagando tus deudas, y me refiero a literalmente pagando por medio de rituales religiosos que tus parientes tienen que hacer, y soltar una «billulla» para pagar monetariamente, y luego entonces tu puedas aspirar a la vida. No ha habido nadie que proclame ser El Camino, La Verdad y la Vida. Solo el único Dios verdadero podría promulgar semejante declaración. Piénsalo otra vez.

Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía á todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida (Génesis 3:24).

La primera vez que escuchamos que hay un Camino que lleva al árbol de la Vida, fue en el principio, el libro de Génesis, en la Biblia. Sabemos que el autor del Génesis fue Moisés quien en uno de sus múltiples encuentros con Dios, recibió la revelación de los orígenes del hombre, del pecado, de la muerte, y de Satanás. Dios en su sabiduría estableció que el hombre pecador no tendrá acceso al camino por si mismo, por sus fuerzas, sino que para hallarlo, necesitaría primero arrepentirse de sus pecados, y el Camino vendría al hombre, y le llevaría de la mano hasta el árbol de la vida. El Camino es Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios.

Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la hallan (Mateo 7:14).

Puedes, si quieres, seguir buscando el Camino en la diversidad de ofertas que existen allá afuera. Pero déjame decirte que el tiempo con que el hombre cuenta para hallarlo es, si lo comparas a la eternidad, ínfimo. No tenemos tiempo para experimentar aquí y allá. En la revelación que Jesucristo resucitado hizo al apóstol Juan, mi Señor reiteró que Él es el Camino que lleva al árbol de la vida, y Él ha sido autorizado por Dios para tomar de ese árbol, y darnos de su fruto a todos los que hemos puesto nuestra fe en Él.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias. Al que venciere, daré á comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7)

Vivimos en un mundo donde la mentira rampante produce espejismos que son casi imposibles de discernir. Piénsalo. ¿Cuántas veces te han mentido? ¿Cuántas veces has mentido? ¿Cuántas veces has sido victima de una injusticia producto de un falso testimonio? No te esfuerces, no te alcanzan los dedos de las manos y de los pies para contar las veces que has sufrido por causa de las mentiras. La mentira fue la primera arma que Satanás usó para engañar al hombre. Y dado a que su creatividad deja mucho que desear, sigue usándola con los mismos resultados que al principio. Engaña al hombre para que este se aparte, por su propia voluntad y acciones, del Dios que lo creó.

Más del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, porque no muráis. 3:4 Entonces la serpiente dijo á la mujer: No moriréis; (Génesis 3:3).

En el mundo presente, la serpiente sigue usando las mismas palabras para engañar al hombre: Si ves pornografía, no morirás. Si usas drogas, alcohol, cigarro, no morirás. Es bueno experimentar de todo en la vida, y al final de tus días, en tu lecho de muerte, puedes arrepentirte de todo, salvarte, e ir al paraíso de Dios. Puedes abortar, y no morirás. Puedes comer hasta hartarte, y ser glotón, y no morirás. Puedes adulterar, y nadie se enterraría. Nadie se ha muerto por codiciar a la mujer de su prójimo. Hay mentiras, y mentiras «piadosas». Debes creer en otros caminos alternos, pues hay muchas verdades como hay caminos. Por eso, cuando Jesucristo proclamó que Él es la Verdad, el infierno se desató contra Él. Nadie había osado proclamar semejante cosa jamás. La naturaleza verdadera de Dios se reveló en la Biblia desde el principio. A lo largo y ancho de la Biblia, vemos como Dios usa la verdad para guiar al hombre.

Y decía Jesús á los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará (Juan 8:31,32).


El hombre ha buscado la libertad, pero Satanás le ha engañado haciéndole creer que el libertinaje es la verdad. Y el hombre necio dice: Yo soy libre de hacer lo que me da la gana. No sabe el hombre que a cada acción buena o mala, corresponde una reacción. Y el hombre que peque en nombre de su libertad personal, morirá. Mientras más peque el hombre, mas preso esta de su pecado. El hombre preso no es libre, sino que va, y es llevado, a donde no quiere ir. Y quien le lleva encadenado es el chanclas, diablo, serpiente, o Satanás y su camino es la muerte eterna. Por eso era necesario que Jesucristo se hiciera carne, y habitara entre nosotros, y proclamara la verdad. Jesús vino a deshacer las obras del diablo. Si el diablo es el padre de las mentiras, luego entonces Jesucristo vino a deshacer las mentiras, disolviéndolas en la Verdad. Jesucristo es la Verdad. Nadie ha osado jamás proclamarse la Verdad. Porque ningún otro es la verdad. No hay otra verdad más que Jesucristo, y su Palabra, en la cual tenemos que permanecer por siempre, para no ser engañados de nuevo. Mientras mas conocemos la Palabra, más difícilmente seremos engañados. Mientras permanezcamos en la Verdad, permaneceremos libres aquí y ahora, y en la vida eterna.

Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente (Génesis 2:7).


La vida proviene de Dios. No, no somos un accidente producto de una gran explosión, ni tampoco hemos evolucionado de ser primero un organismo unicelular, luego un anfibio, a un reptil, a un ave, a un mamífero que se asemeja al hombre, el cual evolucionó, pero a la vez se quedo tal y como estaba y podemos verlo hoy en día «involucionado» por algún error de la imperfecta evolución… Piénsalo. El milagro de la vida proviene de la unión de dos –hombre y mujer- que se convierten en uno. Luego el hombre produce millones de espermatozoides, la mujer un ovulo. De entre esos millones de espermatozoides, solo uno es escogido por Dios para fecundar al ovulo, y de ahí crear a un ser humano único y exclusivo. La Biblia proclama que la vida proviene de Dios. La consistencia de la proclamación de que la vida proviene de Dios innegable en toda la Biblia, del principio al fin. No es sorpresa que Jesucristo se proclame la Vida. Pero esta manifestación de Dios se puede resumir así: Dios es el autor de la vida física del hombre, pero también es el autor de la vida espiritual del hombre. ¿Quién mejor para guiar al hombre, que su Creador? Jesucristo vino a restaurar la vida espiritual del hombre para que viva eternamente con su Creador. La ciencia genética ha decodificado el ADN y se han encontrado con que es mas fácil reconocer que hay un Dios, que negarlo. En otras palabras, solo los necios niegan que haya un Dios.

Dísele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Juan 11:25,26)

Yo si lo creo. Yo creo cada una de las palabras que salio de la boca de Jesús, y que están plasmadas en la Biblia. ¿Y tú, lo creesí Nadie ha proclamado antes ser el Camino de Verdad que lleva a la Vida eterna. Y nadie lo ha hecho, ni hará jamás, simplemente porque nadie mas es ni será el Camino a Dios. Jesús puso su propia vida, para que nosotros alcancemos la Vida.

 Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos (Juan 15:13).

Es un plan perfecto, y Su amor lo hizo posible. No hay otro Dios que haya dado su vida por su creación. Nadie se ha tomado tanto trabajo, tiempo, esfuerzo y dedicación para revelar al hombre la Verdad, como el Dios de Israel, de Abraham, Isaac, Jacob, Juan, Pedro, Pablo, mío, tuyo. JESUCRISTO es el Camino y la Verdad y la Vida y nadie va al Padre si no es por EL. Si oyes hoy su voz, no endurezcas tu corazón. Si hay algo que ha demostrado la naturaleza persistente de Jesucristo por salvar lo que se había perdido, son sus más de dos mil años de manifestarse a los hombres para salvación y vida eterna. Y este mismo Jesús es el que te dice: He aquí estoy a tu puerta y llamo, si oyes hoy mi voz, no endurezcas tu corazón.

DIOS tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros (Selah); Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las gentes tu Salvación. Alábenle los pueblos, oh Dios; Alábenle los pueblos todos (Salmos 67:1-3).


Yo estaba perdida. Muchas veces fui engañada, sufrí las consecuencias de mentir, y de que me mintieran, y mis pecados me estaban matando. Cuando estaba muriendo, encontré el Camino, -o mejor dicho, el camino vino a donde yo me encontraba-, pacientemente su Espíritu me llevo a la Verdad, que produjo sus frutos en mí. Me sanó, me salvó, y me dio la Vida. Yo le buscaba en todos lados. Le busque en miles de libros –excepto uno-, cientos de religiones, múltiples caminos. Cuando Él me encontró, ungió mis heridas con aceite, las vendó y sanó. Usó mis lágrimas para lavar mi alma. Preparó mi tierra, y plantó ahí su semilla. Tímida, surgió una plantita. La regó, podó y volvió a regarla hasta que la semilla echó raíz y se fortaleció. Mientras más profunda la raíz, más fuerte el árbol de la Vida. Ahí, bajo su sombra, hizo su morada en mí. Desde su lugar, me santifica, limpia y ayuda en todas las pruebas de esta vida, y sigue alumbrando mi camino. Por todo esto, yo declaro que ¡No hay otro Dios!



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